Sin el protagonismo de hace dos décadas, la disidencia cubana llega dividida al histórico relevo presidencial de Raúl Castro, en busca de nuevas vías para cambiar un sistema de gobierno que no les ha dado respiro.
“Se trata de superar algunas de nuestras debilidades como oposición y al mismo tiempo pensar que ahora mismo hay una transición en el poder que debemos tratar de aprovechar para que se convierta en transición política hacia la democracia”, dice Manuel Cuesta Morúa, quien le ha dedicado 26 de sus 55 años a la disidencia.
En un modesto apartamento en Alamar -este de La Habana- donde convive con su madre, espera el 19 de abril, cuando Raúl Castro (86) cederá la presidencia muy probablemente al vicepresidente primero Miguel Díaz-Canel, de 57 años.
Frente a estrategias combativas infructuosas de la disidencia durante seis décadas, Cuesta reflexiona: “Creo que las épocas de las rebeliones totales contra regímenes opresivos ha terminado. Las revoluciones árabes demostraron que estas no necesariamente llegan a la democracia”.
Por ello apuesta por vías institucionales. Una estrategia para generar cambios “desde dentro”, como la que promovía Barack Obama, interlocutor del afrocubano Cuesta en dos ocasiones.
“La disidencia parece muy fragmentada y privada de oportunidades para intervenir en el debate público, dada su exclusión de los espacios de comunicación y los mecanismos de participación electoral”, consideró Jorge Duany, director del Instituto Cubano de Investigación de la Universidad de Florida.
– Radicales vs institucionales –
Cuesta ve una oposición “madura” pero dividida entre los que apuestan por las protestas callejeras y los que buscan cambios por vías legales.
Las Damas de Blanco, partidarias de la primera opción, promovieron sin resultados durante más de 40 domingos la iniciativa “marchamos todos”, que terminó impedida por la policía.
“Presión total, sin concesiones: ese es el camino para derrocar al castrismo”, defendió en un foro el activista Antonio González-Rodiles. Opositores como Guillermo Fariñas y José Daniel Ferrer comparten esa posición.
La otra vertiente agrupa a organizaciones como la Mesa de Unidad de Acción Democrática (Muad), Otro 18, y Cuba Decide, que encabeza Rosa María Payá.
“Casi un 70% de la sociedad civil está de acuerdo en participar en un proceso constitucional no solo de participación electoral, sino también de reforma electoral”, considera Cuesta.
Más del 85% de cubanos habilitados fue a las urnas en marzo para ratificar en votación cerrada -igual número de candidatos para igual número de escaños- a su Asamblea Nacional. Votar en Cuba es voluntario pero no hacerlo es mal visto socialmente.
– Los obstáculos –
No es una tarea fácil. “El primer obstáculo exterior es la represión del gobierno”, dice Cuesta. Explica que los prolongados encarcelamientos de la época de Fidel Castro (1959-2006) fueron sustituidos por una estrategia de cortas detenciones con Raúl al mando.
“La represión no ha cambiado, solo ha cambiado la táctica”, dice Robin Guittard, director de Amnistía Internacional para el Caribe.
Según la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos, el total de detenciones políticas en 2017 fue de 5.155 personas, la mas baja en seis años.
Cuesta detecta también problemas internos. “Creo que un obstáculo a superar es la intolerancia”, tanto para “visiones ajenas” como por prejuicios raciales, de género, y orientación sexual.
La reforma migratoria cubana de 2013 permitió que muchos dirigentes opositores viajaran con frecuencia. Líderes como el joven Eliecer Avila, emigraron con su familia. En tanto, Payá reside en ambos lados del estrecho de Florida. Esto debilita a las organizaciones internas, según Martha Beatriz Roque, una veterana opositora.
Tras la visibilidad de hace dos décadas en plena crisis económica, la disidencia perdió fuerza. También los diezmó la visita de Obama en 2016 y su interés de promover cambios en Cuba a partir de “emprendedores”, y otros grupos menos tradicionales como ambientalistas o activistas LGTB.
Pero Donald Trump llegó, endureció su trato a Cuba y los apoyó en un acto en Miami en abril de 2017. Incluyó en el presupuesto 2018 los 20 millones de dólares anuales que ya destinaba Obama para “fomentar la democracia” en la isla. Cuba regresó entonces a la trinchera ideológica.
– Sin cercanía ciudadana –
Además, la oposición “no ha encontrado el camino correcto para llegar al pueblo”, admitió Roque en 2017 al hablar en la Fundación Nacional Cubano Americana, bastión del anticastrismo en Estados Unidos.
Un informe de 2009 de Jonathan Farrar, entonces jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, revelado por Wikileaks, destacó la falta de “resonancia entre los cubanos de a pie” de los principales grupos de la oposición. Opinó que “su mayor esfuerzo se dirige a obtener suficientes recursos” para vivir.
Desde 1959 Estados Unidos acogió a organizaciones disidentes. Buena parte de la disidencia reconoce que recibe ayuda financiera de grupos anticastristas de Miami. Las autoridades cubanas los consideran “mercenarios”.
AFP