La primera señal de la derrota fue el brinco de los precios el día después. Ese golpe demoledor al bolsillo de toda una población que pende de saldos insuficientes, bastaría para cancelar cualquier inútil algarabía de vencedores contra vencidos. El domingo 20 las campanas doblaron por el país.
Perdimos los demócratas. Tras una nueva abstención, buena parte de los que se quedaron en casa aumentaron su desconfianza hacia el voto como herramienta para resolver pacíficamente los conflictos. Una descarga de desesperanza abona el reflorecimiento de la anti política.
La candidatura de Bertucci es el cántaro donde suena el rechazo a la política y a los políticos. Es nuestro “váyanse todos” en sopa de sobres. Pero lo paradójico es que los más enardecidos promotores de la inutilidad del voto surgieron en los cuatro partidos de la antigua MUD.
No es la primera vez que el miedo al poder de lo que fue el principal liderazgo unitario, frustra una posibilidad de cambio. Ahora ese temor, agazapado en el llamado a no votar contra Maduro, generó una inversión de la función principal de los partidos. Llamar a la abstención, cuando el 80% de la población rechaza al gobierno, es como tener una panadería y decidir no vender pan. La abstención voluntaria, forma débil de la desaparición del voto, es una de las entradas al cementerio de la democracia.
Es justo reconocer que perdimos quienes sostenemos que el aglomerado de crisis que tritura al país y nos coloca a todos al borde de la lucha por sobrevivir, debe tener una superación pacífica y usando cualquier rendija electoral que abra el poder.
Nuestro empeño por abrir una transición derrotando electoralmente al régimen y estimulando un nuevo entendimiento para el cambio entre fuerzas opositoras y chavistas, chocó contra dos murallas: la del régimen y la de la fragilidad de la cultura democrática, sometida a 20 años de asfixia y sustitución. No supimos ni franquearlas, ni eludirlas, ni atraer a la propuesta de Falcón a los sectores a los que les convenía comprarlas.
Maduro fue el gran perdedor de la tarde electoral. Los mitos sobre su invencibilidad y sus leyendas electorales para inducir a la oposición a hacer lo que el régimen quiere que haga, quedaron averiados. Pero el daño está hecho. Perdimos la gran oportunidad de tener un nuevo presidente.
Un gobierno cayendo en la lona, golpeado por sus propias incapacidades, controlado por una maraña de grupos forajidos, aislado por los gobiernos del hemisferio occidental, con una fractura en su base popular y sin soluciones aumentará las incertidumbres y agravará las dificultades de vida. Aun, en el cuarto oscuro de su derrota Maduro proseguirá el plan de cubanizar a Venezuela y agarrarse a los salvavidas de Rusia, China, India, Irán y Turquía.
No podemos recalar crónicamente hacia el pasado. Hay que pensar en una refundación unitaria y alternativa de las fuerzas democráticas, con urgencia, con amplitud y sobre bases distintas a re4stablecer la MUD.
Hay que continuar la lucha, desde adentro de las condiciones reales y no desde nuestros imaginarios poderes paralelos. Hay que acordar una combinación de liderazgos para construirle credibilidad organizando, movilizando y creando una nueva cultura cívica en las vanguardias y elites de una sociedad que no aguanta el empujón del autoritarismo al totalitarismo.
@garciasim