Reflexionando en voz alta: cuando pase el tiempo y un análisis desapasionado y frío recoja la triste, dolorosa y vergonzante historia de una nación que perdió su carisma de libertadora de pueblos, respetuosa de la dignidad de la persona humana y se examine en Falcón como las instituciones públicas y algunos gremios perdieron sus rostro de autoridades decente, magnanimidad y decoro convirtiéndose en circos acondicionados para exaltar heroicidades que en nada mueven a seguir su ejemplo, ajenos a nuestra idiosincrasia; comisariatos o bodegas únicamente para los seguidores, laboratorios que transforman la necesidad en instrumento de incondicionalidad, legión de arrodillados y serviles que los monitorea la adulancia; en ese momento aparecerán los verdaderos rostros de quienes ajustándose a situaciones coyunturales que les sirvieron de trampolín fecundo para usufructuar prebendas e influencias de poder, ya no estaremos, pero queda la constancia ingrata de que convivimos con “mascarones de proa”, buenos para ellos mismos a la caza de oportunidades que acrecentaron sus intereses y no desaprovecharon, que les mantuvieron “status” no logrado por méritos, ó que ascendieron al sitio que envidiaron a otros. “Mascarones de Proa” sustentados en una falsa e hipócrita prudencia, cómplices según la conveniencia.