Al menos 26 personas, en su mayoría adolescentes, murieron este miércoles cuando un suicida a pie se hizo estallar frente a la universidad de Kabul, donde se está celebrando el Noruz, las fiestas del año nuevo persa, indicó el ministerio del Interior.
Este ataque, el quinto en la capital afgana en las últimas semanas, fue reivindicado por el grupo Estado Islámico (EI), informó el SITE Intelligence Group, organismo especializado en la vigilancia de sitios internet islamistas. Por su lado, los talibanes negaron cualquier implicación en el ataque.
“El atacante hizo estallar su chaleco explosivo en medio de la multitud. La mayoría [de víctimas] estaban celebrando el Noruz”, dijo a la AFP Nasrat Rahimi, adjunto al portavoz del ministerio del Interior.
Otras 18 personas resultaron heridas, “todas civiles” y en su mayoría “adolescentes”, agregó.
El balance podría agravarse aún más. En efecto, el ministerio afgano de Salud cifró en 29 el número de muertos, y en 52 los heridos.
Según Nasrat Rahimi, el atentado se produjo antes un hospital ubicado frente a la universidad de Kabul, y a menos de 200 metros de Karte Sakhi, un mausoleo donde numerosos afganos se congregan cada año para celebrar el Noruz.
En octubre de 2016, el EI atacó este monumento religioso, matando a 18 personas que se habían congregado por el Achura, una celebración religiosa especialmente importante para la comunidad chiita.
El atentado es “un crimen contra la humanidad” declaró el presidente afgano Ashraf Ghani en un comunicado. El ataque se produce cuatro días después de un precedente atentado suicida en la capital, reivindicado esta vez por los talibanes, y que dejó dos muertos y varios heridos.
– 10.000 civiles muertos –
En 2017 más de 10.000 civiles resultaron heridos o muertos en Afganistán por la violencia, según cifras de la ONU. De ellos, 2.300 murieron o resultaron heridos en atentados, el balance más grave hasta ahora.
El lunes, la explosión de una moto bomba en Jalalabad, ciudad del este del país, causó al menos cuatro muertos y diez heridos.
Medidas de seguridad suplementarias habían sido adoptadas antes del Noruz, mientras los atentados se multiplican en Kabul, convertido en uno de los lugares más peligrosos de Afganistán.
La semana pasada el general John Nicholson, comandante de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán, declaró que la protección de la capital afgana era una prioridad.
A fines de enero, el presidente afgano Ashraf Ghani propuso a los talibanes iniciar conversaciones de paz, pero los insurgentes acogieron fríamente la propuesta.
Los talibanes rehúsan oficialmente cualquier negociación con el gobierno afgano, que califican de marioneta de Estados Unidos.
La semana pasada, reiteraron en su sitio internet estar dispuestos a negociar, pero únicamente con Washington, y no con Kabul, cuyo gobierno describen como un “régimen de esclavos” dependiente de los “invasores estadounidenses”.
Los talibanes han reconquistado mucho terreno desde el fin de la misión de combate de la OTAN en 2014, y han asestado muy duros golpes a las fuerzas de seguridad afganas.
En octubre, los insurgentes controlaban o ejercían su influencia en cerca de la mitad de los distritos de Afganistán, el doble que en 2015, según un informe publicado en enero por la agencia estadounidense SIGAR. AFP