Economía, derechos humanos, salud, seguridad jurídica, seguridad personal, corrupción y abastecimiento, son palabras que día a día acompañan y califican al sustantivo “CRISIS” en Venezuela, al punto que a la fecha, combinadas en una suerte de tormenta perfecta, han convertido al país en una especie de alfombra de cuero seco ingobernable para Maduro & Compañía, pues no importa por donde lo abordes, por donde lo ataques, siempre habrá un flanco por donde salte una de las variables de la crisis multidimensional en la que está sumergido el país. Por ello, conviene hoy más que nunca repasar y resaltar con cierto detalle, las razones por las cuales el cambio de gobierno y su modelo político regresivo, tribal y nefasto, no solo es necesario, sino urgente y más allá, una cuestión de sobrevivencia de millones de venezolanos.
No se trata en este momento de un capricho o antojo de la dirigencia opositora por alcanzar el poder; y aunque suene rocambolesco, superar este modelo político y en consecuencia este trance, no es otra cosa que un merecido y justo intento por la salvación de una patria que va en camino directo a perderse en manos de mafias y entregada en bandeja de plata a intereses extranjeros.
Por eso, repasemos cual revisión del curtido de ese cuero seco en que se ha convertido la gobernabilidad del país, paseándonos apenas por la punta del iceberg de problemas que a su vez son en si mismos multidimensionales y de gran profundidad.
Así, encontramos por ejemplo una economía que más allá de sus complejidades macro o micro, aterriza y deriva en una incuestionable realidad; y es que el poder adquisitivo del venezolano está hoy en la última capa del subsuelo, con un salario mínimo integral que aún siendo benévolos en su lectura, al aplicarle la única tasa de cambio oficial vigente apenas alcanza Ochenta y Ocho CENTAVOS de Dólar diarios, si, solo “CENTAVOS”; lo cual explica sin mayores razonamientos, el porque de la crisis migratoria que casi a nivel de desangre observamos a diario ya no solo a través de nuestro aeropuertos, sino ahora también en nuestras fronteras terrestres y marítimas; y el porque inclusive la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), llegó al punto de emitir un Boletín recomendando un trato diferenciado y especial semejante al de refugiados a los migrantes venezolanos.
Siguiendo con la ruta de la crisis y entrando en la dimensión de los Derechos Humanos, y pese a que esta materia abarca muchos factores, basta revisar la alarmante y reveladora estadística del Foro Penal Venezolano, según la cual al 19 de Febrero de 2018, se estiman en DOSCIENTOS TREINTA Y SIETE (237) los presos políticos que actualmente ocupan las cárceles de nuestro país, entendidos como tales, aquellos detenidos o condenados por representar individualmente una amenaza política para el gobierno (líderes políticos y sociales), por ser parte de un grupo social al cual es necesario intimidar (estudiantes, militares, comunicadores) o porque simplemente son útiles al gobierno para sustentar su narrativa. Así, los presos políticos son parte de esa tormenta de problemas que debe enfrentar el gobierno, pues pese a su dramática, injusta y lamentable condición individual de estar privados de libertad, han servido para revelar al mundo entero la inocultable condición autoritaria del gobierno de Maduro, derivando de allí el cumulo de sanciones internacionales que se han impuesto individualmente a sus funcionarios y a las propias operaciones financieras de la República.
En cuanto a seguridad jurídica, luego del gran pico que supuso la gran maniobra populista iniciada con el llamado Dakazo de finales del 2013, vemos como esa conducta de continuo atropello de la ley y confiscación del esfuerzo ajeno, se institucionalizó con los desmanes inquisitorios que casi a diario se despliegan desde la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (SUNDDE), desde donde sus conductores de forma soez, en inobservancia de toda forma y extralimitación en sus funciones, hacen de las suyas a contravía de lo que precisamente deberían defender, pues los derechos socioeconómicos del ciudadano de a pie no terminan con simplemente aspirar a un precio justo, sino en exigir una economía que funcione y opere correctamente. Así las cosas, la inseguridad jurídica, traducida en la precariedad con la que puede operar cualquier comerciante, industrial, importador o exportador, y sus consecuencias devastadoras al liquidar la iniciativa, se suman como un ingrediente más a la tormenta creada por el propio gobierno.
