Los periodistas afganos, en su mayoría jóvenes, que se conocen bien porque cubren los mismos atentados en su país en guerra, han tenido que acostumbrarse a la muerte porque, como dicen, “forma parte del oficio”.
La muerte de diez periodistas en un solo día, el lunes, entre los que estaba Shah Marai, el jefe de fotografía de la AFP en Afganistán, no cambiará su determinación a seguir cubriendo el conflicto porque consideran que es su obligación.
Igual que Shah Marai, que murió junto a otros ocho periodistas en un atentado en Kabul, la capital, los periodistas afganos salen corriendo de sus oficinas cada vez que hay un ataque y vuelven a ver por enésima vez las escenas de horror, los cuerpos desmembrados y las vidas rotas.
El lunes, tras un atentado inicial en Kabul al que acudieron los periodistas, un kamikaze que llevaba una cámara de fotos para hacerse pasar por periodista se hizo estallar cuando llegaron.
“La muerte está por todas partes, no puedes saber donde ni cuando te golpeará”, dice Zakarya Hasani, de 27 años. “He tenido que hacer callar el miedo que tengo en el fondo de mi, tenía que hacerlo, la muerte forma parte del oficio, de mi vida profesional”, afirma.
Durante tres años, Hasani, ahora free-lance, trabajó para la cadena de televisión 1-TV, que perdió a uno de sus cámaras el lunes.
El periodista Ghazi Rassouli, de 21 años, una de las víctimas del atentado, era amigo de Hasani — “el mejor tipo del mundo”, y como otras víctimas estaba a punto de casarse.
“Tengo que continuar trabajando, no puedo dejar de pensar en lo que pasó aquí porque estoy aquí físicamente. Incluso si me siento en peligro”, asegura.
– Presiones familiares –
“Claro que tengo presiones de mi familia para cambiar de trabajo. Ayer todos me llamaron para decirme ‘deja este trabajo que nos separa de tí’. Pero por el momento la respuesta es no”, añade.
Zainab, una periodista de 23 años en unos de los principales periódicos del país, el Hasht-e-Subh, también resiste a la presión de su madre.
“Quiere que renuncie pero no puedo dejar de informar, es justamente lo que quieren los talibanes y Daésh”, acrónimo en árabe del grupo yihadista Estado Islámico.
Preguntado por la AFP, el redactor jefe de Zainab, Parwiz Kawa, destaca “el nivel de compromiso de los medios afganos, en su mayoría formados por jóvenes educados que sienten la responsabilidad social de seguir informando”.
“Los medios afganos demostraron su resiliencia” en los atentados del lunes, dice por su parte Lotfullah Najafizada, que con menos de 30 dirige la cadena Tolo News, uno de cuyos cámaras murió el lunes.
“Más de 50 directores y redactores jefes se reunieron [horas después del atentado] en el lugar del ataque para decir ‘Si matáis un grupo de periodistas, vendrá otro después, todavía más importante”.
Sin embargo Najafizada denuncia también la falta de protección del gobierno afgano, que “deja a los periodistas en el exterior de las barreras [de seguridad], en medio de la muchedumbre”.
Según Waliullah Rahmani, el director de la web de información Khabarnama Media, “la libertad tiene que ser protegida”. “Algunos de nuestros periodistas han tenido que dejar sus puestos por las amenazas. Las mujeres sobre todo temen convertirse en objetivos” de los insurgentes, explica.
Para otros, como Ahmad Farid Halimi, un periodista de la cadena de información Kabul News, el atentado del lunes fue la copa que colmó el vaso. Al volver a su casa ese día por la noche este padre de familia de 28 años encontró a su mujer llorando. “Hace tres años que trabajo para Kabul News pero ayer decidí dimitir”.
“Llegamos al lugar de los atentados, nadie verifica si somos realmente periodistas, es responsabilidad de las fuerzas del orden”, lamenta Halimi. “No sé qué haré mañana pero no quiero morir por mi trabajo”.
AFP