Hawkers: La empresa con dinero robado a Venezuela que crece en España y el mundo

Hawkers: La empresa con dinero robado a Venezuela que crece en España y el mundo

El presidente de Hawkers, Alejandro Betancourt, es investigado por la policía de España y ha sido demandado en EEUU. (Manintown)

 

Cuando Forbes se vuelva a atrever a presentar en su portada a una marca como Hawkers; y se atreva a preguntar cómo hizo para pasar ser exitosa; vale que indaguen un poco más, publica PanamPost

Por Orlando Avendaño





Hace menos de dos meses, la reconocida revista Forbes encabezó su edición con una historia sobre el emprendimiento español, Hawkers. Una marca que comercializa lentes de sol y utiliza internet, principalmente, como su medio de distribución.

De acuerdo con Forbes, “su trayectoria es la envidia del emprendedor”. En la edición de junio, Hawkers se convirtió en la empresa más joven en aparecer en la portada de Forbes España. Destacaron que se han vendido “más de 4,5 millones de gafas de sol en 50 países”. Y que la empresa pasó de facturar 300€ a 100.000.000€ “en solo tres años”.

Una verdadera hazaña, sin duda. Hawkers, como bien dice Forbes, podría ser la envidia de cualquier emprendedor. Una empresa que, desde su fundación en diciembre de 2013, no ha dejado de conquistar éxitos. Y entonces, surge la pregunta, que en su momento también se hizo Forbes: “¿Cómo lo hicieron?”.

El problema es que la respuesta que da la reconocida revista, es cándida. Ingenua. Sin tener malicia, uno pudiera suponer que la calidad de las gafas es tan buena, que el manejo de las redes ha sido tan eficiente, que simplemente se trata de una marca demasiado bien llevada. No obstante, hay un nombre que se omite al relatar la historia: Alejandro Betancourt.

 

Madrid, 6 de octubre de 2016. El empresario venezolano Alejandro Betancourt, que ha invertido 50 millones de euros en la compañía de gafas española Hawkers, habla con Felix Ruiz en la sede de la empresa Job and Talent. Foto: Antonio Heredia

 

El empresario inexperto del chavismo y su firma

Hoy el presidente de Hawkers es el venezolano Alejandro Betancourt. Llegó a la empresa al destronar al cofundador y consejero delegado, Alejandro Moreno. Lo logró, luego de invertir la suma que podría explicar el éxito de la marca española.

En septiembre de 2016, Betancourt inyectó 50.000.000€ a Hawkers y se convirtió, de esa forma, en el principal accionista de la marca y, en consecuencia, en presidente. En ese momento, el diario El Español reseñó: “Era una de las operaciones más esperadas del ecosistema emprendedor español. Por el tamaño de la ampliación de capital y por la compañía, Hawkers, una de las de mayor crecimiento del panorama. Y ya ha sido cerrada: Alejandro Betancourt, un destacado empresario venezolano, ha puesto sobre la mesa buena parte de los 50 millones de euros”.

Asimismo: “El pasado mes de septiembre se hizo pública la operación: 50 millones de euros de capital para afrontar su expansión internacional, hacer crecer su plantilla y lograr que se reparta más el negocio entre otras tres marcas, más allá de Hawkers”.

Afortunadamente, a diferencia de Forbes, el diario El Español sí se preguntó, en 2016, “¿por qué Betancourt?”. Bueno, ¿quién es? “Su nombre no es muy conocido. Su trayectoria en España ha sido corta pero intensa. Él, junto con su primo Pedro Trebbau López, forman un grupo de jóvenes empresarios venezolanos que hicieron fortuna hace varios años en el país latinoamericano gracias a varios contratos importantes del Estado”.

Y “el Estado” hace referencia al régimen de Nicolás Maduro, acusado de tener importantes vínculos con el narcotráfico y el terrorismo internacional, así como con grandes mafias de la región.

Alejandro Betancourt llegó a España con una empresa llamada Compañía de Inversiones Agrícolas Trieste SL. Es el nombre con el que intentó barnizar a su verdadero negocio: Derwick Associates SL.

La empresa, fundada en el 2009, cuando Venezuela ya empezaba a descender por un acantilado de crisis económica, escaló en el país gracias a jugosos contratos con el Estado. De hecho, el primer proyecto de la firma consistió en construir plantas termoeléctricas. El Estado, a final, le adjudicó 11 contratos: 6 con Corpoelec (la sociedad anónima del Estado encargada del sector eléctrico de todo el país, y que hoy es responsable de la devastación del sistema y del servicio); 5 con la petrolera estatal PDVSA (también venida abajo) y un contrato con la Corporación Venezolana de Guayana (CVG).

En 2011, el medio Últimas Noticias presentó un reportaje sobre compras a sobreprecio de plantas termoeléctricas en el marco de una dramática crisis energética en el país. El nombre de la empresa de Alejandro Betancourt apareció en varias oportunidades.

El escepticismo generó inquietud. Y, entonces, periodistas y políticos empezaron a escudriñar. Imperaba la necesidad de saber bajo qué criterio se adjudicaban los contratos a Derwick, el novel proyecto al que se había acudido para responder al desmoronamiento del sistema eléctrico (una crisis que, de hecho, solo se ha acentuado; dejando claro cuál ha sido el papel de la firma de Betancourt). Luego, varios medios y ONG denunciaron que, quien se atrevía a investigar a Derwick, recibía amenazas y acosos.

