“…Por la tarea interminable de tener que elegir siempre, tenemos que elegir los medios juntamente con los fines. No debemos confiar en que nadie nos salve, sino conocer bien el hecho de que las elecciones erróneas nos hacen incapaces de salvarnos”
Erich Fromm.
El Corazón del hombre
El voto no es un acto mecánico, es un proceso que sufre las alteraciones inherentes a las ideas, y es en esencia, una manifestación libre del consentimiento. Se trata de la voluntad de cada venezolano que comulgando consigo, se examina a sí mismo, escruta su comunidad, penetra los socavones de su intimidad y los de su gente lejana y cercana, tensa su pensamiento entre dudas, y adelanta conjeturas respecto a su vida futura, y explora en su imaginación cómo será el desenvolvimiento, en todos los órdenes, de las personas con las que ha armonizado o desarmonizado durante su existencia vital. Es un ejercicio intenso y continuo del cuerpo, desde las neuronas hasta los vasos sanguíneos, y también lo es del espíritu de la sociedad en la que convive, en sinergia con su propia alma que vertiginosamente se mueve. Sólo de modo libre se puede transitar esa experiencia.
Guiados por esos valores de libertad personal y social, los constituyentes de 1999, orientamos las normas rectoras del voto, para que éste se verificara decantando la acción tramposa expresada en la extorsión y el chantaje que conducían, necesariamente, a la estafa. Dispusimos, entonces, que el voto era universal, directo y secreto, únicos valores que garantizan que nuestro pronunciamiento recorra los amplios campos de nuestra acción libertaria. Así ocurrió por un tiempo en el siglo que corre, sin embargo, en los últimos mil días, más o menos, se han erigido, respecto al voto, los peores vicios que constriñen dolorosamente a la sociedad con vocación a expresarse.
El gobierno, en ese sentido, ha extendido la violencia política en todas sus modalidades: la muerte física de quien se opone, el asesinato a quien, levantado en armas, presenta la bandera blanca, internacionalmente aceptada, de la rendición; la muerte política, mediante inhabilitaciones, de quien lo adversa; las privaciones de libertad sin orden judicial previa; candidatos a la Presidencia en aislamiento absoluto; los allanamientos de casas y oficinas de organizaciones políticas; las medidas infamantes de presentación periódica ante los tribunales a quien ose disentir; los tratos indignos, crueles y degradantes descargados contra quienes han sido presos por participar en manifestaciones pacíficas y sin armas. Diferente trato del gobierno recibe quien sumisamente llega manso a informar que enseguida será su atento y seguro servidor.
El gobierno infunde temor de grave daño a quien discrepa. Tanto el discrepante como sus familiares, amigos y allegados devienen en víctimas de amenazas para escarnecer su nombre, desacreditarlo por deshonor e indecencia, e incluso, los anuncios de violencia se hacen realidad, muchas veces en programas televisivos y también ejerciendo de modo directo iniciativas bestiales. Todo es parte de un chantaje para obligar al chantajeado a realizar los actos que el chantajista quiere, entre otros y por los días que corren, la exigencia del voto a favor del gobierno.
Esto ha llegado a tales niveles de descomposición, que se ha instaurado un carnet de la patria que coloca a quien lo tiene, en posiciones de privilegio transitorio, habida cuenta que su duración es mientras dure el chantaje, pero quien no lo tiene, se convierte en paria de la sociedad, en gente de segundo orden, en personaje que no recibirá ninguna prestación del gobierno: que se olvide de alimentación, de medicinas, de vivienda, de créditos de la banca pública, de transporte, de obtención expedita de partida de nacimiento, de matrimonio o de pasaporte. Constituye un verdadero régimen de apartheid, absolutamente discriminatorio. Esta circunstancia ha llevado a los venezolanos a vivir un éxodo que ha significado salir de la tierra que aman, a otras tierras en las que los espera la incertidumbre, pero con la esperanza de conseguir la leche y la miel que el gobierno de su tierra le ha negado.
En medio de estas circunstancias una tal asamblea nacional constituyente de cuya ilegitimidad nadie duda, excepto una minoría que la sostiene, llamó a unas elecciones que habrán de realizarse el día, hora y mes que a esos asambleístas les dio la gana, con los testigos nacionales e internacionales que ellos decidieron, con unas señoras que pitan el juego de acuerdo a unas reglas que pueden cambiar si les conviene, haciendo ensayos de actos electorales que realmente son modos de asegurarse que, en el momento oportuno, las ovejas pintadas de rojo, de rosado o de fucsia, se comporten como un rebaño y se dirijan con su balar al matadero del espíritu que es la máquina electoral. Se olvidan el gobierno y las sacerdotisas, que se trata de seres humanos que merecen respeto.
