A menos que salga una pieza y colapse el edificio entero, como en el Jenga, el tipo de autoritarismo que tome forma en Venezuela será producto de la próxima elección, aparentemente el 20 de mayo. Dicha contienda electoral definirá si se trata de un régimen de partido único o una dictadura disfrazada de democracia competitiva. En ambos casos intentando reparar el componente militar, hoy un actor en estado cuasi insurreccional.
Para la nomenclatura chavista, entonces, el dilema es ser como los Castro o ser como el Stroessner de Paraguay. El chavismo siempre prefirió una autocracia de multipartidismo controlado. La decisión al respecto, sin embargo, está hoy en manos de la “oposición”. Oposición real o fingida, esto es. No faltan opositores dispuestos a darle al régimen lo que el régimen pida.
El tema es oportuno, además, pues Cuba debe verse como espejo, no tan solo como metrópolis colonial de Maduro. Nótese que en la reciente elección ocurrida en la Isla el 11 de marzo resultaron electos 605 integrantes de la Asamblea Nacional…entre 605 candidatos. Acabada definición de un sistema de partido único, precisamente, un régimen en el que se vota pero no se elije.
Frente a ello, la única opción para expresar otra preferencia política es la abstención, lo cual no reporta fehacientemente la autoridad electoral. Con lucidez, la ONG “Cuba Decide” intentó medirlo de forma independiente, siendo víctimas de la habitual coerción del gobierno. No obstante informaron que el abstencionismo alcanzó al 37% de los habilitados a votar. Es un comienzo.
En dirección cubana fue Maduro con la elección de la Asamblea Nacional Constituyente el 30 de julio pasado, una fraudulenta votación de soviets. Los partidos de la MUD habían acordado desconocer todo lo emanado de dicha constituyente según la consulta realizada dos semanas antes, el 16 de julio. Ello explica el inmediato rechazo de la comunidad internacional y el pronunciado aislamiento del régimen.
De hecho, el gobierno de Maduro estaba en coma, como tantas veces, pero la MUD diligentemente conectó el respirador, también como tantas veces. El oxígeno llegó a partir de la decisión de participar en las elecciones regionales de octubre y las municipales de diciembre, ambas plagadas por el fraude electoral, las inhabilitaciones y la persecución de opositores, a su vez forzados a reconocer a la Asamblea Constituyente.
Es por ello que el chavismo siempre ha preferido la imitación de una democracia competitiva por sobre un régimen de partido único leninista como en Cuba. Lo mismo ocurre hoy, con un razonamiento según el cual repartir 35-40 puntos entre algunos dóciles opositores le daría un barniz de legitimidad para neutralizar el aislamiento y, en su realidad paralela, negociar el levantamiento de las sanciones, lo único que le duele al gobierno.
Aclárese que el chavismo no descubrió la pólvora. Con una mímica de la democracia gobernaba Stroessner y ganaba elecciones. En 1958 fue candidato único, pero a partir de los sesenta permitió la participación de los partidos de oposición Liberal, Radical-Liberal y Febrerista. Fue vencedor en siete elecciones consecutivas, con abrumadoras mayorías a su favor.
Votar tampoco significaba elegir allí, pero con un sistema multipartidista existían diferentes mecanismos de control: una mezcla de cooptación y coerción de la oposición legalizada, y luego el fraude. Lo cual nos lleva otra vez a Venezuela y a entender que la desesperación electoral de Maduro está marcada por su necesidad de legitimarse, a esta altura imposible de lograr sin opositores dispuestos a socorrerlo.
Así se explica la candidatura de Henri Falcón. Su colaboracionismo con el régimen es legendario, lo cual se confirma hoy tan solo con la foto junto al embajador de Venezuela ante las Naciones Unidas, intentando ambos entrevistarse con el Secretario General Guterres. Si una imagen vale más que mil palabras, un aviso publicitario la usaría para presentar a Falcón como subcontratista de la franquicia PSUV. Algunos piensan que es la hora del neochavismo.
Casi al mismo tiempo surgió el Frente Amplio Venezuela Libre, conformado por los partidos de la MUD. No es claro si esta nueva plataforma buscará un espacio electoral. No se entiende, de otro modo, que hayan pedido al régimen “una elección sin trucos, sin trampas ni emboscadas”. Si Falcón es el subcontratista de la marca oficialista, el Frente Amplio tal vez esté concebido como el rebranding de la MUD.
Esto ocurre cuando una marca pierde credibilidad en el mercado. Una reciente encuesta de la firma Meganálisis indica que el 61.7% de los venezolanos no acudirá a votar, que el 79.5% desea la partida de Maduro del poder, que el 80.7% descree de los resultados electorales que anuncie el gobierno, y que los políticos con mejor imagen son los abstencionistas Antonio Ledezma y María Corina Machado. Ningún político vinculado con la MUD tiene más del 6% de imagen positiva.
En un sistema diseñado para el fraude, como sucedió tres veces en 2017, ser parte de las próximas elecciones significa ser funcional al régimen. Quien participe reducirá la abstención, que es el verdadero voto protesta. El sondeo de opinión antes mencionado sugiere que la oposición debería estar abocada a medir ese abstencionismo tal como lo hizo la sociedad civil cubana. Caso contrario, le entregarán al régimen la cuota de legitimidad que necesita. Todos conocen quien será el vencedor el 20 de mayo.
Si el análisis histórico comparado sirve de algo, pues es útil para recordar que con elecciones, partidos de oposición, manipulación, coerción y fraude, Stroessner gobernó entre 1954 y 1989. Desde luego, no abandonó el poder por una derrota electoral. En eso terminó invicto.
@hectorschamis
Publicado originalmente en el diario El País (España)