Migrantes de Honduras, Guatemala y El Salvador, que a finales de marzo iniciaron una larga travesía rumbo a la frontera de Estados Unidos desatando la ira del presidente Donald Trump, tendrán que decidir el domingo si se arriesgan a ser deportados al cruzarla o construyen una vida en México.
Después de varios tuits de Trump mostrando su enojo, autoridades fronterizas de Estados Unidos dijeron que algunos miembros de la caravana habían sido atrapados intentando cruzar la frontera y alentaron al resto a entregarse a las autoridades.
“Somos un país muy acogedor, pero al igual que tú en tu propia casa, esperamos que todos entren por la puerta de ingreso y respondan las preguntas con sinceridad”, dijo en un comunicado el jefe de la Patrulla Fronteriza de San Diego, Rodney S. Scott.
La mayoría de los 400 viajeros que en los últimos días arribaron en ómnibus a la fronteriza ciudad de Tijuana dijeron que tenían la intención de buscar asilo en San Diego el domingo, pero sus asesores legales les han advertido que no todos tendrán éxito.
Tras el agotador viaje, un estado de ánimo sombrío se apoderó del grupo pues saben que muchos de ellos podrían verse obligados a separarse de sus seres queridos.
Abogados estadounidenses especializados en temas de inmigración que trabajaban de forma gratuita en la ciudad escucharon el sábado historias desgarradoras sobre la vida de los migrantes en sus países de origen.
Amenazas de muerte de pandillas, asesinatos de familiares, violaciones por represalias y persecución política en su país son algunas de las razones que los llevaron a huir, dicen inmigrantes y abogados.
Muchos de los inmigrantes que hablaron con Reuters en varios puntos durante su periplo a través de México contaban con poca información sobre sus derechos, pero algunos de ellos narraron historias detalladas de amenazas de muerte.
Como migrantes centroamericanos con serias carencias económicas viajando en una ruta peligrosa a través de México, temían que pudieran ser asaltados, vejados, arrestados y atacados en el camino, por lo que hacerlo en caravana era su única protección, dijeron.
Los abogados aconsejaban qué casos tenían mayores posibilidades de aprobar el examen de “temor creíble” requerido para iniciar el largo y, a menudo, difícil proceso de asilo en Estados Unidos, dijo la organización de derechos de inmigrantes Al Otro Lado.
“Mucho dependerá de qué tan bien puedan articular su caso”, dijo uno de los abogados, que prefirió permanecer en el anonimato. Al resto de los viajeros se les recomendó quedarse en México, lo que eliminaría el riesgo de que las autoridades estadounidenses los obliguen a volar de regreso a casa.
“Esperaremos y veremos”, dijo el hondureño Bryan García, sentado al lado de una niña de cuatro años, Nicole, quien estaba comiendo una galleta de fresa mientras esperaban que su madre saliera de una reunión con un abogado.
Nicole y su madre son de El Salvador. Se hicieron amigos de García durante el viaje en la caravana, y los adultos terminaron enamorándose.
Pero García no pedirá asilo y se quedará en Tijuana, ya que en una ocasión anterior fue deportado desde Estados Unidos. “Tendremos que tratar de mantenernos en contacto”, dijo, mientras Nicole dejaba de comer su galleta y parpadeaba hacia él.
Trump ha estado presionando a México para que su vecino del sur detenga a los migrantes antes de que lleguen a la frontera, condicionando el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con los esfuerzos mexicanos para frenar el flujo de centroamericanos.
La fricción ha coincidido con los esfuerzos de los equipos negociadores de México, Estados Unidos y Canadá para modernizar el TLCAN, y funcionarios dicen que un acuerdo podría estar a solo unas semanas de concretarse luego de meses de conversaciones.
Cada año, México deporta a decenas de miles de centroamericanos a través de su frontera sur con Guatemala. Reuters