Evo Morales, el presidente récord, en su peor momento

Evo Morales, el presidente récord, en su peor momento

El presidente de Bolivia, Evo Morales asiste a la investidura del presidente electo de Colombia, Iván Duque. EFE/Leonardo Muñoz

 

Esta semana cumplió 12 años, seis meses y 23 días como presidente de Bolivia, superando la marca de Víctor Paz Estenssoro. Sin embargo, desde que acudió al Tribunal Constitucional para que le permita presentarse a una nueva reelección, a pesar de haber perdido un referéndum en 2016, comenzó una progresiva decadencia. Decidido a aferrarse al cargo, se vislumbra un 2019 muy conflictivo.

Por Darío Mizrahi / Infobae

El coliseo Evo Morales de Ivirgarzama, Cochabamba —uno de los tantos que hay en el país con el nombre del presidente—, fue escenario este sábado de un multitudinario festejo por el récord que batió el líder cocalero el martes pasado. Con 4.587 días consecutivos en el poder, se convirtió en el jefe de Estado más duradero de la historia boliviana.

Víctor Paz Estenssoro, padre de la Revolución Nacional de 1952 y máximo caudillo del siglo XX en el país, sumaba 4.586 días, pero repartidos en tres períodos presidenciales (1952 — 1956, 1960 — 1964 y 1985 — 1989). Su poder estuvo lejos de ser indisputado. En todo momento, debió convivir con la amenaza de un golpe militar, una rebelión o una gran crisis económica.

Evo Morales, en cambio, consolidó en estos 12 años y medio una verdadera hegemonía. Con las Fuerzas Armadas expulsadas de la escena política, sin partidos opositores fuertes, con un sistema judicial disciplinado y una economía en alza, su primacía no estuvo nunca en peligro. Si bien enfrentó protestas y cuestionamientos de diferentes sectores sociales, los descontentos nunca pudieron presentar una alternativa política competitiva.

El ex presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro / Foto: Cortesía

 

“Su exitosa carrera política no se explica si no se entiende que es una figura muy pragmática”, dijo a Infobae Mario Torrico, coordinador de la Maestría en Políticas Públicas Comparadas de Flacso-México. “Si uno sólo presta atención a sus discursos podría pensar que está ante un líder que impulsa una revolución socialista. Pero también hay que mirar sus acciones, como su decisión de hacer una alianza con los empresarios de Santa Cruz, a quienes les garantiza condiciones económicas para que sus negocios prosperen. Ese pragmatismo le permitió hacer algo que le ha costado mucho a los líderes de izquierda en América Latina: tener un gobierno con vocación social, pero con responsabilidad económica”.

Este cuadro empezó a desdibujarse el 21 de febrero de 2016. Sorpresivamente, el 51.3% de los bolivianos rechazaron en un referéndum un proyecto de reforma constitucional que habilitaba a Morales a presentarse a una tercera reelección en 2019. Fue su primera derrota desde que arrasó en las elecciones de 2005 y se convirtió en presidente.

De respetar la voluntad popular, el mandatario tendría que abandonar el Palacio Quemado el 22 de enero de 2020. Pero ya no parece dispuesto a aceptar que la Constitución o el resultado de una votación lo obliguen a dejar el poder. Por eso, decidió acudir al Tribunal Constitucional —que le responde casi como si fuera un ministerio—, para que lo autorice a procurar un nuevo mandato.

Con el insólito argumento de que el límite a la reelección viola los derechos políticos de Morales, los jueces lo habilitaron el 28 de noviembre pasado a participar de los comicios. Él todavía no confirmó si lo hará. Pero todo indica que sí.

“Algunos de esos magistrados pasaron a ser embajadores en Ginebra o a ocupar otros cargos, en un acto de evidente prebendarismo. Le hicieron un fallo a medida, es un mamarracho jurídico. Sostuvieron que no se aplica un artículo constitucional, pero el Tribunal no tiene la capacidad de modificar la Constitución. Lo que hicieron es desconocer los resultados del 21 de febrero”, afirmó el analista político Carlos Cordero, en diálogo con Infobae.

