Diez años después que Hugo Chávez le quitara tres cero a la moneda para ocultar su devaluación, Nicolás Maduro, su sucesor, hace lo propio quitando otros cinco ceros. En términos prácticos, lo que costaba un bolívar hace una década ahora costaría cien millones de bolívares, lo qué pasa es que está camuflado por la eliminación de los ochos ceros que suman ambas reconversiones. Para graficar el tamaño de la devaluación, digamos hipotéticamente que una persona que cayó en coma en diciembre de 2007 teniendo en su banco un saldo de cien millones de bolívares equivalente en ese entonces a 20 mil dólares, se despertaría ahorita con un saldo en su banco de un (1) bolívar soberano, lo que equivale a menos de dos centavos de dólar. Convertir millones que compran casas en apenas una moneda que compra algunos gramos de sal, es el legado del que tanto hablaban y qué lamentablemente continúa generando pobreza, hambre, miseria y un éxodo sin precedentes. “Hecho en socialismo” porque “así es que se gobierna”.
El dictador, ya sin tener que disimular luego de anular el parlamento, derogar la constitución y reelegirse fraudulentamente; anuncia un conjunto de medidas que reciclan todos los errores pasados y las causas de la misma crisis con un relato casi esquizofrénico que consigue su climax con una confesión acomplejada: “Este plan es mío, lo he hecho solo yo con mi sabiduría”. Llegamos a un punto en que ya no hay ministros, mucho menos un gabinete económico que de la cara, solo el dictador habla flanqueado por los hermanos Rodríguez cuya única experticia es el odio y la venganza. Luego de anunciar un aumento salarial que no pagará sino casi un mes después, admite que el salario mínimo anterior era una miseria con el cual “no se podía comprar ni cien gramos de queso”, a pesar de haberlo aumentado hasta media docena de veces en un mismo año. Y es que ya el pueblo sabe que con este modelo mientras más se aumente el salario, menos alcanza el dinero, porque esos aumentos se terminan pagando con dinero inorgánico devaluado, de ahí la eliminación de los ceros. Esta vez Maduro además anuncia que va a pagar, no solo la nómina pública, sino también el salario de los trabajadores de empresas privadas y por cuenta propia. Cuando lo dijo el nuevo salario equivalía a 30 dólares (sigue siendo el más bajo del continente), veremos cuanto vale cuando lo pague. Sal y agua, y el fin conceptual de la empresa privada.
Lo cierto es que lejos de combatir la hiperinflación, Maduro la ha repotenciado con sus medidas, en compañía de su amigo imaginario, el Petro, y apelando por enésima vez al control de precios que siempre ha generado escasez, inflación y la más feroz persecución contra el sector productivo. Es la misma historia repetida, cambiando los nombres de los personajes, pero con el mismo final infeliz. Controles y persecución, mientras se les quita ceros a la moneda expropiando los ahorros y los ingresos de la gente, para único beneficio de las mafias que siguen medrando con las distorsiones que ellos mismos crean. Ante esta situación que inevitablemente generará el colapso de los servicios públicos y la profundización de la crisis humanitaria, una vanguardia política asumió el reto de convocar a la gente a luchar, retomando la ofensiva popular en torno al objetivo de construir de abajo hacia arriba una huelga nacional con el fin de salir de Maduro y restituir la democracia, lo cual es el requisito fundamental de cualquier plan de rescate económico en el país. Allá los que quieran esperar sentados otra elección o diálogo, o los que creen que el cambio llega con tan solo anunciarlo. Se trata de unirnos en torno a una agenda común, canalizando el malestar popular y dándole dirección política a un paro que se dará inevitablemente con o sin nosotros. Estamos en presencia de la implosion del modelo político y económico que ha imperado ya durante veinte años, de sus cenizas debemos generar la transición hacia una democracia que libere el pais y sus fuerzas productivas, de lo contrario la devastación servirá de abono para consolidar ya irreversiblemente un modelo comunista al estilo cubano con matices anárquicos propios de las peores tiranías africanas. Todo o nada.