Con la soya al cuello, por Fernando Camino Peñalver

Con la soya al cuello, por Fernando Camino Peñalver

Fernando Camino
@fernandocaminop

José Ignacio Abreu e Lima fue un brasileño que participó activamente en la guerra de independencia de nuestro país y de la Gran Colombia. Llegó a ser uno de los generales de confianza de nuestro Libertador. Por esta razón el régimen bautizó con su nombre un proyecto agrario socialista en el sur del estado Anzoátegui, destinado principalmente a la producción del cultivo de la soya, a la construcción de la infraestructura de almacenamiento y plantas para procesar productos y subproductos de este rubro.

Este año se cumple una década que fue firmado el convenio marco de Paraná entre el régimen y el gobierno de Brasil, dentro de este acuerdo estaba el proyecto Abreu e lima. La fuente de financiamiento fue el Fondo Chino Venezolano. La responsabilidad de la ejecución del proyecto se la asignó al Inder instituto adscrito al Ministerio de Agricultura y Tierras, pero este instituto inexplicablemente firmó con Odebrecht un contrato de administración delegada para la ejecución de la infraestructura.

Entre febrero de 2009 y julio de 2011 se destinaron al proyecto 232 millones de dólares del Fondo Chino. Este monto según el gobierno representaba un 33% de la inversión estimada en 700 millones de dólares. Para el segundo semestre de 2013 el Banco de Venezuela había invertido en el cultivo de la soya 30 millones de dólares.

En 2014 en el portal de Odebrecht se hacía una descripción del proyecto: desarrollo de 35 mil hectáreas bajo riego, la construcción del complejo agroindustrial para procesamiento de soya con una capacidad de 30 mil toneladas por año y una planta de alimentos para animales con capacidad de 29 mil toneladas anuales. Según Odebrecht el proyecto también contemplaba la vialidad, electrificación y la infraestructura social proyectando para este fin la construcción de 491 viviendas con su urbanismo.

En este proyecto ya se han invertido más de 645 millones de dólares. Esta inversión según expertos no está justificada físicamente, ya que la construcción de las plantas procesadoras de materia prima no se han culminado satisfactoriamente. En cuanto al desarrollo del cultivo, lo que se ha cosechado son pérdidas millonarias debido a que la producción y la productividad fueron muy deficientes. La infraestructura vial y de electrificación, apenas llego a las zonas adyacentes a las plantas procesadoras inconclusas y las viviendas nunca se construyeron.

El estado actual del proyecto es de total abandono, la infraestructura inconclusa ha sido saqueada, la maquinaria agrícola y los sistemas de riego desmantelados. En cuanto a la producción agrícola nunca se logró sembrar y cosechar las 35 mil hectáreas proyectadas. En 2012 se logró sembrar la mayor superficie desde que se inició el proyecto, sin embargo no cubrió ni el cuarenta por ciento del área proyectada, en los años siguientes la superficie de siembra fue disminuyendo hasta llegar a su mínima cobertura en 2017. Los rendimientos por hectárea han sido muy bajos en relación a la experiencia de la zona: 1.200 kilogramos por hectárea. En la década de 1990 se lograron cosechar cerca de 120.000 hectáreas con rendimientos de entre 2.500 y 3.000 kilogramos por hectárea.

La experiencia negativa del fracaso de este proyecto, es una muestra de lo que ha hecho este régimen con los recursos de nuestro país. Además de haber recibido unos ingresos superiores a mil millones de millones de dólares, el gobierno se endeudó con la banca china por un monto superior a cincuenta mil millones de dólares. De esta deuda casi 700 millones de dólares fueron a parar a este proyecto. Los recursos destinados allí fueron en gran proporción malversados, ya que después de diez años de iniciada la inversión no se ha procesado ni un kilo de soya y los productores que se “embarcaron” en la actividad agrícola quedaron endeudados.

Conversando con un productor de semilla quien me cuenta que fue contratado por la empresa que gerenciaba el proyecto, para que les sembrara cincuenta hectáreas de semilla certificada, que una vez entregada la semilla producida tuvo que esperar un año para que le pagaran. “Casi me arruinan, nos dijo, tuve un año con la soya al cuello huyendo de los cobradores” confiesa con el asombroso buen humor con que narran su tragedia los orientales.
Lo que ha podido ser un gran proyecto para empezar a cubrir nuestro enorme déficit de oleaginosas de origen vegetal de más de un 95% por ciento anual, terminó en un estruendoso fracaso. Pero cuando cambiemos este gobierno nefasto, podemos recuperar el tiempo y el esfuerzo perdido. Las condiciones están dadas, solo falta la voluntad de un nuevo gobierno que quiera desarrollar al país. Por eso seguimos luchando. Lo lograremos.

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