El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, agota este fin de semana las últimas horas en el cargo que ocupa desde hace ocho años y que entregará en tres días a su sucesor, el uribista Iván Duque, con una paz a medias.
EFE
El mandatario, que llegó al poder el 7 de agosto de 2010 y fue reelegido para un segundo mandato en 2014, deja la jefatura de Estado con la firma de un acuerdo de paz con las FARC como mayor logro de su Gobierno, un hito que le valió el Premio Nobel de Paz de 2016.
En su último fin de semana como presidente Santos no tiene actividades oficiales previstas y sus apariciones de este sábado fueron en las redes sociales para comentar la bajada de la inflación en el cierre de su Gobierno.
“En julio cayó la inflación y los precios bajaron. Cerramos Gobierno con buenas noticias para los hogares colombianos y dejando una inflación controlada”, manifestó en su cuenta de Twitter.
Santos también manifestó en esa red social el grave accidente sufrido hoy por el ciclista colombiano Egan Bernal (Sky) en la Clásica de San Sebastián (España) y le envió “un mensaje de ánimo y de fortaleza” con deseos de “pronta recuperación”.
El lunes, Santos asistirá a la firma de los créditos internacionales para la construcción del metro de Bogotá, firmará el decreto que delimita la Sierra Nevada de Santa Marta y por la noche ofrecerá una cena a los mandatarios que al día siguiente asistirán a la investidura de Duque.
A diferencia de lo ocurrido con sus antecesores, la despedida de Santos de la Presidencia no ha estado marcada por sangrientas ofensivas guerrilleras gracias al acuerdo con las FARC que puso fin a un conflicto armado de más de medio siglo y por el cual esa organización armada ilegal se convirtió en el partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
En el conflicto armado colombiano perdieron la vida 262.197 personas entre 1958 y este año, según un informe divulgado esta semana por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
Sin embargo, Santos se retira del Gobierno y de la política sin ver realizado su sueño de alcanzar la llamada “paz total” de Colombia porque todavía persisten otros grupos armados ilegales como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército Popular de Liberación (EPL) y numerosas bandas criminales dedicadas al narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal.
Con el ELN, el Gobierno negocia desde febrero de 2017 un acuerdo de paz similar al de las FARC, pero las conversaciones que comenzaron en Quito y luego fueron trasladadas a La Habana no han progresado.
El mandatario intentó, sin éxito, alcanzar con el ELN un alto el fuego bilateral temporal que garantice el avance del proceso de paz, y esa guerrilla, que nunca ha renunciado al secuestro, se llevó esta semana a la fuerza a tres policías, un militar y dos civiles que navegaban por el río Arquía, en el oeste del país.
Al ELN se le señala también como autor de ataques con explosivos perpetrados en la madrugada de este sábado contra una base militar y el aeropuerto del municipio de Saravena, en el departamento de Arauca, fronterizo con Venezuela, que no dejaron víctimas.
Además del ELN, el Gobierno saliente deja al de Duque otros problemas delicados en el campo de la seguridad, entre ellos el crecimiento de las disidencias de las FARC que ya dominan grandes áreas, especialmente en el sur del país, y el aumento de los cultivos ilícitos.
Las plantaciones de coca, que alcanzaron el año pasado un récord de 209.000 hectáreas, proliferan en las regiones de Tumaco, en la frontera con Ecuador, y en el Catatumbo, limítrofe con Venezuela, donde se ha incrementado la violencia, principalmente entre los distintos grupos armados ilegales por el control territorial relacionado con el narcotráfico.
A pesar de la paz con las FARC, el Gobierno de Santos no pudo resolver tampoco el problema de la violencia contra los líderes sociales que, según la Defensoría del Pueblo, le costó la vida a 311 de ellos entre el 1 de enero de 2016 y el pasado 30 de junio y que lejos de reducirse, va en aumento.
Todas estas dificultades impidieron la “paz total” pretendida por Santos y quedan como herencia a Duque, de quien se espera mano dura para alcanzar una de sus prioridades que es devolver la seguridad a los colombianos.