La libertad es una entelequia con muchas aristas. Tiene que ver con la responsabilidad de los actos y con las maneras independientes de obrar el individuo. Tiene que ver con la existencia, especialmente la estudiada a profundidad por Albert Camus y más recientemente cavilada y compilada por Guillermo Sucre. La libertad es algo así como el goce supremo de la existencia del hombre.
Entre las aristas de la libertad de los individuos hay una a la que generalmente se le presta poca atención o ninguna: la libertad gremial y/o sindical. Sólo acudimos a ella cuando nos encontramos en estos regímenes opresivos, con tendencia a suprimir cualquier libertad, comenzando por la individual y atendiendo, desde luego, a la colectiva. Pérez Jiménez atacó duramente el sindicalismo hasta procurar su supresión definitiva, por ejemplo. Y hacia allá, más o menos disimulado se dirige el régimen de oprobio que dirige malamente la nación actualmente.
La libertad en general es un derecho humano. La libertad de asociación también lo es. Está tipificado como tal en el artículo 20 de la Declaración Universal, es, por tanto taxativo: “1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas. 2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación”. De este modo, uno se asocia o se sindicaliza por una necesidad vinculada a la voluntad.
Además de ser un derecho humano, la libertad de asociación o afiliación, es un derecho laboral incuestionable. La libre asociación constituye, de plano, un contrapoder. El patrono no percibe algunos daños que pudiera estar ocasionando al trabajador y éste necesita un canal, una representación para defenderse del daño infringido o por infringirse. Ambos se necesitan, retroalimentan su accionar. El patrono debe, con libertad, percatarse y corregir; el trabajador debe tener una legítima defensa de sus derechos posiblemente conculcados. Así se tiende a la paz laboral en un país decente.
El régimen, lo hemos percibido todos estos años, ha tergiversado el rol sindical y gremial, apropiándose de algunos sindicalistas y gremialistas forajidos que contrarían todos estos principios. Los ha vestido de rojo y ha procurado convertirlos, comprándolos o convenciéndolos, así ocurrió con algunos que aupaban a Chávez en las empresas básicas o en las petroleras, en algunas empresas para la sorpresa de todos sigue funcionando ese apego aunque desvaído; generando toda una confusión acerca de la representación y la sindicación. ¿Quién defiende si todos, patronos y trabajadores son gobierno?
En las universidades ha venido ocurriendo igual. Algunos disfrazados de sindicalistas y/o gremialistas se arrogan una vacua representación, se “reúnen” con el gobierno supuestamente a discutir convenciones colectivas y tablas salariales, a hacerle propuestas, se pagan, cobran y se dan el vuelto. Así ocurre con una Federación fantasmagórica llamada FTUV, un ala del gobierno, donde sus integrantes, ahora divididos entre si protestar o no por las condiciones críticas de la labor universitaria actual, se llaman aún camaradas, en español no en alemán, y pugnan por los “derechos” de sus “representados”. Toda una farsa increíble, por mal actuada. No existe sindicato ni gremio sin libertad del patrón. Eso no es aceptable siquiera. La Organización Internacional del Trabajo así lo detectó hace mucho tiempo, 1949: “Los trabajadores deberán gozar de adecuada protección contra todo acto de discriminación tendiente a menoscabar la libertad sindical en relación con su empleo” Y, más crudamente, para que les duela a quienes pretenden apropiarse indebidamente de lo de los demás: ”Se consideran actos de injerencia…las medidas que tiendan a fomentar la constitución de organizaciones de trabajadores dominadas por un empleador o una organización de empleadores, o a sostener económicamente, o en otra forma, organizaciones de trabajadores, con objeto de colocar estas organizaciones bajo el control de un empleador o de una organización de empleadores”. La señalación absoluta del mal uso del poder patronal. Así se actúa en contra del patrono y también, con mayor alcance, en contra del trabajador.
En las universidades, en los sindicatos y gremios ocurre igual, cuando algunos ilegítimos representantes, enviados por los patronos, pasan a ser fichas incrustadas en los gremios y sindicatos, para hacerse, con el uso del poder, de los cargos que corresponden a la dirigencia “real”. Disfraces de defensores. Imitadores de zorros. El trabajador debe agudizar su olfato y percibir, percatarse de inmediato quién es quién en el sindicalismo y el gremialismo, determinar la existencia de los coleados y expulsarlos de sus posibilidades en actividades tan delicadas. Ojo avizor es la recomendación, con los traidores, con los aliados con el poder contra los trabajadores, con los disfraces.
wanseume@usb.ve