La búsqueda del aire
Escribo en un carro, cruzamos México desde Tijuana hasta Chiapas, es decir de la frontera Norte hasta la frontera Sur. Una travesía en búsqueda de aire.
No quise descansar después del estreno de “Chavismo: la peste del siglo XXI”, que ha sido una insospechada conquista de conciencia y libertad espiritual –hemos lanzado un carajazo moral a la jeta pútrida del chavismo– porque nos inquieta que la peste chavista envenene a México.
Tijuana me mostró las cruces clavadas en un muro como memoria de un sueño de libertad.
¿Otro documental?
He hecho todo lo contrario a lo que se debe hacer cuando uno presenta una película, me he recogido y guardado. No me interesa la gloria efímera de un reflector, me interesa la libertad y ésta en Venezuela no existe y en México está amenazada.
¿Qué hacer? Andar, ver, advertir, revelar. Inició otro documental, emprendo México, como menciono antes, de Norte a Sur para mirar sus cumbres y escudriñar en sus abismos.
¿México no es Venezuela? Lo veré.
Los barrotes de hierro
Trump ya construye su muro, no hay marcha atrás. Ganas de despilfarrar dinero, ya el muro existe. Es una línea de metal que se proyecta por lugares inhóspitos e inverosímiles. Trump tan sólo lo engrosa, lo hace inútilmente monumental.
¿No sería más enriquecedor construir puentes? ¿Por qué levantar barrotes de hierro entre dos culturas que se desvanecen y abrazan en el aire?
El muro derrumbado de la política
Me contentó ver en el malecón de Tijuana como la poesía se burla de la política.
El muro no tiene clemencia, divide. No hay respiro ni límite. Marca diferencias limítrofes con púas, torres de protección, grandes cercas y advertencias graves a quién se atreva a cruzarlo, ni las playas se salvan.
Pero frente al océano, la política es derrotada por la poesía como siempre, el muro se derrumba en el mar y ahí ahoga.
Una púa clavada –como estandarte– en la tristeza
Cuando vi las púas, las cruces clavadas como estandartes de tristeza en el muro, los nombres propios de seres humanos muertos por un anhelo de libertad, pensé irremediablemente en el chavismo que es una púa clavada –como estandarte– en la tristeza del venezolano.
No quiero que México padezca lo que Venezuela ha padecido y esta travesía documental de Norte a Sur, en búsqueda del aire entrañablemente mexicano, intenta mostrar a México como lo ve y lo compara una persona que se ha visto obligada a vivir en el exilio.
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La ventana estrecha de la memoria
El exilio, ya lo hemos expresado, es una cárcel con barrotes de brisa. La memoria es la ventana estrecha que nos abre una visión al firmamento negado de los recuerdos y las añoranzas. Venezuela, para el exiliado, es un espejo despedazado cuyas trizas intenta ensamblar en la ceñida prisión de su permanente nostalgia.
Sabores, olores, anhelos, visiones y figuraciones, en el exilio, son parte de un sueño borroso que nos cachetea de realidad cada vez que nos pronunciamos en otro idioma, cada vez que inhalamos otro aire. ¿Será que los mexicanos también se reconocerán a sí mismos en un exilio forzado?
¿Cuál será su memoria mejor tatuada?
La personalidad de las nubes
El exilio sella en la arena blanca de nuestro espíritu ciertas memorias que son tatuajes imborrables. Nada las disipa.
La personalidad de las nubes de Caracas, por ejemplo, es una de las que permanece tatuada en mi memoria. Esa aristocrática sinfonía del color bordada a la constelación de verdores del Ávila y disipados en encajes de espuma sobre el siempre deslumbrante atardecer caraqueño nada lo iguala.
Cuando vi el malecón de Tijuana y observé en la personalidad de esas imponentes olas, recordé otra vez a Venezuela.
La frontera se desvanece en el agua y en el aire
Ni las nubes disiparon, con su majestuosidad, la púa de rabia que nos clavó el chavismo en el alma. México está tentado a entregarle el poder absoluto a uno que vocifera púas y alambres verbales, muy chavistas por cierto, entre mexicanos. Un gran muro de rencor intenta proyectarse por espacios inhóspitos e inverosímiles del espíritu de México.
Con esta larga travesía de Norte a Sur intentaré borrar fronteras ideológicas y, con poesía, mostrarle a la política que sus fronteras de rabia se desvanecen siempre en el agua y en el aire.
¿Lo lograré? No lo sé, pero el México de mi madre lo vale.
Nuestro Norte será el Sur…