Transcurrida ya poco más de una semana de la puesta en escena de esa ópera bufa titulada “la farsa electoral”, cuesta ver como avezados analistas y algunos actores políticos parten de hechos notoriamente inciertos para desarrollar sus respectivos análisis, críticas y conclusiones sobre lo que seguramente será recordado como un día infame en la historia que aún está por escribirse en Venezuela.
En general, observamos como algunos actores elaboran y desarrollan toda una narrativa a partir del reconocimiento del nivel de participación oficialmente reconocido por el Consejo Nacional Electoral, fijado en el 46%, lo cual no es otra cosa que un auténtico insulto a la inteligencia ciudadana. Aceptar como cierto, aunque tímidamente y en voz baja lo cuestionen, que más de 9 millones de venezolanos se movilizaron a expresar su voluntad en las urnas, cayendo así en la emboscada cuidadosamente creada en la sala situacional de Miraflores, es desconocer la abrumadora soledad que invadió a los centros de votación a lo largo y ancho del país. Dar como cierta la cifra oficial que reconoce una abstención de apenas el 54% de los electores registrados, aunque ciertamente represente la participación más escaza registrada en unos comicios presidenciales, es aún sin quererlo, cubrir con un manto de invisibilidad la expresión de millones de venezolanos que no creyeron en avalar un acto espurio y que evadieron a toda costa la celada.
Dar como válido que en medio de la peor crisis socioeconómica que haya transitado el país en su historia contemporánea, más de 6 millones de venezolanos se hayan movilizado y expresado a favor de su verdugo, que casi 2 millones hayan puesto su confianza en quien traicionó la inmensa mayoría del sentimiento opositor y peor aún, que quien salió de la nada claramente aupado por el oscuro interés de validar la bufonada haya gozado del apoyo de casi 1 millón de votantes, es claramente poco más que un acto de ignorancia deliberada, donde quienes como analistas y “líderes” políticos estando obligados a conocer la naturaleza de la patraña que tuvo lugar el 20 de Mayo, se mantienen en negación y en situación de no querer saber el alcance de la expresión popular, con el agravante de dar por cierto el contrasentido de una participación que ni se acerca en lo más mínimo a la realidad visible en toda la geografía nacional.
Es así, como basados en hechos inexistentes y por tanto falsos, analistas respetados, no solo han tomado partido apartándose de sus tradicionales posturas objetivas y académicas respetables, sino que han llegado al extremo de señalar y calificar la conducta de la mayoría opositora como un suicidio colectivo, desconociendo e irrespetando el poder de la abstención como un método de lucha legítimo y efectivo que en nuestro caso, dio al traste con el único elemento con el que contaba Maduro hasta el 19 de Mayo y es su legitimidad de origen. Calificar de suicidas amparándose en una supuesta objetividad analítica, a quienes conscientemente se abstuvieron de participar en la comedia y por tanto eligieron esa forma de expresión, es una forma irresponsable de sembrar la desesperanza en una colectividad que apostó a un camino viable y coherente con lo que se ha venido construyendo y denunciando. La coherencia no es suicida y por el contrario, es un valor del que se ha carecido por mucho tiempo en la lucha política en contra de los atropellos de más de 19 años. Por ello, no quepa duda que esa congruencia es el camino correcto a el anhelado resultado de recuperar la democracia y reinsertarnos en la civilización.
Asumir la condición de analista, líder e influenciar en redes sociales implica una gran responsabilidad, donde al menos debe prescindirse de hechos claramente falsos para construir la opinión o el análisis y sostener su credibilidad y validez. Lo contrario, dar como ciertas las “verdades” oficiales, inclusive cuestionándolas tímidamente con las letras pequeñas, invalida y anula conclusiones, lesionando credibilidades que tanto esfuerzo cuesta construir. El pueblo venezolano sin embargo, aún en la incertidumbre derivada de un momento tan complejo, se mantiene sereno y bien consigo mismo al saber que tomó la decisión correcta al no avalar el sainete y que mucho menos apoyó a quien sin limitaciones trató de validar el atropello. El sentimiento, el deseo y la determinación por superar el accidente histórico del chavismo-madurismo está vivo, es fuerte, es determinado y los únicos suicidas son quienes decidieron asaltar el poder atropellando a la Constitución sin vergüenza ni disimulo alguno.
(*) Abogado. Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana -CPFC-
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