LPZ01 – COCHABAMBA (BOLIVIA), 19/12/05.- El ganador de las elecciones bolivianas, Evo Morales, entra en un local de seguidores del Movimiento al Socialismo (MAS) donde es recibido por simpatizantes. EFE/Paolo Aguilar

 

Cómo se construyó el récord

Evo Morales llegó a los primeros planos de la política boliviana como líder sindical de los trabajadores cocaleros, un movimiento muy cohesionado y combativo, que se consolidó enfrentando los sucesivos intentos estatales de erradicar los cultivos. En 1997 se alió con sectores urbanos de izquierda y usó un partido preexistente, el Movimiento al Socialismo (MAS), para lanzar su candidatura a diputado. Obtuvo el 70% de los votos en Cochabamba.

Sin ser un referente indígena, logró capitalizar el reverdecer de los movimientos originarios. Acercarse a ellos le permitió ampliar su base electoral y asumir una identidad que lo diferenciaba del resto de la clase política. Así ganó las presidenciales de 2005 con el 53% de los votos y 25 puntos de ventaja sobre el segundo, Jorge Quiroga Ramírez.

En 2009 consiguió la sanción de una nueva Constitución, que convirtió a Bolivia en un Estado Plurinacional, incorporando simbólicamente a una multiplicidad de grupos etnolingüísticos que históricamente habían sido marginados. Además, habilitó la reelección consecutiva, que antes estaba vedada. Ese mismo año fue ratificado en el cargo con el 64% de los sufragios.

El presidente cubano Fidel Castro y el presidente electo de Bolivia, Evo Morales en La Habana (Cuba). Castro y Morales dieron hoy el primer paso para una futura cooperación bilateral en los sectores de educación y salud. EFE/Alejandro Ernesto

 

“La primera gestión presidencial de Morales reúne sin duda los mayores aciertos, que se vislumbran en una serie de reformas políticas, sociales y económicas que le dieron la confianza y la aprobación de un porcentaje grande de la población boliviana. En las siguientes gestiones, que están marcadas por un sin número de desaciertos, desconfianza y conflictividad social, logró afianzarse en el poder porque se constituyó, a través del MAS, en la primera fuerza política del país, ocupando gobernaciones, alcaldías de ciudades capitales y provincias, asambleas departamentales, medios comunicacionales, e instituciones electorales y de justicia”, explicó la socióloga Daniela Carrasco, docente de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, consultada por Infobae.

Con un masivo respaldo popular, que le permitió tener mayoría absoluta en el Congreso, y con sus adversarios reducidos a una expresión testimonial, Morales se fue apropiando de todo el aparato estatal. Esterilizó a los principales organismos de control y en 2011 terminó de deglutir a la Justicia con una reforma que introdujo la elección popular de los magistrados nacionales.

“Un factor que no se debe olvidar es el estado de dispersión o desorientación de la oposición. Por un lado, el Gobierno usó instrumentos legales para debilitarla significativamente. Un ejemplo es la ley que permite iniciar procesos legales a autoridades electas durante el ejercicio de sus deberes, lo cual ha resultado en la remoción de dichas autoridades de sus puestos. Por otro lado, la oposición se ha debilitado a sí misma al no querer formar alianzas para presentar un frente capaz de enfrentar a Morales. Al aferrarse a la forma antigua de hacer política, no ha sido capaz de alcanzar un apoyo importante”, dijo a Infobae el politólogo Miguel A. Buitrago, profesor de la Universidad de Hamburgo.

Morales tendría que haber dejado la presidencia en enero de 2015, ya que la Constitución de 2009 sólo habilita una reelección consecutiva. Pero no tuvo dificultades en conseguir que los jueces consideraran como el mandato inicial el de 2010 — 2015, porque era el primero con la nueva Carta Magna. En los comicios de 2014 se impuso con el 61% de los votos.

