El juez Sergio Moro estableció como plazo las 17:00 horas del viernes 6 de abril para que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva se entregue a las autoridades e inicie a cumplir su condena, de 12 años de cárcel y un mes.
AFP
El juez brasileño Sergio Moro emitió este jueves una orden de prisión contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, condenado a 12 años y un mes de cárcel por corrupción, dejándole la posibilidad de entregarse voluntariamente en un plazo de 24 horas.
El partido de los Trabajadores (PT) del exmandatario (2003-2010) convocó de inmediato a una “movilización general” contra la detención de su líder.
Moro, emblema de la operación Lava Jato, indicó en su decisión que le concede a Lula, “en consideración de la dignidad del cargo que ocupó, la oportunidad de presentarse voluntariamente” ante la Policía Federal de Curitiba (sur) antes de mañana viernes a las 17H00 (20H00 GMT).
Prohibió además “la utilización de esposas en cualquier hipótesis”.
El líder de la izquierda, de 72 años, favorito en todos los sondeos para las elecciones presidenciales de octubre, ha mantenido silencio hasta el momento.
Poco después de la orden, periodistas de la AFP vieron salir al exmandatario en automóvil del Instituto Lula en Sao Paulo.
La medida sorprendió por su rapidez, menos de 24 horas después de que el Supremo Tribunal Federal (STF) rechazara por un estrecho margen de 6-5 un recurso de la defensa del expresidente (2003-2010) para recurrir la sentencia en instancias superiores en libertad.
La orden de Moro se dio tras haber sido autorizado a emitirla por el tribunal de apelaciones de Porto Alegre, que ratificó su condena en enero.
Uno de los abogados de Lula, José Roberto Batochio, lamentó la decisión, que a sus ojos no respeta la posibilidad de presentar unos últimos recursos. “Estamos en un estado de derecho, los poderes tienen sus propias atribuciones”, dijo el letrado a la televisión Band Nuews.
Lula, sereno
La presidenta de la formación, Gleisi Hoffmann, se reunió por la mañana con Lula y aseguró que estaba “bien, sereno, con la consciencia tranquila de los inocentes”.
Esta sería “una prisión política que vulnera la presunción de inocencia” y que, de concretarse, mostraría a Brasil como una “republiqueta bananera”, afirmó Hoffmann.
Imputado en otros seis procesos judiciales, el exmandatario niega todas las acusaciones y las considera parte de un complot de las élites para que no pueda volver al poder después de haber dejado el cargo en 2010 como el presidente más popular de la historia reciente de Brasil.
¿Candidato entre rejas?
Paradójicamente, la ley brasileña permitiría que Lula haga precampaña desde la cárcel, ya que su postulación solo debería ser invalidada en agosto por la justicia electoral, que impide participar en comicios a personas condenadas en segunda instancia, como es su caso desde enero.
“La principal cuestión es saber lo que el fallo [del STF] significa para las elecciones. No está claro a dónde irán los votos de Lula. Pero vale la pena apuntar que Lula tendrá probablemente más dificultades en transferir sus votos a un candidato de izquierda desde la cárcel que si estuviera en actos de campaña”, escribió la consultora Capital Economics en una nota de análisis.
Para los fiscales y jueces de Lava Jato -la operación que desde hace cuatro años viene revelando una gigantesca trama de sobornos en la que también están implicados el presidente Michel Temer y varios de sus aliados- la inminente encarcelación de Lula es un golpe ejemplar contra la corrupción.
Con el PT pudiendo verse forzado a cambiar de candidato a último momento, los comicios de octubre se prevén como los más inciertos desde la restauración de la democracia en 1985.
“Si Lula fuera candidato, estaría en el segundo turno de las elecciones. Si queda fuera, el juego queda abierto y el candidato con mayor preferencia pasa a ser (el diputado ultraderecista) Bolsonaro, con un 21% de preferencia, y otros candidatos en torno al 10%. Entonces, el segundo turno pasa a estar abierto”, dijo a la AFP Michael Mohallem, analista de la Fundación Getulio Vargas en Rio de Janeiro.