A la sombra del castillo de Windsor, Bianca Louzado eligió un pañuelo violeta con las fotos del príncipe Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, y dos gorras de béisbol con motivos monárquicos.
“¡Somos grandes fans!”, dijo esta mujer india mientras le daba una de las gorras a su hijo de 10 años.
Louzado vino desde Mumbai con su familia para ver la boda del príncipe con la actriz estadounidense el sábado, y se acercó al castillo para comprar algunos recuerdos.
“Mis padres vinieron a la boda de Carlos y Diana en 1981, yo tenía sólo dos años, y desde entonces los seguimos” [a la familia real], dijo su marido Alan.
“Pensamos, ‘¿qué mejor momento para venir que para esta boda?'”.
Al otro lado de la calle, Carole Ferguson, una ejecutiva californiana de 63 años, toma el sol en la terraza de un café mientras calcula la mejor posición para ver a los novios en el recorrido en carroza que harán por esta ciudad situada a una hora al oeste de Londres.
Se espera que más de 100.000 personas llenen las calles de Windsor para la boda, y aunque Ferguson y su pareja, Carl, están alojados en la ciudad -cambiando de hoteles varias veces por los precios-, planea empezar el día temprano.
“Será la última boda real en un buen tiempo”, se justificó.
Le gustan los ritos e historia de la monarquía británica, y además: “adoro a Enrique, parece muy feliz. Y Meghan parece buena chica”.
Enrique es uno de los miembros más populares de la familia real. Sus deslices de juventud, y la pérdida trágica de su madre Diana llegaron al corazón de mucha gente.
“Creo que Enrique necesita un poco de suerte en la vida”, estimó Matty De Bruyn, una sudafricana de 68 años, de Ciudad del Cabo.
De Bruyn se acercó a Windsor para ver el ambiente previo, pero no vendrá el día de la boda: “creo que será un manicomio”.
– Atención mediática –
Windsor es una atracción turística todo el año, y mucha gente había planeado visitarla mucho antes de que se anunciara la boda.
“No me interesa, estamos sólo de vacaciones”, explicó Martin Kirchner, un ingeniero alemán de 48 años.
“Pero es interesante ver todos estos equipos de televisión”, aseguró, mientras se divertía observando como las cámaras esperaban su turno para entrevistar a una mujer que llevaba una corona falsa.
Muchos vecinos constataron la transformación de su ciudad, tomada por las televisiones estadounidenses y por agentes de policía fuertemente armados.
“No hay basura, lo que está bien”, observó Steve Bradley, de 59 años.
Unos amigos suyos brasileños han venido a visitarle para la boda, entre ellos Consuelo Almeida, que está muy contenta.
“Es diferente para nosotros, no tenemos una reina ni nada de eso. Y Meghan es una persona normal, te da la impresión de que cualquiera podría ser ella”, explicó la brasileña.
“Esperaba verlos saludar desde el balcón, pero no descubrí hasta ayer que no habrá balcón”, dijo, refiriéndose a una escena que suele producirse en el palacio de Buckingham en Londres, no en la residencia real del castillo de Windsor.
“Pero está bien, y, por supuesto, quiero ver el vestido”, añadió.
– ‘¡Adelante, chica! –
Los turistas de Londres también pretenden celebrar el enlace.
Eric Márquez, de 40 años, de Ohio (este de Estados Unidos), es uno de los pasajeros de un autobús turístico que ofrece tomar el té mientras pasa por lugares emblemáticos de la monarquía británica como la casa de Enrique en el palacio de Kensington.
“Desde que tenía 11 años soy esa clase de muchacho estadounidense superfascinado por la realeza”, narró Márquez.
“Es la tradición… y, por supuesto, la purpurina y las joyas. Para un gay es superinteresante”.
Una compañera de recorrido, Christiane Jennings, elogia efusivamente a Markle.
“La adoro, estoy tan orgullosa de ella. ¡Mestiza, divorciada, sí! ¡Adelante, chica!”. AFP