El día a día de nuestras cárceles es espantoso. El Observatorio Venezolano de Prisiones lo califica como “el infierno carcelario’’. Hacinamientos que rebasan hasta 450% la capacidad física; desacato a las normas mínimas de las Naciones Unidas, a las llamadas Reglas Mandela. Muertes por desnutrición, dietas de solo arroz blanco, intoxicación por comida podrida y hasta por desesperada ingesta de roedores, imperio de pranes, autoridades corruptas, justicia tarifada, nulas posibilidades de reinserción de quienes en esas condiciones pagan delitos. Es nuestro Gulag de la barbarie. Ya de larga data.
Marzo, 2018: 70 muertos en el centro de detención preventiva de Valencia. Sin trascendencia para que la Ministra de Prisiones o el Golem gobernante se pronuncien. Este último, más preocupado por la expulsión de diplomáticos rusos en EE.UU.
Enero y febrero este año: 26 reclusos muertos, miles en huelga de hambre y otros en huelga de sangre, 300 reclusos de El Rodeo II son castigados enviándolos a la ominosa cárcel de El Dorado, por protestar por maltrato físico, insalubridad y pésima alimentación.
Agosto, 2017: en una requisa 39 presos son asesinados en el Centro de detención preventiva del Estado Amazonas. Una acción sin intervención de la Defensoría del Pueblo ni del Ministerio Público. Algunos reclusos informan previamente a sus familiares estar bien porque ya se habían rendido, pero luego son masacrados, algunos torturados antes de ser ejecutados.
Junio, 2011: tres ciudadanos en un centro de detención preventiva del CICPC son brutalmente asesinados a batazos por funcionarios policiales. Chávez se limita a solicitarle al jefe del organismo que debería sacar “las manzanas podridas” de ese cuerpo. La Asamblea Nacional obstaculiza la interpelación del ministro responsable solicitada por la oposición.
La realidad de nuestras prisiones obedece a la naturaleza de este régimen, encaja con su infravaloración de la vida humana. En Venezuela se ha vulgarizado la muerte…