Más importante que la manera en que se termine este proceso, es lo que sucedería el día después. El país y la comunidad internacional, tan importante y determinante en estos momentos, esperan un cambio organizado, en el que se habrían de hacer todas las reformas necesarias para destruir el modelo canalla establecido por Hugo Chávez y que se ha venido perfeccionando con Maduro. Es importante destacar esto, pues lo que ha venido ejecutando Maduro no es una política aislada al proyecto Chavista, sino por el contrario, es la puesta en práctica del mismo, y pretender divorciarlos a ambos constituiría un GRAVÍSIMO error, sobre todo en estos momentos, en que la NUEVA estrategia Chavista consiste en crear grupos de disidencia dentro del mismo Chavismo para confundir una vez más a la población.
El regreso a la estabilidad, a la democracia, a la vida en libertad en el país, exige ante todo un gran consenso nacional, un acuerdo entre todos los venezolanos, mucho más allá de los partidos políticos. Una unidad nacional que respalde a un nuevo gobierno para salir de la crisis y restaurar el orden en el menor tiempo posible y con el mínimo de traumas.
La reconciliación nacional es el objetivo principal. Pero ello supone, necesariamente, establecerse la verdad, a la vez que aplicar la justicia. Deben investigarse todos los hechos horribles que ha sufrido el país y muchos venezolanos torturados, asesinados y perseguidos. Todos aquellos que incurrieron en crímenes internacionales, más de Lesa Humanidad y en delitos graves como la Corrupción y el Narcotráfico, deben ser castigados con todo el peso de la ley, sea por tribunales nacionales si hay legislación aplicable o por tribunales internacionales como la Corte Penal Internacional o por instancias extranjeras que apliquen el principio de la jurisdicción universal. No puede haber impunidad. La amnistía es absolutamente improcedente, como se ha demostrado en otros procesos de transición en el mundo.
Debe encontrarse un punto intermedio entre la lucha contra la impunidad, la aplicación de la justicia, el perdón y la reconciliación nacional, ésta referida no a los partidos o grupos políticos, sino la reconciliación de todos los venezolanos.
El país exige reformas urgentes. No solo la reestructuración institucional, un nuevo Poder Judicial y de los órganos del Poder Moral, sino de los cuerpos de política nacional y de la Fuerza Armada, temas delicados que deberán enfrentarse sin temores ni complejos.
La legislación nacional deberá ser revisada para hacer de nuevo un sistema jurídico separado de formas comunistas de poder. Un trabajo difícil también que exige la participación de los juristas más destacados que durante estos años han llamado la atención sobre esta debacle.
El fin de la dictadura es indispensable para el cambio. No se trata de un simple cambio de gobierno sino de sistema. No se trata de una renuncia y de la designación de un gobierno Chavista que continúe la destrucción. La forma no importa. Lo que interesa principalmente es decirle a los venezolanos y al mundo, a la comunidad internacional, que sabemos lo que vamos a hacer después del fin de la dictadura de Maduro y de la peste del proyecto Chavista que está mucho más cerca de lo que ellos mismos se imaginan.