Aterrizamos así en la dramática situación de la seguridad personal, donde lamentablemente portamos el estandarte de ser el país más violento de la Región, con una estadística reportada por la ONG InSight Crime para el 2017 de 89 homicidios por cada 100.000 habitantes o lo que es igual a VEINTISEIS MIL SEISCIENTOS DIECISEIS (26.616) homicidios perpetrados solo en el año 2017. Más allá de los fríos números, esta espantosa estadística de la violencia imperante en Venezuela revela por una parte el desprecio que la clase gobernante tiene por la vida; y por la otra, como la anomia o ausencia de reglas y consecuente impunidad, se han convertido en la única regla vigente en esta selva de concreto somalizada. Esto, no puede sino sumarse a los elementos que hacen a Venezuela ingobernable y si bien la violencia ha sido sistemáticamente cultivada y promovida desde el gobierno a lo largo de los últimos 19 años, son tempestades las que hoy cosechan.
Hablando entonces de anomia e impunidad, es inevitable pasearse por la desmedida corrupción que ha alcanzado dimensiones de saqueo al tesoro nacional. Cualquier número que se ponga hoy sobre la mesa para estimar el nivel y alcance del asalto al erario público no solo es una mera especulación, sino que sin duda se quedará corto cuando más temprano que tarde se revelen las verdades detrás de las descomunales tramas y guisos derivados del perverso control cambiario, de la desmantelada PDVSA y de las ligeras contrataciones públicas. Los NOVENTA Y OCHO MILLONES DE DOLARES (USD $ 98,000,000.00) supuestamente pagados en sobornos por Odebrecht a funcionarios venezolanos, quedarán como un chiste frente a lo que seguramente veremos en ollas que se destapen. Por ello, al raspar la olla, al no dejar nada en pie ni disponible, la corrupción es uno más de esos graves problemas que se levantan en el cuero seco de la ingobernabilidad.
Y es de esta forma como llegamos a ese mal que nos aqueja a todos y que es motivo de nuestras conversaciones diarias… Un mal que a su vez es una consecuencia de todos y cada uno de los factores arriba descritos, pues la suma y combinación de una economía paupérrima, con irrespeto constante a los derechos humanos fundamentales, con un sistema de salud destruido, con ausencia de seguridad jurídica, grave inseguridad personal y consumido por la corrupción, no puede sino derivar en un grave problema de abastecimiento que va desde los bienes más esenciales, cuyo acceso en cualquier parte del mundo están fuera de discusión, hasta otros tantos imprescindibles para avanzar en las dinámicas y retos que nos impone el Siglo XXI. Es así como encontrar un antibiótico básico se ha tornado en una hazaña; como observamos que pacientes con insuficiencia renal mueren por la imposibilidad de dializarse; como vemos a portadores del HIV fallecer por la ausencia de antiretrovirales; como un país productor de petróleo y con las reservas probadas más grandes del mundo, importa lubricantes, gasolina y otros derivados; como una industria petroquímica de un país petrolero no tiene gas para producir polímeros y debe importarlos; como tenemos escasez de gas doméstico y enfrentamos cortes eléctricos y de agua casi a diario, cuando no a diario y por largos periodos en algunas zonas del país. En fin, un deterioro grave, acelerado y permanente del país entero.
Pese a lo devastador de lo anterior, no todo es malo y frente a ese gobierno que ha creado esta versión de país ingobernable, inviable e insostenible, hay aún un país, hoy por cierto mayoría, que apuesta por el cambio y por superar este accidente político que ha manchado la historia de Venezuela. Las razones, como quedó anotado, sobran y nadie en su sano juicio ni en pleno uso de sus capacidades mentales puede creer que hoy Maduro, enemigo del pueblo, pueda contar con la preferencia de la mayoría. En ese sector nos anotamos quienes promovemos un cambio para bien, para dar un salto a la modernidad, la innovación, la evolución, la transparencia y para alcanzar un gobierno que trabaje en construir y brindar prosperidad a sus ciudadanos. Ahora mismo si bien somos mayoría quienes apostamos a ello, estamos obligados a entender y asumir que el reto que tenemos por delante es mayúsculo y que por tanto la construcción de la alternativa en democracia a la emboscada electoral organizada y promovida por el gobierno, es responsabilidad de todos y cada uno de quienes nos anotamos al cambio. Nadie sobra, todos hacen falta en este nuevo episodio que está en plena construcción!
Cástor González
.Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana (CPFC)
@castorgonzalez