Emilio Nouel: Sobre la integración global y hemisférica

Emilio Nouel: Sobre la integración global y hemisférica

thumbnailemilionouelNov2014

 

Los intentos sobre la necesaria unión comercial de todo el hemisferio han sido fallidos por causas diversas, siendo decisiva la carencia de una voluntad política firme de todos los países, que se deriva de la desconfianza, el resentimiento, lo intereses miopes y la animadversión que una historia de desencuentros ha alimentado.





El fallido proyecto del Área de Libre Comercio de las América (ALCA), cuyas negociaciones se iniciaron  en  los noventa del siglo pasado en el marco de la Cumbre de las Américas (1994) y bajo el auspicio de la OEA, es un  ejemplo palmario de esa ausencia de armonía. En la actualidad, sólo tenemos bloques parciales y proyectos que se yuxtaponen, superponen, excluyen o están en abierta desarmonía, cuando no, en abierta colisión.

Desacuerdos y prejuicios, justificados o no, dominan el entorno. La estrechez de miras y los impulsos de dominación han hecho de las suyas. Mitos, atavismos y nacionalismos a ultranza nos han descaminado. Expectativas exageradas, proyectos inviables y/o refundadores nos consumen. En algunas épocas nos acercamos mucho; en otras, nos alejamos. En ciertos temas arribamos a acuerdos, en otros, confrontamos.

La perseverancia y el pragmatismo brillan por su ausencia la mayoría de las veces.

No hay duda de que animosidades, apasionamientos y desconocimiento mutuo han hecho una labor de zapa nefasta. El sentido profundo de destino común, tantas veces invocado por muchos pensadores del hemisferio, no ha prevalecido. Se sigue hablando de “dos Américas” enfrentadas e incompatibles. No faltan extraviados en la actualidad que planteen el dilema obsoleto: Bolivarianismo versus Monroismo.

La retórica grandilocuente abunda. La palabra hueca en demasía gana la partida al resultado concreto. Mucha retórica, pequeños o pocos pasos en términos de construir una comunidad integrada.

No obstante, opciones convenientes siguen abiertas a pesar de la rimbombancia y vaciedad del discurso integracionista al que somos muy dados, particularmente, en América Latina.

En lo político, la OEA, heredera de la tradición panamericana, no exenta de críticas, ha dado muestras de agotamiento que la vuelven ineficaz y, para algunos, inútil, a pesar de la acción individual de algunos funcionarios en el sentido de recuperar su autoridad moral. Es blanco de ataques no siempre justos. Sobre ella llueven amplios cuestionamientos sobre su funcionamiento engorroso.

Se podría afirmar que la constitución de organizaciones, casi entelequias, como UNASUR y CELAC, forman parte de un claro y no disimulado interés de restarle peso en el hemisferio a aquella.

Los tratados relativos a diversos temas, como los derechos humanos, el combate a la corrupción y la Carta Democrática Interamericana, forman parte del haber de esa organización, así como su contribución a la gobernanza hemisférica.

En cuanto a la integración y cooperación económica-comercial del continente, si bien hay que reconocer algunos avances entre grupos de países y resultados relativamente positivos, no ha sido satisfactoria del todo. Muchas oportunidades se desperdiciaron, y aún siguen siendo desaprovechadas.

Se insiste en la búsqueda de una supuesta “unidad natural” y exclusiva de Latinoamérica, cuando ha quedado evidenciado en un mundo globalizado que tal propósito es ya un mito cada vez más inalcanzable, porque en el caso hipotético de que ella fuere posible, no sería sostenible cerrándose sobre sí misma.

En este ámbito, paradigmas y modelos tradicionales muestran fatiga o transitan por la senda de la decadencia. El proteccionismo económico-comercial que está resurgiendo no debería tener más cabida; solo los países que se mantienen aferrados a dogmas y conceptos económicos anacrónicos, mantienen tal política.

El modelo de integración que se implantó hasta hace algunas décadas perdió vigencia. Las circunstancias presentes, ameritan nuevas formulaciones y propuestas.

En este sentido, el papel del sector privado de la economía en consonancia con las necesarias políticas estatales se vuelve clave fundamental para impulsar todo proyecto de inserción internacional de nuestros países. La integración a los espacios planetarios nunca podrá alcanzarse sin el concurso de una empresa privada competitiva que se acompase con los tiempos.

Se amplían los horizontes, las distancias siguen importando pero menos, el planeta entero está más al alcance de las empresas y las personas. Las regiones son cada vez más porosas y permeables a su interior y frente a las demás. Los bloques de comercio y/o los convenios multilaterales y bilaterales se conciben hoy como trampolines provisorios, no obstáculos a la integración con regiones y países más distantes.

En términos de crecimiento y bienestar social, podemos sin dificultad concluir que en particular y en su conjunto, los latinoamericanos no hemos logrado aún edificar y consolidar las naciones prósperas a las que tantas generaciones de hombres y mujeres han aspirado por siglos, aunque algunos de ellas estén recorriendo la ruta de mayores logros sociales y económicos.

Integrar todo el hemisferio sin complejos es la vía para la solución de gran parte de nuestros problemas sociales no resueltos.