Evo no fue el único presidente récord en la historia reciente de América Latina. Si hubo varios mandatarios que se acercaron o superaron los diez años en el poder es, en buena medida, porque las condiciones económicas nunca habían sido tan favorables para la región como en la primera década del siglo XXI. Con los precios de los commodities por las nubes, Bolivia se enriqueció exportando gas y minerales.

“Es una de las economías más exitosas de la última década —dijo Torrico—, y sin embargo ha emprendido políticas que se pueden considerar de izquierda, como programas sociales, bonos y la participación del Estado en parte de la cadena productiva, como en los hidrocarburos. Tuvo el pragmatismo de llamar nacionalización a lo que, en los hechos, era una renegociación de los contratos del sector. Evo nos recuerda mucho a Paz Estenssoro, que también era muy pragmático”.

Morales tuvo además el mérito de usar los extraordinarios recursos que tuvo a disposición para impulsar una reducción de la desigualdad sin precedentes. Bolivia es el país latinoamericano en el que más se achicó la disparidad de ingresos en el período: de ser largamente el más inequitativo, con una diferencia de 149.2 veces entre el 10% más rico y el 10% más pobre, la relación pasó a ser de 29.3 veces, un 80% menos. Logró superar a Honduras y a Brasil, que hoy son más desiguales.

“Otro factor a considerar es el establecimiento de un sistema de beneficios a cambio de legitimación política —dijo Buitrago—. Una de las acciones primeras del gobierno fue implementar varias políticas en forma de transferencias sociales, en beneficio de varios sectores de la sociedad, como los jubilados, mujeres en gestación y a niños escolares. Esto obviamente creó una base sólida de apoyo. Además, el Gobierno ha implementado otro tipo de programas, como Bolivia cambia y Evo cumple, en los cuales hace inversiones públicas en infraestructura. Lo notable es el hábito de muchas autoridades gubernamentales de condicionar la implementación de dichos proyectos al apoyo político”.

Un grupo de bolivianos celebra una jornada de “acullicu” o mascado de coca para defender la que consideran su “hoja sagrada” y rechazar la petición de la ONU de prohibir una práctica ancestral en el mundo andino, en el que, la hoja de coca, además de ser la base para fabricar cocaína es un producto tradicional, que en su estado natural, se emplea con usos medicinales, nutritivos y rituales. EFE/Martin Alipaz

 

El punto de inflexión

“El 51,3% de la población boliviana votante llegó al referéndum de 2016 con la consigna clara de no aprobación a la repostulación presidencial de Morales. Los resultados mostraron un profundo estado de descomposición de su capital político y simbólico, y la reemergencia de los movimientos ciudadanos y de las manifestaciones callejeras que se oponían a este liderazgo. El fallo del Tribunal Constitucional, al ser ilegal e ilegítimo, lo que hizo fue profundizar el descrédito, la frustración y hasta la aversión hacia Evo Morales y su partido”, sostuvo Carrasco.

Hasta la sentencia de 2017 que anuló lo expresado por la consulta popular un año antes, si bien el gobierno caminaba cada vez más cerca de la cornisa del autoritarismo, mantenía una legitimidad democrática fundamental: el respaldo de las urnas. Haber perdido una elección tan importante, y reaccionar desconociendo su resultado a través de un Tribunal títere, dejó a la democracia boliviana en terapia intensiva.

“Si tomamos en cuenta la historia del siglo pasado —dijo Buitrago—, recordamos cómo el pueblo boliviano luchó contra el autoritarismo. Pienso que la memoria colectiva todavía se acuerda de estas épocas y siente un tipo de alergia a todo lo que se le parezca, incluyendo a los políticos que parecen querer perpetuarse en el gobierno. Eso le ha restado legitimidad a Morales, porque la gente tiene la impresión de que se quiere quedar indefinidamente en el poder”.

