Víctor Vielma Molina: Venezuela nació de la virtud moral de sus libertadores

Víctor Vielma Molina: Venezuela nació de la virtud moral de sus libertadores

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La virtud moral no es pasión ni potencia, es hábito. El ser humano es movido por la pasión; mas, llega a la virtud moral por elección. Si hace práctica diaria de ella desde el término medio, será honesto y justo. Pero, si se aleja de este centro, delinquirá por exceso o por defecto. En otras palabras, si se va a los extremos, padecerá y hará sufrir. Y todo, porque falta a la ley de Dios, y viola, la de los hombres. Recordemos que: “la virtud moral —tal como la refiere Aristóteles en su obra Ética Nicomaquea— es una posición intermedia, (…), o sea que es un término entre dos vicios, uno por exceso, otro por defecto, y que es tal porque apunta al término medio en las pasiones y en las acciones”. En otro aparte Aristóteles escribe: “Las virtudes (…) resultan de la multiplicación de actos de justicia y de templanza.” Esto es, si el hombre mantiene y administra a sus instituciones, dentro del equilibrio de la virtud moral, sin lugar a dudas, conduce a buen término a su familia, a su comunidad, a su país.





Los vicios crecen y victimizan si la virtud moral desaparece de la elección del hombre. El impacto depende de la cultura, de la enseñanza y acatamiento que impartan las comunidades sobre las buenas costumbres y de la observancia que las autoridades hagan de las leyes que sustentan la convivencia y la Constitución. Si las instituciones no están bien fundamentadas y constituidas sobre bases sólidas en la población y en el Estado, el gobernante infractor, sin duda, destruirá la independencia y equilibrio de los Poderes Públicos, cercenará la libertad de expresión e impondrá censura contra los medios de comunicación social, creará leyes para desviar y momificar la capacidad interpretativa, crítica y moral de los pueblos. Además, por medio del terrorismo de Estado, difamará a sus adversarios, satanizará la protesta  y acudirá al crimen hasta intentar destruir, como lo dice León Tolstoy: “el último vestigio de fe y de moralidad en los hombres.” Todo, porque el delincuente busca actuar a sus anchas. La legalidad lo obstaculiza, la ilegalidad le permite avanzar hacia la transgresión. Aquí, no se trata de dividir a una sociedad entre malos y buenos. Es hacer prevalecer la observancia y acatamiento de las buenas costumbres y de la ley, referidas en la auténtica y legal Constitución. Quien delinque es culpable, porque él y solo él, escoge ser esclavo de los vicios, apartándose de la selección de la virtud moral. Aristóteles, lo reseña de la siguiente manera: “Allende a esto, no depende de nuestra elección airarnos o temer, mientras que las virtudes sí son elecciones o por lo menos no se dan sin elección.” Y más adelante agrega: “Finalmente, somos movidos por las pasiones, mientras que por las virtudes y vicios no somos movidos, sino que estamos de tal o tal modo dispuestos.”

Venezuela, nació de hombres que eligieron virtudes morales para abrirnos el camino hacia la libertad. Los miembros de la Junta Patriótica y Los Libertadores, estaban dotados de ética, gran entereza, capacidad de sacrificio, arrojo y valentía.  Muchos se desprendieron de comodidades y de riquezas. Por estas grandes cualidades, de manera cierta, nos dieron una patria libre. Con sus ejemplos, podemos manifestar que, quien no bebe de las fuentes de las virtudes morales y no lucha ni demanda derechos ni se sacrifica por el «Bien Supremo» de la nación, a nada tiene derecho.

En todas las épocas y en todas las naciones existen  hombres organizados, probos y valientes. Estos serán determinantes en la lucha contra gobiernos tiranos y la delincuencia organizada, tal como lo fueron los Padres de la Patria. Cumplir y hacer cumplir la ley es responsabilidad de los gobiernos; pero siempre, por virtud moral, para que la ley y las buenas costumbres prevalezcan, han de ser acatamiento, cumplimiento, observancia y exigencia de cada habitante, de toda la nación.

Los pueblos eligen gobiernos para que administren con idoneidad y concilien las partes confrontadas. Si los gobiernos resultan parciales, nefastos y corrompidos, la obligación de los pueblos es luchar para recuperar la legalidad, los derechos políticos, sociales y económicos. El pueblo sabe que Nicolás Maduro le arrebató el “poder originario constituyente” del Art. 347. La ciudadanía no permite que se rompa con el hilo constitucional de la República de Venezuela. Por tal motivo, “desconocerá a cualquier régimen”, tal como lo demanda el Art. 350. Además, el Art. 333 advierte, que la Constitución de 1999 no “perderá su vigencia” ni “por acto de fuerza” ni será “derogada por otro cualquier medio distinto previsto en ella”. Además, el Art. 333 dice: “En tal eventualidad, todo ciudadano” (…) “tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento  de su efectiva vigencia.” Por todas estas causas, las Elecciones  Presidenciales del 20-M, no curará a la enferma atmósfera política del país que intensifica la ilegalidad; al contrario, la dejará en peor situación. El tumor maligno de la ilegalidad hará septicemia en el pueblo, en el gobierno, en las instituciones y el Estado. La recuperación de la legalidad y del hilo constitucional, pasa por la derogación de la espuria Asamblea Nacional Constituyente (ANC). El país necesita que el gobierno y la oposición, con la habilitación de todos sus partidos, se midan, electoralmente, en igualdad de condiciones, bajo la transparencia legítima e imparcial de nuevas autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE), seleccionadas bajo las exigencias de las leyes.  Esta lucha es legal y está a derecho. La psiquis de la enferma atmósfera política de un país no se cura con placebos ni menjurjes ni estafas de curanderos. Las actuales arbitrariedades, las usurpaciones, la hiperinflación, la escasez y el hambre criminal no se reducirán, echándole más (ilegalidad) al fuego.

 

Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]