Las bases sobre las cuales se han impulsado las elecciones del día 20 de mayo son la extorsión y el chantaje. El Presidente de la República ha dicho sin pena alguna, sin rubor en las mejillas, ni temor de Dios, que tal elección se trata de un “Dando y Dando”: Me das el voto y te doy alimento, me das el voto y te doy medicina, me das el voto y te procuraré empleo, me das el voto y tal vez puedas tener techo, me das el voto y seguramente tengas vehículo, me das el voto y quizás tengas pasaporte, me das el voto, y tal vez puedas vivir. Además, el chantajeado debe garantizar que se comportó de acuerdo a las instrucciones del chantajista, mostrando ante la “autoridad” su expresión de voluntad. Un modo infame de control. Si intenta escaparse del mismo, se expone…. De esta manera, se rompen sin posibilidades de arreglo, las condiciones civilizadas del voto, pues deja de ser universal, directo, y secreto.
A pesar de estas circunstancias bien conocidas, un sector quiere votar por Henry Falcón. No critico a quienes han adherido abiertamente esta opción. Pienso que muchos de los que lo acompañan son personas de una venezolanidad indiscutible que quieren al país como a sí mismos, que han arriesgado su vida por tener una Venezuela decente y mejor para todos. Con ellos se crearán desde el 21 de mayo en adelante, a mi entender, las alineaciones necesarias para romper el chantaje. Así pasa y está comprobado. Durante un tiempo el chantajeado establece una comunicación deformada con el chantajista, así como aberrada es la relación entre el extorsionado y el extorsionador, pero sucede en algún momento un inside, una toma de conciencia que se traduce en una sublevación volcánica de cuerpo y alma que pone fin a la extorsión y al chantaje, y por tanto, a la acción de estafa, y se libera sin retorno el espíritu del estafado.
Algunos han dicho que abstenerse es votar por Maduro. Es una afirmación sin fundamento, sin argumentación defendible, y debilitadora de las grandes conglomeraciones que se formarán en Venezuela más temprano que tarde, para desplazar a los causantes de la ruina, y elevar la República al sitial que le corresponde. Único modo de empujar el orgullo de ser venezolano. A quienes ese disparate afirman no es necesario atacarlos, no son una unidad cohesionada. Algunos lo hicieron llevados por tal desesperación, que llaman afanosamente a votar sin decir por quién, desviando el objetivo que se disponen a atacar, y agrediendo sin razones aparentes a quienes se abstendrán, otros pueden ser excusados por error, pero quienes fueron guiados por la mala fe, intereses inconfesables, y bajas pasiones, no deben exonerarse de responsabilidad.
Yo me abstengo. Yo no voto. El acto del día 20 de mayo puede ser calificado de mil maneras menos de elección. Todo ese parapeto con apariencia electoral es un acto repugnante para las conciencias limpias de la Patria. Todavía hoy, aspiro a que Henry Falcón y el grupo que lo acompaña de buena fe, desista y no se presente a la parodia que ahora unas sacerdotisas pretenden convertir en un acto litúrgico serio. ¿Son ahora las condiciones electorales iguales a las de 2015? La respuesta es no. Ahora son peores, toda vez que las múltiples trapisondas que he intentado revelar, están ahora blindadas con un cinismo sin límites, y una tecnología digital que no está siendo usada para la transparencia y el juego limpio, sino que está siendo manipulada para que un grupo crecientemente mafioso, administre una república mutada en reparticiones que pueden ser manejadas como carteles capaces de traficar con cualquier cosa, incluso con el voto.
Parafraseando a mi amigo “El Coriano”, diría: Yo me quedo en mi casa esperando la pelea, porque a votar yo no voy, voy a defender la República, desde Marigüitar, Urachiche, Tumeremo, Santa Bárbara, Chiguará, hasta el Valle de Momboy. Una inhibición generalizada de los venezolanos a salir a votar sería el principio de la decantación del delito. Estoy convencido de que es el único modo, con arreglo a lo que decía Sun-Tsu, de tener localizados con claridad a los chantajistas, buscar los caminos para aislarlos, y ponerlos en evidencia irrefutable para desplazarlos de la posiciones que ocupan de modo sacrílego.
Yo, en esta ocasión, no voto
Freddy Gutiérrez Trejo: ¿Habrá votación el 20 de mayo?
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