El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) presentó recientemente su informe. Y los datos, como era de esperarse, son el mejor reflejo de cómo los venezolanos estamos reaccionando ante la miseria, la escasez, la inseguridad y el hambre. El deterioro y el colapso de la calidad de vida provocaron que, durante el primer trimestre de 2018, las protestas registraran un incremento del 93%, en comparación con el mismo período de 2017. Y la única respuesta del régimen ante los reclamos de la población se refleja también en el incremento considerable del número de detenciones. Lo que Nicolás y su mafia no son capaces de entender es que, reprimiendo, encarcelando o intentando acallar los reclamos de la sociedad civil, no cambia ni un ápice la realidad venezolana, porque el deterioro es de tal magnitud que es imposible ocultarlo.
Las causas que han originado el incremento de las protestas durante los primeros meses de este año, según lo que refleja el informe, son las fallas en los servicios públicos (no tenemos agua, se interrumpe el servicio eléctrico, no hay gas y los teléfonos de nuestras casas quedaron como objetos decorativos, porque amplios sectores del país, que otrora contaban con el servicio han sido víctimas de unas averías irreparables). También, la escasez de alimentos y medicamentos han hecho que los venezolanos se vuelquen a las calles en busca de alguna respuesta por parte de los organismos encargados y responsables de garantizar estos derechos consagrados en la constitución. Pero, en Venezuela, morir de hambre o morir por falta de medicinas ahora es una posibilidad que el régimen se ha encargado de hacer muy socialista y reparte de manera equitativa.
A todo este cóctel de conflictividad, se le unen otras variables que no dejan de aportar su nivel de presión para que los estallidos, las protestas y los brotes de saqueos repunten. Intenten ir a un cajero automático a retirar efectivo. ¡No hay! Y, si hay, las colas son inmensas y los retiros limitados a un monto que ya no es capaz de pagar lo que cuesta el estacionamiento. Los billetes están tan escasos como los medicamentos que necesitan los pacientes trasplantados para poder vivir o como la quimioterapia que le urge a los niños del JM de los Ríos, quienes juntos con sus madres, trancaron las calles para ver si lograban alguna reacción del Estado. El efectivo, pasó a ser un lujo, con el que muchos especuladores –esos aprovechadores tramposos que nunca faltan en el país- han hecho un negocio que duplica sus ganancias. En contraposición con los trabajadores de los sectores formales que ven cómo, a diario, su salario se diluye y pierde capacidad de compra en esta Venezuela hiperinflacionaria que Nicolás y su mafia engendraron, y que se ha transformado en un grotesco modelo económico que devora despiadadamente todo lo que encuentra a su paso.
No puedo dejar de comparar los resultados del informe del OVCS con las advertencias que hacen los psiquiatras y psicólogos sobre la influencia que tiene la terrible “situación país” en el incremento de la disfuncionalidad mental, generada por una discapacidad social que se alimenta de la situación política y económica. Es decir, la “situación país” está provocando una alta tasa de depresión en los venezolanos, una enfermedad muy peligrosa, cuyas consecuencias pueden ser devastadoras cuando no se atiende. Por eso, según los expertos, hemos experimentado un incremento alarmante en la tasa de suicidios: hombres, mujeres o ancianos que, en medio de la depresión y la desesperanza que les produce la situación actual de Venezuela, se ven acorralados y optan por tomar una fatal decisión.
La magnitud de la crisis; sumada a la indolencia, perversidad y astucia del régimen por mantenerla, están provocando en Venezuela fenómenos sociales en los que las protestas, las huelgas, los saqueos o, por qué no, el éxodo masivo de compatriotas buscando calidad de vida y seguridad, no son extraños. Son indicadores que incrementan, tal como lo demuestran los estudios, incluido el del OVCS. Tasas comparativas que, de 2017 a 2018, aumentan como resultado del crecimiento exponencial de la pobreza, el hambre, la escasez, la miseria, la corrupción, el deterioro de los servicios públicos, la reducción de las fuentes de empleos o las trabas para generarlos…
¡Queremos calidad de vida! ¡Queremos seguridad! ¡Queremos servicios públicos! ¡Queremos medicinas! ¡Queremos comida! ¡Queremos vivir en paz! Son los carteles que se ven en las distintas manifestaciones que brotan en las calles, y que no son más que los gritos, ¡el clamor! de cada venezolano que intenta reclamar su derecho, con la esperanza de que el régimen reaccione enviando soluciones y no a sus violentos cuerpos de seguridad para disolver las protestas.
@mingo_1
Instagram: mingoblancotv