¿Por qué es difícil llegar a un acuerdo razonable para gobernar eficazmente un país con recursos naturales y energéticos abundantes que pueden alcanzar para todos? Porque conviene más no hacerlo; es decir, mientras persista el caos y el discenso es más fácil seguir distribuyendo cuantiosos recursos entre pocas personas.
Este artículo es una reflexión que busca respuestas más allá de los bigotes del mandatario reelecto hace tres días con un 48% de participación según cifras del CNE. Mientras la economía en América Latina crece o mejora en muchos países, Venezuela se hunde en la miseria, la pobreza, la inseguridad y la corrupción sin que se atine de manera contundente en la presentación de un plan para salir de la crisis. Ni siquiera se piensa en un plan de austeridad, porque la riqueza exacerbada de un 20% de la población puede controlar y manipular el suministro de alimentos, insumos y servicios del 80% restante.
¿Cómo puede un presidente sostenerse en el poder con una inflación de 12000%? O mejor aún ¿Cómo puede ser reelecto un presidente en un país quebrado económicamente? Hay una respuesta sencilla y evidente: las elecciones son cortinas de humo que obstaculizan la visión del verdadero conflicto que tiene a Venezuela condenada en la miseria y no es otro que un Estado encubridor de actividades delictivas tales como el terrorismo, contrabando, narcotráfico, corrupción, extracción ilegal de minerales, explotación de personas y prostitución de menores. En algunos sectores de las capitales más importantes de Venezuela la opulencia es grotesca mientras que la pobreza se multiplica. Elegir un presidente tiene sentido cuando existen instituciones que pueden garantizar un buen gobierno, no importa si el tipo es un genio de las finanzas, un ex militar golpista o un ex sindicalista, eso es lo de menos. Con toda honestidad siempre me cuestiono ¿porque tanto lío por la silla en Miraflores si la pasta y la plasta esta en los poderes públicos y sus dependencias?
La propaganda gubernamental continúa fomentado la mediocridad y el rencor entre demócratas y socialistas castrando cualquier posibilidad de entendimiento a mediano o largo plazo, mientras que los niños y jóvenes deambulan por las calles, escuelas, liceos y universidades con el pellejo recubriéndoles los huesos. No hay medidas establecidas para garantizar el bienestar y la felicidad de esta generación, porque la descendencia del 20% pudiente seguramente ya está en el exterior, los más humildes y menos agraciados por el destino estarán esclavizados y condenados en un paraíso tropical.
Con el tiempo muchos han entendido la diferencia entre un gobierno mediático y un gobierno real, puesto que no todo lo que se anuncia en televisión llega a formar parte de la realidad en la cuadra del barrio. Sin embargo, los dos presidentes socialistas han declarado públicamente hacer de Venezuela un país potencia, aún con la dependencia del petróleo e industrias básicas en bancarrota. Ahora vemos que los presidentes socialistas no han tenido un buen gobierno pero si un buen temple para conservar la silla en Miraflores, no son grandes estadistas ni mucho menos, por tal motivo se rodean de funcionarios mediocres y oportunistas.
Estos presidentes sin gobiernos entendieron que la masa vive de la inmediatez, el generalato del contrabando, los politiqueros de prebendas, los industriales y comerciantes de buenos negocios, los tecnócratas de sobornos y los idealistas de incredulidad. El arte de no gobernar mantenerse en el poder, reelegirse y ganar es un fallo cuestionable del sistema político democrático, por tal motivo es importante entender que estamos en otro escenario, que el juego político es distinto y que el país en general ya no es, ni será el mismo que algún día fue.