El virus de la fiebre amarilla estaba dormido en la selva amazónica cuando, cerca de julio de 2016, salió hacia el muy poblado sur de Brasil, llevado por monos y mosquitos.
A una velocidad estimada de 3,3 kilómetros diarios, el virus se dirigió a las ciudades de Sao Paulo y Río de Janeiro, en las que no había circulado durante décadas y donde residen más de 35 millones de personas que no estaban vacunadas contra esta enfermedad, que puede conducir a la muerte en menos de diez días.
Dos años más tarde, 676 personas han fallecido en la peor epidemia de fiebre amarilla en Brasil en un siglo.
Por primera vez, el itinerario del virus fue reconstruido por un equipo internacional de la Universidad de Oxford y la Fundação Oswaldo Cruz (Fiocruz) en Río de Janeiro, que llevó a cabo una auténtica búsqueda del tesoro genética, geográfica y epidemiológica cuyos resultados fueron publicados el jueves en la revista estadounidense Science.
“Esta es la primera vez que hemos podido calcular la velocidad de propagación del virus en el espacio y el tiempo”, explica a la AFP Nuno Faria, profesor del Departamento de Zoología de Oxford.
El trabajo descartó la hipótesis temida durante mucho tiempo de un retorno de la transmisión del virus “de hombre a hombre”, es decir, a través de los mosquitos urbanos, los famosos Aedes aegypti.
Los humanos han sido contaminados por mosquitos “salvajes”, el Haemagogus y el Sabethes, que habían aparentemente picado a monos infectados en la selva. Estas personas fueron infectadas principalmente porque estuvieron o vivieron cerca de las áreas de hábitat de estos monos.
Primera pista: los investigadores reconstruyeron la propagación geográfica del virus y se dieron cuenta de que los casos de contagio en los monos antecedían en solo cuatro días a los casos en humanos.
Pero el virus se desplazó más rápido que la velocidad normal de los primates, lo que sugiere que fueron personas las que seguramente transportaron la enfermedad a través del comercio ilegal de monos o llevando mosquitos infectados en vehículos.
También descubrieron que el 85% de los casos eran hombres de entre 35 a 54 años, que son más susceptibles de dirigirse a lugares cercanos a la jungla debido a que son ellos quienes desempeñan trabajos de camioneros o trabajadores agrícolas, por ejemplo. Por lo general, vivían a menos de 5 kilómetros de la selva.
Finalmente, recolectaron y analizaron los genomas de los virus de monos y humanos infectados, reforzando sus conclusiones sobre el origen de la epidemia.
Para los científicos, este método servirá para analizar y tomar medidas en tiempo real en las próximas epidemias.
“Es un trabajo de alto vuelo”, consideró David Hamer, un experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Boston al comentar con AFP el estudio, en el que no participó.
“Su enfoque tiene un gran potencial pero requiere una gran cantidad de datos”, señaló sin embargo el profesor, quien añadió que los países en desarrollo, especialmente de África -otro continente a menudo afectado por la fiebre amarilla-, no tienen la infraestructura requerida para crear un sistema de monitoreo y alerta como el referido.
Vacunación
La mejor herramienta contra la fiebre amarilla sigue siendo la vacuna, descubierta en 1938. El gobierno brasileño comenzó en enero de este año una gran campaña, que comenzó en las regiones de Sao Paulo, Río y Bahía.
Pero hubo desabastecimiento. Para los investigadores, la lección es que, además de erradicar los mosquitos silvestres, se debe dar prioridad a la vacunación de las poblaciones en mayor riesgo en las zonas rurales y periurbanas.
En el estado de Minas Gerais, epicentro de la epidemia en el sureste, 85% de los casos fueron hombres y la incidencia más alta en edades de 40 a 49 años. “Debemos llegar a estas poblaciones y vacunarlas”, insistió Faria.
El hecho de que el virus no haya entrado en un “ciclo urbano” y que las áreas del centro de Sao Paulo y Río se hayan mantenido libres no debe hacer bajar la guardia, alertó.
“Ahora estamos empezando a darnos cuenta de que muchas de las enfermedades infecciosas más preocupantes son causadas por la deforestación y la cada vez mayor proximidad de los seres humanos con los animales”, dijo Peter Hotez, decano de la Escuela de Medicina Tropical de la Universidad Baylor College de Houston, quien mencionó también el virus del Ébola, los coronavirus SARS y MERS en China y Arabia Saudita respectivamente e incluso el virus Nipah recientemente en India.
AFP