Los bares, restaurantes y comercios de Buenos Aires se impregnan cada vez más del acento venezolano. Seducidos por la facilidad de obtener residencia y oportunidades de empleo, miles de jóvenes llegaron a la Argentina expulsados por la terrible crisis que golpea a Venezuela y fue allí, en el corazón del cono sur donde encontraron en la atención al público el punto de partida para construir sus sueños.
“La gente nos dice que somos amables, atentos, educados. Los venezolanos somos cálidos, es una cuestión cultural”, afirma a la agencia DPA Gabriela, una joven periodista que llegó hace cinco meses a Buenos Aires y hoy trabaja como camarera en un bar de la zona norte de la ciudad, reseña Diario Las Américas.
Cerca de 31.000 venezolanos se radicaron en 2017 en Argentina, según estadísticas de la Dirección Nacional de Migraciones, y se estima que este año la cifra aumente en un 30 por ciento.
Angélica es otra joven venezolana de 28 años que trabaja en la recepción de una cadena de gimnasios de Buenos Aires. Es licenciada en educación física, un postgrado en marketing del deporte y es profesora de natación.
Por la premura de salir de su país no pudo apostillar su documentación, por lo que aún no puede ejercer su profesión. Sacar el trámite le llevará su tiempo pero mientras tanto trabaja en la recepción del club, donde recibe siempre con una sonrisa a los clientes.
“Me vine con un primo. Venía hace tiempo maquinando que me quería ir. Fui comprando de a diez, de a 20 o 50 dólares, vendí mi televisor y con mucho esfuerzo compré el boleto de avión. Estoy muy contenta aquí pero extraño a mi familia. Cada vez están peor en Venezuela y temo que enfermen y no puedan comprar sus medicinas”, expresa con la mirada teñida de tristeza.
Su objetivo es prosperar para poder ayudar más a su familia con el envío de remesas, al igual que la mayoría de venezolanos que emigraron. En Buenos Aires viven con austeridad y eso les permite ahorrar para enviar dinero a sus seres queridos.
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