Wilfredo Suazo, un septuagenario maestro retirado y artesano de hamacas tradicionales de Nicaragua, solloza en medio de su vivienda calcinada. “Daniel mirá cómo lloramos, parece que tu familia se regocija y goza”, clama, como si tuviera de frente al presidente nicaragüense, Daniel Ortega.
Wilder Pérez R. / EFE
Suazo, un viejo robusto que vive en la comunidad indígena de Monimbó, Masaya, apenas puede hablar, luego de que las “fuerzas combinadas” del Gobierno, según sus vecinos, incendiaron su casa y la de sus hijos, pensando que todos dormían dentro.
De no haber huido el hombre y su familia, al menos quince personas, habrían engrosado la lista de 310 víctimas mortales por las acciones represivas del Gobierno en dos meses y medio, de acuerdo con los datos de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH).
Sobre las cenizas, más que palabras, Suazo emite un sonido estridente, que delata el dolor incontenible por haber perdido su casa y su negocio de hamacas, pero sobre todo, por sentirse traicionado después de dar su vida por la revolución sandinista contra la dictadora de los Somoza, sin pedir nada a cambio.
“Yo luché por la revolución, me retiré como maestro, pero seguí apoyando el deporte, haciendo actividades, ¿cuándo agarré un pago por trabajar para la revolución? Hoy sí me mandaron un cheque: me mandaron a quemar la casa, este es mi pago”, lamenta Suazo, al renegar del oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
El incendio no fue casual. El hijo de Suazo, Yubrank, lidera a los manifestantes “autoconvocados” de Monimbó, desde donde Masaya desafió a Ortega en junio pasado, al declararse “territorio libre del dictador”.
Hace dos días la familia Suazo huyó por amenazas de muerte, afirmó Yubrank, y esta madrugada ocurrió el incendio.
Según cuentan los vecinos, un grupo de policías en camionetas y motociclistas encapuchados llegó esta madrugada, bloquearon la calle y lanzaron un tipo de bombas incendiarias.
Los atacantes no huyeron, esperaron hasta que el fuego lo calcinó todo, resaltaron los testigos, que se negaron a ser identificados.
“Es la misma película, ya sabemos quién es el artista principal de esta bella comedia”, dijo Suazo.
El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), coincide en que detrás del incendio está el Gobierno, ya que escenas similares han dejado cuatro adultos y dos niños muertos, con 4 sobrevivientes.
“Se sienten traicionados porque Daniel Ortega los traicionó. El crimen que está cometiendo contra todos los nicaragüenses no tiene nombre”, afirmó la presidenta del Cenidh, Vilma Núñez.
El padre Yuher Baltodano, de la parroquia San Juan Bautista, lamentó que haya “hijos de Dios que se están prestando a esta violencia diabólica, malvada, porque no solamente piensan quemar a los edificios, sino a las personas, niños, familias completas”.
Asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, malos tratos, posibles actos de tortura y detenciones arbitrarias, han ocurrido bajo responsabilidad del Gobierno en contra de la población de Nicaragua, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH).
Esta es la crisis sociopolítica más sangrienta en Nicaragua desde la década de 1980, con Ortega también como presidente.
Desde el 18 de abril pasado los nicaragüenses reclaman la renuncia de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, a quienes acusan de abuso de poder y corrupción durante sus últimos 11 años de Gobierno.
Uno de ellos es Suazo, quien no disimula su rencor hacia Ortega y su familia, pese a lo cual, la justicia que exige es la “divina”, mientras observa lo que quedó de su imagen de la Virgen María junto a una pared. EFE