La dictadura siempre ha estado en aprietos, pero nunca antes como en los últimos dos años, en los últimos dos meses, en sus últimos días. Agudizadas sus dificultades, bordeando el derrumbe definitivo, sus estrategas idearon, implementaron y banalizaron un diálogo que fue su tabla momentánea de salvación, evidenciando a la dirigencia de un sector de la oposición que ahora rasgas sus vestiduras.
El diálogo incondicional generó el contexto necesario para el ensayo general de unas elecciones regionales y municipales que se convirtieron en burla y bofetada para sus contertulios. Ahora, perfeccionándose en el arte del asalto a la ciudadanía, decide unos falsos comicios literalmente a mano armada:
Y es que, con soporte del alto mando militar y de los tristemente célebres colectivos armados, harán de las tales presidenciales una experiencia extrema del terrorismo psicológico ejercido, con el mismo CNE, el desactualizado REP, los amañados recursos electrónicos y la benevolente convalidación de supuestos opositores, nos conducirán a un brutal acto de fuerza: el fraude, tal como lo hicieron con la supuesta constituyente. No obstante, desconocida la pretendida consulta por el grueso de la comunidad internacional, a la que obviamente no le permiten labor de observación alguna, poco podrá hacer la dictadura para un definitivo desenlace.
De imparable ascenso ciudadano, el pueblo venezolano arreciará sus presiones y protestas, sintetizando una fuerza popular que coincidirá con la fuerza institucional de civiles y militares, negados a la pérdida de una República que se levantó por el esfuerzo y el sacrificio de las generaciones que nos precedieron. Una afortunada aleación de voluntades muy firmes, conscientes y decididas, de comprobada fuerza internacional, nos llevará a la dimisión de una dictadura, la del cabecilla y sus secuaces, que ha hambreado y conculcado las libertades públicas, deliberadamente.
Escribimos la historia, haciéndola, pues, la dictadura comunista – endeble y retorcida – no soportará la conjunción de fuerzas de una ciudadanía reivindicada por el sacrificio que ha testimoniado con la entereza de sus mejores causas. Una dictadura que ya no tiene cómplices, pues, debilitados y angustiados, se irán con ella, dimitiendo también para que la libertad recorra a sus anchas cada aldea, caserío.