Cuando el profesor universitario José Ibarra decidió mostrar en su Twitter (@IbarraOrellanes) los zapatos rotos que usaba, y contó que su sueldo como docente es equivalente hasta el mes de junio en 5 millones 497 mil bolívares (que se transforman en 2 millones 916 mil por todas las deducciones) no le alcanzaba ni siquiera para pagar una reparación, jamás se imaginó que llegaría a casi 15 mil personas que se desbordaron en palabras de aliento, indignación, solidaridad, algunos insultos, pero sobre todo en disposición de ayudarle.
Génesis Carrero Soto / El Pitazo
El 29 de junio a las 10 de la mañana, este trabajador social solo tenía dos certezas: que podría tener calzado nuevo gracias a quienes se ofrecieron a ayudar desinteresadamente y que “los zapatos son ahora el símbolo de la solidaridad del venezolano”, tal como refirió en entrevista ofrecida a El Pitazo.
Este trabajador social aseguró que la frustración a veces nos guía cuando se le preguntó sobre los motivos que lo llevaron a exponer su realidad en una red social en la que circulan 255 millones de usuarios activos.
“Yo voy para mi quinto título universitario y no tener dinero para cambiar unas suelas o poder comprarme un par de zapatos me dio rabia, y no es que nada más me quede con el ejercicio docente, yo siempre ando moviéndome para tener dinero y lograr algo de calidad de vida, pero ese día estaba mal y quería unirme de alguna forma a la protesta de los docentes”, cuenta Ibarra desde su oficina en la escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV), sitio en el que se graduó y al que le ha dedicado 10 años de vida profesional.
Sin embargo, su intención de desahogarse derivó en un río de empatía que lo sigue arrastrando y que hoy es el principal motor para querer crear su fundación “Los zapatos de la dignidad”, una plataforma que está organizando para poder canalizar los donativos de esos más de 11 pares de zapatos y comprar otros más que ha recibido.
Ibarra es un profesor moderno, de esos a los que sus alumnos podrían describir como “pavo”. Tiene risa fácil y deja ver sin problemas sus carencias, pero también sus virtudes. “Esta situación va a pasar, pero mientras eso llega tenemos que hacer algo para ayudar a la gente a salir adelante, a valerse por sí misma y a lograr sobrevivir a esta crisis. No hay que echarse a llorar, sino buscar la forma de ayudar a los que nos rodean”. Es su filosofía.
Y, precisamente, esa filosofía fue la que tanta gente que lo apoyó aplicó para hacerle un donativo económico con el que logró comprarse un par de zapatos deportivos de 60 millones de bolívares y usar unos casuales que le enviaron profesores de otras latitudes al conocer su caso.
El profesor pasó de tener 100 seguidores a conseguir 3.081 personas en su comunidad virtual y dice que se valdrá de “esa nueva fama” para recolectar más ayuda para sus colegas profesores que atraviesan las mismas carencias “aunque no se atrevan a contarlas”.
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