El Evo que rompió el récord está lejos del que ganó las elecciones de 2014. Cuando asumió su tercer mandato, su gobierno tenía una aprobación del 56 por ciento. En actualidad cayó al 34 por ciento, según la consultora Mercados y Muestras. En el horizonte asoman también otros problemas, como las denuncias de corrupción y el agotamiento de la economía.

“Esta dinámica económica no es sostenible en el largo plazo, porque finalmente se basa en un modelo extractivista, que es el que se apoyó en toda América Latina por los buenos precios de las materias primas. Bolivia sigue creciendo porque aún le exporta mucho gas a Brasil y a Argentina, a precios negociados hace mucho tiempo. Pero no es un esquema capaz de garantizar tasas de crecimiento a largo plazo, ni tampoco es sostenible desde el punto de vista medioambiental. El discurso de defensa de la madre tierra no concuerda con la realidad, ya que su modelo es totalmente depredador del medio ambiente y vulnera derechos indígenas”, dijo Torrico.

Si bien la performance económica sigue siendo relativamente buena, sobre todo en comparación con otros países de la región, la opinión pública ya empieza a percibir que las épocas de bonanza se terminaron. La misma encuestadora detectó en un sondeo reciente que el 79% de los bolivianos considera que su país atraviesa una crisis económica. Si bien la mayoría cree que es leve, no deja de ser un dato alarmante.

Carlos Mesa Gisbert, presidente de Bolivia cuando el congreso de ese país le aceptó por mayoría la renuncia a Gonzalo Sánchez de Lozada. EFE/Leo La Valle

 

Un futuro con mucha incertidumbre

“El pueblo me pide que vuelva, yo no quiero”, dijo Morales esta semana en entrevista con ABC Color, de Paraguay. Según confesó, su verdadero deseo sería “volver a cosechar coca”. Aunque aclaró: “Tampoco es fácil rechazar cuando el pueblo te empuja”.

Si bien el mandatario no confirmó aún su candidatura, todo hace pensar que la terminará oficializando. Es cierto que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) tendría la potestad de rechazarla, más allá del fallo de la Corte Constitucional. Pero nadie imagina que pueda tener la autonomía suficiente como para hacer algo así.

“Lo que no creo que vaya a ocurrir es el pronunciamiento del TSE —dijo Cordero—. Ha sido elegido por la mayoría política del MAS. El Presidente tiene un delegado personal en él y no es un delito, está en la ley. ¿Y a pesar de eso hay algunos ingenuos que creen que se va a pronunciar en contra de Morales? Prefiero creer que es el pueblo el que va a reaccionar antes que el Tribunal”.

Si las elecciones fueran hoy, el escenario no sería el más favorable para Evo. Una encuesta de Mercados y Muestras reveló que obtendría sólo un 27 por ciento. Muy cerca, con un 25%, aparece una figura política opositora en alza, el ex presidente Carlos Mesa (2003 — 2005). Si ambos fueran a segunda vuelta, Mesa obtendría un 48%, frente a un 32% de Morales. ¿Estaría dispuesto el presidente a aceptar una eventual derrota? Sea cual sea la respuesta, se avizora un 2019 con alta tensión política en Bolivia.

“El Poder Judicial está en manos de Evo, que lo usa para mantenerse en el poder y para perseguir a otros sectores. En este momento se está llevando a cabo un proceso contra Mesa, para inhabilitarlo, porque es el único que podría ganarle el año próximo. Todo indica que no va a poder ser candidato. Imagino muchos episodios de protesta popular contra esos intentos, y mucha represión como respuesta. Porque además él maneja muy bien a los cocaleros, que son un grupo de choque que se puede movilizar frente a los ciudadanos que vayan a manifestarse contra una nueva presidencia de Morales”, concluyó Torrico.

Exit mobile version