La legitimidad de las mentadas “elecciones” programadas para este año desde el poder político malamente establecido en Venezuela no está en discusión. Y no lo está porque son “elecciones” mal nacidas a las que les encaja bien aquel dicho de mal comienzo mal acabado. El mundo sabe que no son legítimas, lo saben los ciudadanos venezolanos, los votantes, los niños, las amas de casa, los perros y gatos callejeros que van quedando.
Elegir es un derecho humano, contemplado, expuesto, por la Declaración Universal de estos derechos del mejor modo posible, del modo más confrontado con nuestra realidad actual. Parece un terrible chiste, de pésimo gusto, cuando uno establece la comparación, desde el inicio del parágrafo 3 del Artículo 21 de ese extraordinario documento universal: “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público”. Pues la voluntad del pueblo no puede expresarse coartada de ningún modo, porque luego no es voluntad, constituye así una imposición sobre la misma: bien (mal) sea por comida o por esa selección previa, anticipada, coartadora, como está estatuida, de los contendientes, en este cedazo por el cual han tamizado la participación y la representación: dirigentes políticos presos, perseguidos, exiliados, acosados, inhabilitados, a la par de los comprados. Después, el artículo en cuestión refiere a que las elecciones deben ser “auténticas”, parece un llamado premonitorio a evitar las diversas triquiñuelas que por largos años ha establecido el CNE para robarle la autenticidad al acto electoral. Para eso Smarmatic hizo su público pronunciamiento clarificador, objetivo, de lo que todos sabemos años ha. Trampa a la vista, trampa ejecutada.
Según el mencionado artículo: las elecciones deberán hacerse periódicamente; así, según nuestra Constitución, ese librito en desuso oficial hace años, trocado en Asamblea Constituyente espuria, corresponden este año para la Presidencia de la República, nada menos. Y, si bien esta cantidad de estiramientos, postergaciones, le van restando seriedad al asunto y opera en favor del descrédito de su organización y realización, no basta. Léase y escúchese bien: no basta con solicitar su postergación, ni bastan unas “elecciones” con mejores condiciones, como si uno pidiera aceite para la ensalada, porque está escasa de un ingrediente que aligere. ¡No! Se trata de retornar a la democracia o salir de la dictadura, como quiera verse. Además, el voto debe ser universal, como es el documento de la Declaración de los Derechos Humanos, universal. Según este documento del cual somos firmantes además, debemos votar todos los participantes, los que se fueron y los que quedamos en la calamidad propiciada desde el gobierno, sin aceptar que reduzcan la participación de los desterrados por hambre, por necesidad, por falta de condiciones. Lo del voto secreto ni hablar, mermada esta condición como ha estado recientemente por los puntos rojos, ese nombre de galleta, por los carné patrióticos y otras chirimoyas inventadas para evitar que la gente se exprese a conciencia, por la infinidad de votos asistidos por fisgones del partiducho rojo. Y, finalmente, habla el artículo de la garantía de la libertad del voto.
¿Libertad? Mientras Leopoldo López y otros dirigentes tengan un grillete, así sea electrónico, así esté en su casa, es grillete, es prisión que nos aprisiona a todos por igual, es silencio e incapacidad de manifestación, de habla, de acción. Grillete que percibimos, padecemos, humillantemente adosado a nuestra carne como soga de niebla (uso términos de la obra de teatro censurada de Rengifo cuando la dictadura anterior). Con grillos no hay votación libre. A ella debemos volver y no están dadas las condiciones por todo lo antes manifestado aquí. Dirán algunos que no es momento de ser idealistas sino pragmáticos, y es así, embobados a las urnas, no. El pragmatismo consiste en saber si es votando así como saldremos de la calamidad y como la respuesta es no, busquemos las alternativas, propiciemos las alternativas, sigamos generando la presión interna y externa para que ocurra lo que debe ocurrir: la estampida de la satrapía. Y digamos con Maluma convocando nosotros a la libertad, con amor: “Yo no necesito un GPS/Pa´ llegarte siempre donde estés.
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