¡Fuera Maduro! es la decisión de la Venezuela trabajadora, decente, coherente, auténtica, harta de ambigüedades que ya sólo quiere la verdad, la única, de renovación del país y su sana economía, sin derroches ni corrupción. La represión, negociaciones e incoherencias de sumisos colaboradores opositores, han logrado sofocar la calle política, pero no han conseguido apaciguar la protesta social en creciente, y ya imparable, efervescencia con el grito ensordecedor de “Fuera Maduro”, consigna que han hecho suya tanto quienes adversan al régimen como aquellos que lo apoyaron.
El petróleo, su hasta 2003 impensable mala conducción y desinversión de años por parte de la criminal combinación de incompetencias y podredumbre, han convertido a la industria en el único negocio petrolero que fracasa en el mundo. El declive indetenible en instalaciones, producción y exportación es evidente, se refleja en el tesoro público, se acaban los dólares. Hoy se echa mano a las reservas internacionales, se difieren pagos a proveedores y, peor aún, deshonran deudas y compromisos internacionales. Y a lingotes de oro cargados de suspicacias, carne a la vista de zamuros.
El tema castrense complejo y angustiante, aunque se disimule, las alarmas y avisos son indiscutibles e inocultables en sus diferentes componentes, la cantidad de militares detenidos demuestra intranquilidad interna, y el nivel desesperado exigiendo comprometerse con un escrito firmado de lealtad, es prueba clara de nerviosismo. Lo que se acentúa con lo desproporcionado de los aumentos para el personal militar por recompensa laboral y el malestar de siempre por los ascensos, muchos de ellos cuestionables por las habituales decisiones de conveniencias políticas, y el acatamiento dócil de unos pocos que es la maldición para todos los demás.
Son demasiadas las condiciones y realidades críticas que se han estado acumulando, que bajo las circunstancias y estulticia actual de quienes tienen responsabilidades, resultan incorregibles, y saberlo inquieta más. La inflación sigue galopante y no tiene consideración con la miseria, los apagones se incrementan, no hay agua, el gas es deficiente y costoso, teléfono e internet fallan sin rubor, las unidades de transporte cada vez son menos, la falta de efectivo es un verdadero drama. Sueldos y salarios se deterioran cada día haciendo el diario sustento inalcanzable y ahora también los trabajadores públicos comienzan en forma repetitiva a protestar reivindicaciones, la posibilidad de que los paros aislados se conviertan en huelga general no es descartable, pero debe ser coordinada, analizada y luego convocada; la improvisación es mala consejera.
La gente está en sus límites de paciencia y tolerancia, las protestas se multiplican, casi 30 diarias y en aumento. No hay solución, las críticas y reproches sociales empiezan a demandar cambio de gobierno. Cuando la mayoría reclama en protesta social pacífica y generalizada, la ventaja siempre será del reprimido. El ciudadano es sabio e inteligente y por eso el “Fuera Maduro” se ha convertido en la única salida, un mandato nacional, exclamación desesperada y atormentada de la ciudadanía.
“¡Fuera Maduro!” es consigna de la mayoría que pasa hambre y muere por falta de medicamentos e insumos médicos. “¡Fuera Maduro!”, “¡fuera corruptos enchufados y bolichicos!”, ya son clamores, convicción y exigencia de toda la ciudadanía, ricos -los menos- y pobres -los más-, jóvenes, viejos, hombres y mujeres, en toda la nación. Los cambios políticos no se producen sólo por la crisis económica, hacen falta la política y la social, esta es la que crece con exigencia de liderazgo creíble, articulación opositora y mucha acción. Vacantes que, en Venezuela, mortifican.
No hay que ser perspicaz para entender que opositores arrinconados en una unidad de conveniencias y egoísmos, con aciertos, errores, conflictos y contradicciones, están desgastados, corroídos, minados por intereses, egos e insinceridades y, no generan confianza ni motivación para lograr el cambio.
Pero no todo son malas noticias, comienzan a emerger con fuerza, ciudadanos, con criterio y solidez de estadistas, que fueron excluidos, anulados y callados, porque no convenía a la politiquería barata e interesada. Así sucede en el exterior con Diego Arria, Carlos Ortega, Antonio Ledezma, entre muchos otros, y con el liderazgo interno de María Corina Machado que logra consolidarse por su coherencia, autenticidad y capacidad.
No habrá cambio si los ciudadanos no participan e intervienen en defensa de sus derechos constitucionales, libertad y democracia. La ayuda internacional no es despreciable pero no tendrá efecto ni será sustituta de la participación nacional. La verdadera oposición no fracasada ni servicial, está en la obligación de articularse para coordinar el cambio que Venezuela merece y desea; quienes no se ubiquen en esa línea están condenados al fiasco como hasta ahora viene sucediendo, y quedarán de lado ante lo que se avecina en esta gran nación.
Venezuela es de todos los venezolanos, no le pertenece a parcialidades políticas mediocres e incompetentes que solo piensan en sus miserables espacios y cuotas de poder en dictadura. Jamás saldremos de esta afrenta vergonzosa con los mismos que han permitido la permanencia del infame absolutismo. Políticos anodinos, cooperantes, que no hacen política, son politiqueros y solo trabajan para mantener su partido, dialogar y negociar migajas oficialistas; se olvidaron de Venezuela y sus ciudadanos, antepusieron intereses y ambiciones. Desconocen la tragedia diaria que vive y padece la ciudadanía, se empeñan en mercadear limosnas y despojos que el enemigo les obsequia. Esa actitud detestable, repugnante, los descalifica moral y políticamente.
Un cambio, se aprecia, se percibe hasta en el silencio. Es hora de renacer, rescatar los principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas, llego nuestro tiempo, nuestra oportunidad para mejor, no la desperdiciemos.
¡Fuera Maduro! Grita Venezuela.
@ArmandoMartini