Hace unos días leí un twet de un maracucho enfurecido por los frecuentes cortes de electricidad que sufre su ciudad y que afectan, entre otros, los servicios de refrigeración y acondicionamiento de aire, tan necesarios en la ardiente tierra del sol amada.
Tal furor hubiese pasado desapercibido de no haber estado acompañado de una petición –en mi criterio– insensata: un racionamiento justo. Era imposible no sentir agudo temor sobre la forma de pensar y de expresarse de algunos conciudadanos y sobre la debilidad de su semántica, que le permite admitir un resquicio de justicia en el racionamiento de bienes y servicios esenciales en el País mejor dotado por la naturaleza de toda América Latina.
Pero la petición del maracucho no guarda mucha distancia con las que hacen quienes piden celeridad y justicia en la distribución de las bolsas CLAP, o aumento de la miserable mesada que el Estado chavista concede a los ancianos para retardarles sus muertes por inanición o por falta de las imprescindibles medicinas.
La semántica* parece haber encontrado su sepulcro en la Venezuela de hoy. Se le pide al ladrón que nos saquea la casa a medianoche, que sea justo dejándonos un poco de café para tomar cuando despunte el día; se exige trato justo para los presos políticos, como si el encarcelamiento por pensar distinto admitiera una brizna de justicia; se apela a la solidaridad humana para socorrer a los enfermos que mueren de mengua en los hospitales públicos, en vez de exigirle a las autoridades que cumplan con su obligación constitucional de proveer los medios necesarios para la preservación de la salud y la vida.
La peor catástrofe, la catástrofe que resumiría todas las demás es que los venezolanos admitamos, aunque sea por un instante, que esta tragedia tiene algo de justicia; que admitamos que la corrupción que nos atosiga tiene alguna justificación ética, política o económica; que el precio de la gasolina, que se mantiene bajísimo sin justificación alguna, no tiene nada que ver con el masivo contrabando de extracción hacia los países vecinos e islas contiguas, cuyos ejecutores son harto conocidos.
Pero lo que resulta una hecatombe semántica es que periodistas y otras personas con activa presencia en las redes sociales, sigan llamando unidad opositora a la MUD/FA y líderes opositores a Capriles, Julio Borges, Ramos Allup, Leopoldo López, Henry Falcón y Manuel Rosales. Pregunto: Si tan destacados colaboradores del régimen merecen el calificativo de opositores ¿Cómo debemos llamar a Oscar Pérez y su grupo que dieron sus vidas, siendo masacrados por el régimen el 15 de enero pasado; a Juan Carlos Caguaripano y a Ángel Vivas Perdomo, que han sido secuestrados y torturados hasta el punto de haberles causado daños irreversibles en sus cuerpos, un duro golpe en sus almas y un profundo sufrimiento a sus familiares? Pues si de algo estoy convencida es de que esos no son caimanes del mismo pozo y de que si los líderes muderos son opositores, los nombrados en último término no lo son. Así de simple.
Algunos parecen olvidar que la MUD está constituida por un grupito de cadáveres insepultos y unos cuantos palangristas de vieja data, que se formaron y vivieron a sus anchas durante las cuatro décadas que comenzaron en 1958 y que hoy son viudas de una seudo democracia que hizo posible la llegada al poder del chavismo destructor.
Sugiero respetuosamente a quienes militan en las redes sociales, que tengan la mente alerta y el diccionario a la mano para no incurrir en gruesos errores –inducidos ni propios– en la calificación de las personas, recordando siempre que la justicia es una de las cuatro virtudes cardinales, la cual inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.
También es de justicia no perder la fe, a pesar del inmisericorde ataque de que es objeto por los más diversos medios. Junto con la salida del sol, debemos decir cada día, que nuestra Patria volverá a ser libre, próspera –y sobre todo– mejor, después de las amargas lecciones que empezamos a recibir a comienzos de 1959 y que están próximas a finalizar.
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*Semántica: Perteneciente o relativo a la significación de las palabras (DRAE).