Los aspavientos del señor Donald Trump no dejan de ser noticia en el mundo. Obviamente, al estar al frente de la potencia planetaria más grande, cualquier iniciativa, opinión o medida que aquel adopte, tendrá repercusiones globales, algunas generando problemas antes que soluciones.
En el ámbito del comercio internacional, incluso desde antes de asumir la primera magistratura de su país, no pocas inquietudes produjo Trump en los hombres de negocios.
Su anacrónica visión proteccionista del comercio presagiaba perturbaciones con sus socios más importantes y en la economía mundial.
Llegamos a pensar, sin embargo, que tal enfoque del asunto podría tener contrapesos en los factores de poder económico norteamericanos que muchos intereses tienen en el libre comercio.
No obstante, a pesar de que hubo ciertas vacilaciones de cara al desencadenamiento de una guerra comercial a todas luces inconveniente, al final parece que se impuso la postura absurda inicial. La confrontación temida que ya advertíamos hace algunas semanas, no se pudo parar y una decisión que había sido suspendida por las razones que fueran, sigue ahora su curso, cuyos efectos negativos no serán sólo para la economía norteamericana.
En la reciente reunión del G-7 se evidenció el desencuentro entre países que han sido aliados y socios por muchas décadas. El señor Trump se negó a suscribir la declaración final, hecho insólito en reuniones de este grupo.
El gobierno canadiense ha llegado hasta catalogar de insultantes a las tradicionales, largas y fructíferas relaciones bilaterales entre los dos países, las medidas arancelarias de Trump.
Éste ha señalado de manera insólita a Canadá y otros países como “amenaza a la seguridad” de EEUU. Sobre todo, resulta desconcertante acusara Canadá de tal, cuya economía ha estado prácticamente integrada a la estadounidense desde el siglo XIX.
Ninguna estrategia negociadora responsable y seria que se adelante, por ejemplo, en el marco del NAFTA, podría justificar tal acusación, a todas luces, fuera de lugar, no acorde con la historia compartida de esos dos países.
Tanto Canadá como la Unión Europea y México han iniciado o anunciado activar procedimientos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) en contra de EEUU por el alza de aranceles al aluminio y el acero originarios de aquellos países.
Para los europeos, esta medida llega en un mal momento. A su interior también tiene lugar otra contrariedad, no menos preocupante. Al enredo aún no resuelto del Brexit y de otras manifestaciones anti-europeístas (Polonia, Hungría, Austria), se suma la deriva amenazante de una coalición gubernamental italiana que arriba al poder, cuya visión reniega de la Unión Europea y del euro.
Europa se volviendo una suerte de familia disfuncional. Macron pareciera que es el único que está dando la talla al defender la Unión. La señora Merkel se repliega, está menos activa en términos comunitarios, quizás maniatada por su gobierno compartido y las presiones nacionalistas internas. La deriva nacional-proteccionista y anti-europeísta, que cabalga sobre el tema inmigratorio, a pesar de la recuperación económica, toma fuerza peligrosamente, conspirando contra una Europa unida.
El orden político y económico internacional está trastornado. Trump pide el retorno de Rusia al G-7.
Y en medio de todo esto se produce el encuentro Trump/Kim Yong Un, que a pesar de los nubarrones señalados, constituye una noticia auspiciosa, al menos por ahora.
Porque todo lo que abra una ventana a la paz siempre será positivo. Parar las tensiones con la tiranía de Corea del Norte y lograr la desnuclearización de ese país, será, sin duda, una buena nueva, de concretarse definitivamente. Más allá de la puesta en escena de Singapur y de las reservas sobre la sinceridad de lo acordado, por la paz debe hacerse cualquier esfuerzo diplomático.
Ojalá la absurda deriva nacional-proteccionista en lo comercial, los desencuentros geopolíticos entre los poderes occidentales y las amenazas de guerra puedan ser neutralizadas, y se impongan la sensatez y apertura en un mundo tan complejo y difícil como el que estamos transitando.
EMILIO NOUEL V.