Luis Alberto Buttó: El hombre que no calculaba

Luis Alberto Buttó: El hombre que no calculaba

Luis Alberto Buttó @luisbutto3
Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

El socialismo nunca supo sacar cuentas. La incapacidad en este sentido jamás fue coyuntural. Es decir, no fue producto de la circunstancial ignorancia de gobernantes cuyo supino desconocimiento de las complejidades sociales los condujo a adoptar medidas que, en vez de resolver los problemas detectados, conllevaron su agravamiento. Claro está, como expresión típica de la dinámica humana, de tanto en tanto ocurrieron metidas de pata garrafales. Pero, en verdad, las equivocaciones momentáneas no sintetizaron la real esencia del proceso. En líneas generales, la torpeza y la incompetencia no fueron las causas del fracaso, si bien éstas corrieron como río salido de cauce.

El axioma aquí implícito es que el socialismo es un sistema económico estructuralmente imposibilitado de generar el indispensable caudal de riquezas destinado a garantizar la prosperidad de los habitantes de cualquier país. El socialismo iguala a la gente en los niveles infames de la pobreza porque no hay manera alguna de que durante su vigencia se multipliquen los recursos necesarios para garantizar que la igualdad tangible sea la posibilidad de que cada quien incremente su bienestar particular producto del esfuerzo desplegado. Hubo maldad sin freno y fanatismo desbocado en el alma y mente de todos los que en su momento se empeñaron en imponer este sistema castrador de la inventiva y la innovación. La peor cuenta que sacaron los adalides del socialismo tuvo que ver con el futuro: lo restaron de un plumazo. Cuando pudo romper las cadenas de la dominación, la gente prefirió volver al pasado capitalista que mantenerse en la promesa del paraíso por venir que el socialismo le vendía a través de la propaganda. En algunos países, incluso, fue el propio liderazgo despavorido el que entendió la conveniencia de echar atrás las agujas del reloj. Al final, sólo la represión sanguinaria y el terror por ésta impulsado hicieron posible las décadas de miseria que el socialismo representó allí donde se instaló.





En Venezuela, el cuento no tenía razón alguna para diferenciarse. El anacronismo puesto en práctica trajo igual nefasto resultado. Para desgracia de la mayoría, la pauperización generalizada de la sociedad inherente al establecimiento del socialismo, cumplió en esta tierra el ciclo invariable mostrado en otras latitudes desafortunadas. Hoy en día, por ejemplo, se cuentan con los dedos de la mano, y sobran dedos, las familias venezolanas que no hayan atravesado problemas de alimentación, que no hayan experimentado la angustia de no poder atender de manera adecuada la enfermedad de alguno de sus miembros, que no hayan sido víctimas de la delincuencia enseñoreada, o que alguno de sus miembros no haya abandonado el país o esté pensando hacerlo. Aquí y allá, unos más, otros menos, como siempre va a ocurrir en cualquier conjunto social, no hay venezolano promedio que sienta que su nivel de vida ha mejorado o va a mejorar con el socialismo. Por el contrario, son millones los que están llorando el amargo dolor que la instalación de este sistema irracional y malévolo les ha causado en su historia individual. Por supuesto, entre los sufridos no están, ni estarán, los que, al igual que en otros países donde reinó el socialismo, en mayor o menor medida lucraron con la ideología. Tristeza, desaliento, insuficiencia y escasez son marcas hechas en el socialismo bolivariano del siglo XXI. Nada de original podía tener esta historia. No hubo reestreno en la miseria.

De nuevo, las cuentas se sacan mal. No son los ceros de la moneda lo que hay que acortar.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3