La boa constrictor, todos lo sabemos, ustedes lo saben, mata a su presa por constricción hasta estrangularla.
Ignoro si las maldiciones y otras imprecaciones causan efectos parecidos a la constricción o a los que muestran algunas películas terroríficas que evocan la Edad Media, tan oscura ella. Lo cierto es que se han puesto de moda esas maldiciones en las redes sociales, lo que hace pensar en la reproducción de los deseos maléficos y en su anclaje aún en nuestra sociedad, sobre manera en los jóvenes que extienden estas creencias populares. Esos jóvenes que no hayan más respuesta posible ante lo que les ocurre (nada bueno) que manifestar su desahogo para tratar de contener, así sea mediante la magia de la palabra, los perniciosos efectos de las acciones gubernamentales para con ellos y con todos.
Pero una cosa es la ficción y muy otra la realidad en esta película-culebrón asesina. Como boa constrictor y sus efectos mortales.
El efecto boa constrictor es el que se ha ideado desde fuera. El animal puede que sea nuestro, pero la idea es foránea y va causando sus estragos en la victima, lentamente. Es este proceso que algunos llaman malamente aislamiento.
Obviamente no es eso, aunque se trate de resolver en islas como República Dominicana o Puerto Rico. Tampoco es un cerco. Ni habrá la invasión que algunos fervientemente desean y buscan propiciar. Es un efecto que aprieta, jala y procura un pataleo propio del estertor de la víctima, sin veneno, sin sangre.
Parece muy lento, pero luce efectivo, al extremo. Allí va la boa, medio diabólica, ya que los jóvenes quieren misterio medieval, como si el que hay fuera poco. La boa va triturando en su lento avance sostenido, mientras la gran víctima luce indispuesta a propiciar escapatoria posible: los cuatro costados allanados para estrangular inmisericordemente. Así: Colombia, EEUU, Canadá, Panamá, sin o con papers, Brasil, Argentina, Chile, Perú, La UE, mientras sus distantes amigos nada pueden ni parecen querer hacer para llegar a evitar el colapso, del país ni del gobierno, para darles desde China o Rusia o Cuba, algún respirito económico, político.
En Perú, la cumbre será otro templón más, fuerte; hasta Santa Lucía, no el popular poblado mirandino, sino esa islita-país se siente preocupada porque la monstruosa serpiente avanza en su proceso de estrangulamiento. Esto mientras a lo interno la contribución parece un sonar de pataletas distintas, un intenso deseo de recoger las sobras, o se aprecian asombrados por ver la rodada en vivo de la película recreadora medieval de la muerte misteriosa, por el quiebre del osario, por el ahogo calculado desde afuera y, por algunos, finamente trabajado.
Se siente ese perder de energía vital de la víctima, pronto vendrán los epilépticos zarandeos corporales, las contorsiones de escapista preso, la pérdida de órbita ocular. Tremendo plan urdido con tenaz dedicación infalible. La intervención es esta tenaza matadora. Todavía falta. Se aproxima más y más el momento del brote de la sanguaza bucal, de la exhalación de ese deseado último suspiro que llaman. Del último ¡ay! desganado de la extinción.
A última hora llega la información de que Míster Trump no irá a la cumbre en Perú ni a Colombia, como estaba previsto. ¿Será que existe un desenlace con los apretones funcionando? ¿Habrá rendido sus frutos la visita del congresista americano recién venido? Los minutos para la boa y para la victima cuentan. También para nosotros. A lo mejor aprieta y gana.