Pero mientras, Betancourt se hacía millonario. Y con él, todos los que estuvieran relacionados a Derwick —entre los que estaba, Francisdo D’Agostino, cuñado del expresidente de la Asamblea, Henry Ramos Allup—.

Ya era difícil disimular las canalladas de Derwick. Surgieron demandas como la del exembajador de Estados Unidos en Venezuela, Otto Reich; o la del defensor de los derechos humanos y presidente de la Human Rights Foundation, Thor Halvorssen Mendoza —quien llegó a asegurar que Derwick y sus directivos habían sobornado al chavista Diosdado Cabello con USD $50 millones—.

Halvorssen asegura que Derwick es dirigida por “un grupo de empresarios sin experiencia que se enriqueció” a cambio de vender chatarra a sobreprecio.

“Sobornos, chantajes y estafas forman parte de las irregularidades que son desglosadas en la demanda” y entre los argumentos expuestos “se señala a los empresarios venezolanos de haber levantado su capital prácticamente de la nada y aunque la empresa está dedicada al sector eléctrico, se indica que estos no tenían mayor conocimiento sobre la materia”.

“Los socios fundadores de la empresa eran menores de 30 años, no contaban con mayor preparación académica y según señala el documento de la demanda, el único unto a favor que tenían eran sus nexos y conexiones con el Gobierno de Venezuela”, se lee en el medio El Pitazo.

(Twitter)

Hawkers y la estupidez de recibir dinero ilícito
Dirían que como una aparición divina, Alejandro Betancourt llegó para inyectarle 50.000.000€ a la marca española. Sin embargo, los fundadores de Hawkers no tuvieron la sutileza de precisar lo dañino que pudiera ser para la prometedora empresa, recibir una fortuna cuestionada.

No fueron tan tontos los de otra empresa, que ahora, por el éxito que han tenido, deben confrontar las insoportables rabietas de los retrógradas. En noviembre de 2017, el periodista venezolano David Placer reportó para el medio Economía Digital que Cabify, el negocio español de redes de transporte, se convirtió “en la primera start-up española que rechaza el dinero del magnate venezolano Alejandro Betancourt, conocido popularmente como el «bolichico», que amasó su fortuna con contratos millonarios del chavismo y que acaba de ser implicado en el caso de los Paradise Papers”.

Betancourt quería diversificarse y, como hizo con Hawkers, también quería hacer con Cabify —a esta quería inyectarle 30.000.000€—. No obstante, la empresa “cuenta con un sistema de alarmas para detectar el ingreso de dinero sospechoso y que puede salpicarla”.

“Y el pasado de Betancourt, ligado a la alta jerarquía del chavismo en Venezuela, no daba buena espina ni a la cúpula ni a otros inversionistas que habían participado en rondas de financiación anteriores”, se lee en Economía Digital.

Ahora Hawkers debe confrontar el hecho de que su emprendimiento se vea empañado por la figura oscura de Alejandro Betancourt. Debe asumir la realidad de que recibieron 50 millones de euros, posiblemente obtenidos gracias a acuerdos indebidos en Venezuela.

Mayo de este año no fue un buen mes para Betancourt. Y tampoco lo fue julio. A principios del primero, una investigación de los medios El Confidencial, Armando.info, El Pitazo y Runrunes “reveló que Derwick canaliza gran parte de sus beneficios a través de bancos suizos mediante operaciones sospechosas de constituir delitos de blanqueo de capitales que están siendo investigados en varios países, entre ellos, Estados Unidos, Suiza y Venezuela”.

También, el diario El Mundo publicó un artículo que delató una investigación de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de España (Udef) contra el bolichico. Según revela el medio, “el empresario venezolano Alejandro Betancourt, principal inversor de la firma de gafas alicantina Hawkers y socio del español Alberto Cortina en el grupo financiero DBK Financial Group, está siendo investigado por la Udef de la Policía Nacional por un presunto delito de blanqueo de capitales”.

“La investigación vincula al venezolano con movimientos de dinero de procedencia presuntamente ilícita, que entraron y salieron de cuentas bancarias español mediante transferencias, cheques y reintegros en efectivo, a través de la compra de inmuebles”, se lee en el medio.

Y lo de la compra de inmuebles no es una estrategia utilizada solamente en España. Aunque no aparezca su nombre propiamente, una fiscalía federal de Estados Unidos acusó en Miami, este 25 de julio, a un grupo de venezolanos por lavado de dólares de la estatal PDVSA.

Los acusados, que obtenían el dinero gracias a la distorsión cambiaria de Venezuela y al acceso a los fondos de la estatal PDVSA, utilizaban principalmente, como estrategia, la compra de propiedades inmobiliarias en Miami. También “esquemas sofisticados de inversiones falsas”. Destaca el nombre de Francisco Convit Guruceaga, también accionista de la firma de Alejandro Betancourt, Derwick Associates.

Entonces, cuando la revista Forbes se vuelva a atrever a presentar en su portada a una marca como Hawkers; y se atreva a preguntar, con imperdonable ingenuidad, cómo hizo para pasar de facturar 300 euros al año a 100 millones de euros; vale que indaguen un poco más.

Pero afortunadamente están los venezolanos que se dispersaron por el mundo —que abandonaron su hogar, a su familia, porque una cruel dictadura los expulsó—; listos para recordar a quien no lo haga, o hacer saber a quien no sepa, cómo Hawkers se convirtió en una empresa tan exitosa.

“Hawkers, dinero robado a Venezuela”, se lee en la entrada de una tienda en Barcelona.