Samuel Salman El Reda. O mejor, con su verdadero nombre: Salman Raouf Salman. Su identidad no es nueva para quienes conocen a fondo la historia del peor ataque terrorista que sufrió la Argentina. El 18 de julio de 1994, una célula del grupo Hezbollah atentó contra la AMIA, la mutual judía en Buenos Aires. Allí murieron 85 personas y 300 resultaron heridas.
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El Reda fue uno de sus planificadores. Desde Colombia primero y luego desde la capital argentina. Pero fue también el eslabón fundamental para que Hezbollah se expandiera en América Latina. Y uno de los cerebros del circuito de lavado de dinero y tráfico de drogas que une a la región con el Líbano y el resto de Medio Oriente.
La red quedó expuesta en octubre pasado. Fue cuando la policía colombiana capturó a Abdala Rada Ramel. Ocurrió en Ca”rtagena, pero el sospechoso era un libanés con ciudadanía venezolana, otra puerta de entrada del grupo terrorista en la región. Hombre clave de la organización y con conocimiento profundo sobre El Reda. Era, además era quien controlaba y manejaba todas las rutas que unían el caribe con Líbano, pasando por el norte de África. Las rutas de la droga, desde luego.
Hacía cinco años que Rada Ramel estaba en Colombia. Pero no era su único lugar en el mundo. Fue visto en Bolivia, Paraguay, Venezuela, Panamá, Paraguay, Brasil y Argentina. Justamente, en la triple frontera que une a estas tres últimas naciones, es donde Hezbollah posee una de sus máximas bases operativas y donde el tráfico de armas y lavado de dinero más se evidencia.
Un reciente informe publicado por el diario The Wall Street Journal describe a esa zona de libre comercio como un gran “shopping mall de bienes ilícitos y dinero” para justificar operaciones, de acuerdo a Stuart Page, uno de los autores del reporte confeccionado por Asymmetrica, una consultora de riesgo político con sede en Washington DC.
Los números son sorprendentes. En la denominada “triple frontera” su economía maneja valores mayores a las del producto bruto de Paraguay, uno de los países que la conforman. Por año, se mueven allí unos 43 mil millones de dólares. El narcotráfico, la venta de armas y la trata de personas son las actividades más “prósperas”. Un lugar ideal para Hezbollah cuyos cerebros en América Latina y Medio Oriente no dejaron escapar la oportunidad para asentarse.
Además de la fama ganada por el comercio ilegal, la zona ha ganado otro estatus. Para Va”nessa Neumann, una de las autoras del informe, la “triple frontera” se ha convertido en una de las bases más dóciles para lavar activos en todo el mundo. Los ríos de dinero ilícito fluyen en camionetas blindadas y custodiadas por bandas y unen la ciudad brasileña Foz de Iguazú y la paraguaya Ciudad del Este.
Allí, carteles de la droga de Colombia, México, Brasil y Bolivia tienen su lugar. También las mafias china, rusa y coreana. A todos ellos los une Hezbollah. El área está repleto de comerciantes libaneses, muchos de los cuales colaboran activamente o son funcionales al grupo terrorista.
De acuerdo a la investigación llevada adelante por el asesinado fiscal argentino Alberto Nisman, fue en ese shopping mall del tráfico donde células de la organización libanesa se instalaron para la planificación del atentado contra la AMIA y su posterior refugio.
Rada Ramel, además de sus contactos en la triple frontera, se dedicaba a administrar comercios en la costa caribeña de Colombia que actuaban como fachada para la verdadera actividad que tenía como misión: el lavado de dinero a partir de las ganancias obtenidas por el narcotráfico y el contrabando. Eran casas de venta de carne, textiles y exportación de carbón.
Al ser capturado y deportado al Líbano, Rada Ramel explicó cómo funcionaba la oscura ramificación de Hezbollah en América Latina. Reveló quién era su contacto en el país de Medio Oriente, con paradero desconocido hasta entonces: El Reda. A él le enviaba cocaína oculta en cargamentos de carne de exportación y primera calidad. Era, según su declaración, “un comandante mayor” del grupo terrorista, de acuerdo a la revista Semana.
En la región, el grupo extremista además se dedicaba a reclutar adeptos. Futuros “soldados” para continuar derramando sangre en guerras intestinas. Los seleccionaba dentro de la comunidad musulmana que se acercaba a ellos a veces sin saberlo a través de fundaciones o mezquitas.
Declaraciones como las de Rada Ram”el representaron un golpe muy duro contra la cúpula de Hezbollah. Su jefe Hassan Nasrallah ha perdido poder y simpatías dentro de la población libanesa chiíta, que además de verlo como el responsable de enviar a sus jóvenes a morir a Siria por una causa que no es propia, ahora también lo considera el pope de una red de tráfico de drogas que une América Latina con Medio Oriente.