Los zapatos de Joel, un enfermero venezolano de 40 años, tienen la suela despegada, y un orificio en un calcetín deja ver su talón. Reclama un sueldo digno en una huelga que este martes completó su segundo día.
“¡El sueldo no alcanza ni para unos zapatos!”, escribió Joel Márquez en una pancarta que exhibió junto a una treintena de compañeros. Todos gritaban consignas ante una decena de policías que les pedían despejar una calle del oeste de Caracas.
Su reclamo formó parte del segundo día de un paro indefinido de los enfermeros de los hospitales públicos, que el gobierno trató de conjurar regalando cajas de comida.
Desde el lunes se registran pequeñas manifestaciones a las que se han sumado trabajadores de 18 centros médicos, dijo Ana Romero, del colegio de enfermeros del Distrito Capital que agrupa a unos 26.000 afiliados.
“¡Sueldo digno ya!”, fue la proclama dominante frente a la maternidad Concepción Palacios, donde los manifestantes se relevan para no dejar solos a los pacientes, afectados a su vez por una severa falta de medicinas y suministros hospitalarios.
“Así no podemos seguir trabajando”, se quejó Joel, que dice haber perdido 10 kilos. Con su sueldo -unos cinco millones de bolívares equivalentes a 1,6 dólares en el mercado paralelo- apenas compra un kilo de carne.
Un uniforme de enfermero está sobre los 200 millones de bolívares, cerca de 67 dólares del mercado negro, que financia cada vez más importaciones ante la escasez de divisas que monopoliza el gobierno.
La debacle económica ha provocado además una fuga de profesionales. Solo en Caracas se calcula que en 2017 emigraron 3.000 enfermeros de hospitales públicos, dijo a la AFP Naucela Gudiño, del colegio de enfermeros capitalino.
“Se necesitan cuatro meses de salario para comprar una bolsa de detergente para ropa, por eso muchos compañeros se han ido”, lamentó Denis Guédez, obrero de 46 años con 30 de labor.
“El gobierno dice que esto es una guerra económica inducida, pues nosotros decimos que esta es un hambre inducida”, añadió Denis.
“No queremos cajas de comida”
Frente al hospital Universitario de Caracas, mientras una veintena de empleados manifestaba, otros mil hacían filas desordenadas a pocos metros para obtener una caja de comida gratis.
“No necesitamos que nos regalen cajas, necesitamos un salario digno”, exclamó Chaira Moreno, quien recibía por primera vez una de las raciones que entrega el gobierno en sectores populares para paliar la escasez de víveres.
Hace dos años, el presidente socialista Nicolás Maduro lanzó los Clap, un plan para distribuir esas cajas en medio de una hiperinflación que según el FMI trepará a 13.800% este año.
“Estuvimos varias horas en fila mendigando por una caja de comida”, contó a la AFP Francia Sotomayor, enfermera de 44 años con 17 de servicio que no llega a cinco millones de salario.
Sollozando, cuenta que aunque el sueldo no le alcanza para casi nada sigue yendo al hospital para “no abandonar a los pacientes”. Su esposo, médico independiente, sostiene el hogar.
“Crié a mi hija mayor, sola, me compré un carro nuevo con mi trabajo y ahorita no me puedo comprar ni mis toallas sanitarias”, resiente Francia.
Tras varias horas de fila en un día soleado, Bárbara Díaz, una técnica en radiología de 26 años, recibió los alimentos.
Cargaba con dificultad una veintena de productos, todos importados, mientras advertía que seguirá reclamando.
“Aunque nos den la caja vamos a seguir protestando, pues ¿cómo compramos lo demás si el sueldo no nos alcanza? Una caja de comida no basta”.