A veces, con frecuencia, la historia de hechos pasados en otros lugares nos trae crueles y valiosas enseñanzas sobre nuestro presente. A modo de introducción, me permito evocar a Ubre Blanca, un semoviente, como diría mi padre, cuya trayectoria vital está detallada gracias a la devoción de los revolucionarios cubanos a su líder Fidel Castro.
El culto a Ubre Blanca constituye un ejemplo alucinante de cómo el ejercicio del poder sin límites en una sociedad conduce a actos de histrionismo, a parodias colectivas, que acompañan invariablemente a la represión y la violencia contra quienes piensan distinto o se oponen al autócrata iluminado. Ubre Blanca, fue una vaca cubana que adquirió una inusitada reputación por su prodigiosa producción de leche. Nació en 1972 y murió un día impreciso de 1985. Según relatos en la red (http://blogs.publico.es/strambotic/2016/11/ubre-blanca/) creció en el maravilloso entorno de Isla Juventud, al sur de Cuba, precisamente donde Fidel Castro había estado encarcelado entre 1953 y 1955 por el asalto al cuartel Moncada. Era hija de un toro Holstein y una vaca cebú. Con esta mezcla tan exótica de genes, nuestra protagonista llamó la atención de los trabajadores de la vaquería donde se encontraba a finales de mayo de 1980, según Juventud Rebelde. ¿La razón? La vaca produjo un día 63 litros de leche, cuando el promedio giraba alrededor de los seis o siete.
Como recuerda Cubanet, Castro estaba decidido a aumentar dramáticamente la producción de leche en Cuba. En diciembre de 1966, durante uno de sus discursos, el revolucionario había hablado del tema ante la Federación de Mujeres Cubanas
“En 1970 la isla tendrá 5 mil expertos en la industria ganadera y alrededor de 8 millones de vacas y terneras, buenas productoras de leche. Habrá tanta leche que se podrá llenar la bahía de La Habana con leche”
Para ilustrar los tiempos es aleccionador un fragmento (traducción libre) del poema Ganadería de Ricardo Pau-Llosa, donde se detalla un hecho de machismo brutal de los muchos a que desafortunadamente nos hemos acostumbrado a ver en los caudillos latinoamericanos
“Dos décadas después, Fidel está enamorado de una vaca
Ubre Blanca. Ante las cámaras,
él explica cada paso de su penetración enguantada
semen de toro goteando de su puño. Suavemente levanta
la cola de Ubre Blanca después de tranquilizarla
con un golpe en la grupa. El antebrazo se hunde
en la vaca lentamente y su cara anuncia
el momento en que abre su puño dentro de ella.
Un día, la madre lechera récord murió
y un perturbado Fidel ordenó que se construyera un monumento
a Ubre Blanca, la vaca revolucionaria.”
El poeta luego se hace una pregunta clave sobre el ascenso de Castro al poder y el aprovechamiento de la vaca por la maquinaria de propaganda castrista. La similitud con los tiempos de la euforia por la elección de Hugo Chávez en Venezuela, de la cual se hizo eco buena parte de la izquierda nacional, es sobrecogedora:
Eran hombres educados, ¿cómo podrían ellos no saber
¿Qué vendría? ¿Cómo no podrían salvar a Ubre Blanca?
de los interminables discursos, las cámaras y el puño?
Es historia conocida que la ganadería cubana nunca despertó bajo la iluminación de los hermanos Castro, pero suficiente por ahora de Ubre Blanca. La historia de la vaca que lo dio todo por la revolución, viene a colación porque no pude evitar la analogía con el desastre que afecta a nuestra industria petrolera, Ubre Negra, para más señas. El chavismo y sus aliados internacionales en la expoliación de nuestra principal riqueza, cubanos, rusos y chinos, se las han arreglado para arruinar a una empresa que otrora fuera el orgullo de nuestra nación. Producción en picada, plantas e instalaciones inseguras, compromisos financieros imposibles de afrontar, endeudamiento masivo, inversiones inexistentes y exceso de personal, son algunos de los males que aquejan a nuestra industria. A ello hay que añadirle que la represión y la cacería de talentos que se anunciaba para todos los venezolanos, tuvo a los profesionales de PDVSA entre sus primeras víctimas. Como ha ocurrido con frecuencia en estos últimos 20 años de división entre los venezolanos, mucha gente de oposición ni siquiera se perturbó ante el despido masivo de los trabajadores de la industria, algo que fue interpretado como el resultado de un paro fallido. Un paro originalmente concebido como un paro cívico, pero que en definitiva mucha gente nunca entendió. Lo que en verdad estaba ocurriendo ante los ojos de todo un país dormido era el comienzo del fin de Ubre Negra y el entronizarse de un rentismo patológico que creó la ilusión de que la pobreza disminuía.
Ubre Negra llenó por un tiempo de crudo a precios preferenciales a Cuba. En verdad, a cambio de médicos y maestros de segunda y policías y espías de primera. Ello, unido a que la cantidad de crudo que se “vendía” a la isla excedía con mucho sus necesidades de petróleo, lo que le permitía colocar el excedente en el mercado spot a precios muy superiores. A ello hay que añadirle la protección imperialista a los países del Caribe a cambio de su respaldo político; el regalo de Orimulsión a China conjuntamente con la hipoteca de nuestro crudo a futuro, y la entrega de buena parte de nuestra industria a manos rusas. Todo ello mientras el comandante Chávez, prometía hacer crecer y multiplicar a Ubre Negra, como antes el comandante Castro lo hizo con Ubre Blanca y la ganadería cubana.
Tiempos oscuros, donde a la muerte de Ubre Negra se le une la destrucción de Intevep, el IVIC y las universidades nacionales, es decir, la aniquilación de la reserva de gente que eventualmente nos permitiría salir del hueco histórico en que nos ha sumido el chavismo. Pero tendrán que venir otros tiempos. Quizás cuando la oposición democrática termine de entender que sus divisiones internas no son compatibles con el combate a los destructores de la nación.
Vladimiro Mujica