El horror como espectáculo. A eso ha llegado la tiranía. Se ufana de la tortura, de la degradación de la dignidad humana, del dolor ajeno. Llegaron al último nivel: torturan a sus secuestrados y lo muestran impúdicamente; como hacen los terroristas.
Es terrorismo de Estado. Y hay que decirlo así, porque la gente está harta de mentiras, de eufemismos, de excusas. Hay que hablar con la verdad y asumirla, aunque sea dura. Y lo es.
La verdad es que todo colapsa: medio país a oscuras y la otra mitad bajo el agua. Colapsa el parque automotor y la moneda. La verdad es que la Soberanía Nacional se hace añicos, la salud pública se gangrena y la producción petrolera, como la agroalimentaria, están en caída libre.
Maracaibo fue la primera ciudad que tuvo luz en Venezuela y por primera vez desde que se instaló el Sistema de Interconexión Nacional, quedó aislada y sin luz por mas de cinco días. Los técnicos lo han advertido: ciudades del centro del país como Valencia, Maracay y Barquisimeto, entre otras, van por el mismo camino.
Al mismo tiempo, en el otro extremo del país, la crecida del Orinoco pretendió ser silenciada por la indolencia y el cinismo del régimen; como me dijo Ana en su casa inundada en el barrio La Toma de Ciudad Bolívar: “y además, son capaces de decir que esto es un montaje”…. Ni un puente aéreo a Amazonas, ni uno fluvial a Apure. La verdad es que no les importa nada ni nadie.
La verdad es que la Fuerza Armada sabe que el régimen ultrajó nuestra Soberanía Nacional: la Farc y el ELN se pelean el control del Arco Minero en Guayana, y en el Catatumbo un comandante guerrillero “denuncia” que el Ejército ingresa a “nuestro” territorio y así justifica el asesinato de dos militares venezolanos por explosiones de minas…. y el “alto mando”…. ni una palabra… quizás se están debatiendo entre sus familias y la “lealtad” al tirano, como les ordenó Maduro.
La verdad es que Maduro sí sabe cómo lo desprecian en los cuarteles. Igual que en la calle. En su locura desenfrenada les dijo a los oficiales que escogieran entre sus madres o sus carreras; entre sus hijos y un reo de la justicia, condenado por corrupto….Como hicieron tantos totalitarismos antes. La verdad es que los oficiales y soldados ya escogieron.
La verdad es que a Maduro sólo le queda la persecución y el terror. Porque él está aterrado. Se quedó solo y ni se atreve a asomarse a esas “marchas” escuálidas de empleados públicos a quienes ya no tienen con qué amenazar; ¿qué les van a quitar? ¿Un sueldo que cada mes vale menos sin importar cuántas veces lo aumenten?
Maduro sabe que lo único que le queda es la cúpula militar y una parte de la Casa Militar. Más nada.
La verdad es que por eso ya ni se atreve a ir a Miraflores. Los que si se atreven son las enfermeras y los vecinos de Altagracia y La Pastora, a gritarle en su cara: ¡Fuera Maduro!, en medio de un apagón de 40 horas.
Ésta es la verdad. El régimen ha logrado el colapso total del país y con ello inexorablemente arrastra al sistema completo; incluyendo a quienes colaboran con él.
Los ciudadanos militares también deben comprender, de una vez por todas, que aquellos que se han convertido en la última barrera para la transición a la democracia, tienen la responsabilidad y una última oportunidad de hacer lo correcto.
La sabiduría popular criolla tiene un dicho: “quien le pega a la familia se arruina…”
En su desesperación, Maduro se atrevió a meterse pública y descaradamente con la familia venezolana; porque sabe que, precisamente, la unión de la familia civil y de la familia militar lo va a desalojar de Miraflores.
Esa es la pura verdad.