La decisión: El último postgrado, por José Aguilar Lusinchi

La decisión: El último postgrado, por José Aguilar Lusinchi

José Aguilar Lusinchi @jaguilalusinchi

La voz de la megafonía hacía el llamado para lo que sería el penúltimo vuelo de conviasa a Buenos Aires. Al escucharla, avisó en el grupo WhatsApp de su familia que ya estaba a punto partir, mientras sus cinco sentidos se situaban en jaque ante el mundo. Nueve horas y media más tarde, sellaba pasaporte en el aeropuerto de Ezeiza, ante un señor mayor que le preguntó si venía a residenciarse.

Recogió sus maletas y cambió cien dólares en una casa de cambio. Recorrió el lugar y esperó junto a un café Habana la llegada de un Uber. El viaje en auto demoró unos cuarenta minutos hasta Núñez, los cuales sirvieron para hablar de expectativas con el conductor, que también era venezolano.

El sofá de una sala serviría para descansar y tomar fuerzas para todo lo que vendría. Al día siguiente, salió a conocer un poco; compró la tarjeta del subte, adquirió una línea movistar, visitó el planetario en recoleta y probó el mate. Escasamente, le importaba el frío o la incomodidad del lugar donde duerme, pues tomó la decisión que esta sería la aventura de su vida.

No fue hasta el lunes próximo que empezó a buscar trabajo. Recorrió Belgrano hasta el congreso, usó el subte y caminó todo microcentro, se tomó una foto en el obelisco y siguió caminando hasta la once. Al hacerlo, entregó currículos que sacaba de una carpeta amarilla, mientras se protegía del frío con un sweater beige y publicaba todo lo que podía en su cuenta Instagram.

Una de las primeras llamadas en recibir fue desde una pancheria. Publicó todo; la llamada que recibió, la fecha de la entrevista, las preguntas que le hicieron, la oferta económica y la forma en como afrontó la ausencia de documentación. Allí, trabajó en negro los siguientes cincuenta y cinco días, haciendo de cada circunstancia una historia contada en la red social.

Un video dio inicio a las publicaciones de un jueves. En él, se observa y se escucha como entró en la estación de Palermo con sentido a catedral; en otro, como se bajó en nueve de julio y cambia a la línea C hasta el retiro. Luego, se le ve en una fotografía recostada en unas rejas negras, mientras hacía una cola para entrar a un edificio de color amarillo. Al final, explicó que ese día tuvo su cita para el DNI y que obtuvo al fin su precaria.

La frecuencia de sus publicaciones la hizo ser útil, ante la necesidad de personas cercanas que le seguían. Empezaron las preguntas, las inquietudes, las posibles soluciones y alternativas. Preguntaron por alquileres, zonas, empleos, papeles, costo de vida, viviendas, salarios, pasajes, rutas, gestores, oportunidades e incluso, la filosofía del proceso migratorio.

El Instagram acabó haciéndose un hábito, al comprender que podía llegarle a la gente y así ayudarlos de alguna forma. El circulo de consultas se fue extendiendo, con la llegada de desconocidos que también querían salir de sus dudas.  Tal cosa, la hizo considerarse útil ante las necesidades de otros, haciéndole sentir satisfacción y energía al hacerlo. Para ella, este es su grano de arena ante la situación tan difícil que atraviesa su país.

Pero ni esta bioanalista de veintiséis años, era capaz de escapar de la soledad nocturna de un migrante. Una de las noches en el sofá, pensó en lo que hace y empezó a hacerse preguntas sobre ello. ¿Que podría saber ella, que nunca había utilizado sus redes sociales para algo distinto a sus cosas, sobre lo que ahora hace? Seguramente nada, pero nada le impide intentarlo y aprender.

Su inspiración la llevó a comprender que todo dependía de una decisión; la decisión de ayudar. Se levantó hacia el morral, tomó su laptop y creó un nuevo correo electrónico. Acudió al celular y abrió la aplicación de Instagram. Pensó en el nombre de usuario y luego lo escribió en la casilla. Sonrió al saber que estaba disponible, al tiempo que se erizaba su piel de la emoción.

Aquella noche, fue creado el usuario @unachamaenargentina; un espacio para hacer pública su rutina como migrante. Un lugar para leer, responder y publicar para quien lo necesite. Sus historias crearon con el tiempo, suficiente influencia que se transformó en seguidores, lo cual vivificó la necesidad de guiar a otros a partir de su experiencia. Fue entonces, cuando despertó en esta chica la última materia de este postgrado, el servicio.

En aquel momento, esta venezolana fusionó el modernismo con el segundo propósito de la vida. Empezó a utilizar la tecnología para colaborar en el proceso migratorio de venezolanos, chilenos, peruanos y bolivianos. En el ejercicio de esta colaboración, comprendió que podía ser un instrumento para facilitarle el camino a otros.

El estímulo de esta materia, la hizo desarrollar un espíritu de ayuda ante cualquier necesidad que puedan tener los demás, abriéndole un mundo rico en experiencias donde puede alcanzar lo mejor de ella y a su vez nutrirse haciendo lo que hace.

Nueve son los testimonios que conforman este relato. Venezolanos en Argentina, Chile, Perú y Ecuador participaron en él. Aquel que inspiró la creación de esta materia, fue el último que recibí en mi paso por Buenos Aires. La entrevista se realizó en un Burger King a primera hora de la mañana, a pocos metros de la Avenida Mayo.

Todas las personas que conocí en Buenos Aires, e incluso otras que aún no habían partido, me comentaron que ella los ayudó en el proceso. Eso fue sin duda, mi mayor impulso a escribirle la noche anterior.

En nuestras investigaciones de campo, se comprobó que tal servicio aglomera a cualquiera que haya vivido el proceso migratorio. Observamos como argentinos, chilenos y peruanos que conocen en vida propia el significado de la migración, colaboran incansablemente en la estabilidad de nuestros ciudadanos.

Emigrar Es Un Postgrado

José Aguilar Lusinchi

joseaguilarlusinchi@yahoo.com

Instagram: jaguilarlusinchi

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