Clandestinamente, para genios…, por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

Clandestinamente, para genios…, por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

La voz de Carolina
En un diálogo privado, Carolina Perpetuo me escribió este comentario a un tiempo inquietante y virtuoso: “Si la oposición no se une, si mantiene esta guerra a cuchillos que ha envilecido a la política de los ciudadanos, se instalará el nihilismo y el descreimiento cínico. Quien sea consciente de los prejuicios del nihilismo, no debe hacerse el loco”.

Quizá sea una de las reflexiones más brillantez que he leído en este tiempo caótico de gritería, mordiscos e invectivas lanzadas –por twitter– como ráfagas de metralleta al aire. Desde que leí la palabra “nihilismo”, martilla mis pensamientos, se clava sin indulgencia en cada una de mis observaciones o análisis.

Ciertamente: no creemos en nada ni nadie.

Nihilismo
Del latín nihil ‘nada’, el nihilismo según el diccionario de la Real Academia Española, es la negación de todo principio religioso, político y social. Agrega Wikipedia: es el rechazo a todo principio, la creencia de que la vida no tiene sentido.

¿Qué estamos padeciendo los venezolanos sino un desconcertante y masivo descreimiento cínico, un turbador rechazo a todo principio político y social, a todo liderazgo, a toda virtud?

Ese es el resultado más escalofriante del chavismo: el desahucio moral de Venezuela, el nihilismo apocalíptico.

Y con ella colapsamos todos…
Sigue Carolina Perpetuo en su disertación: “El fondo del problema es muy grave como para limitarlo a nuestras simpatías personales. Venezuela colapsó a la espera del colapso del régimen. Y con ella colapsamos todos, incluyendo a la oposición política, cuyas energías quedaron deshechas: no sólo por causa de las acciones emprendidas por el régimen para aplastarnos, sino también como consecuencia de la insensatez insolente de unos enfermos que desviaron la lucha hacia una disputa vanidosa por el protagonismo y la jefatura”.

Aunque con algunas detalladas diferencias, pienso igual que Carolina que el protagonismo y la jefatura de algunos liderazgos políticos nos desviaron del único y común destino: la libertad.

Siniestra realidad
Electoreros fallaron, dialoguistas fallaron, los “drones” fallaron, salidistas fallaron, tuiteros fallaron, noviolentos fallamos. ¿Por qué? Porque no estamos unidos. Cada facción opositora ha sentido que el triunfo de una opción distinta a la suya podría menoscabar su aspiración a liderar un posible período de transición de la tiranía a la democracia. Mientras tanto el chavismo afianza su despotismo y los desarticulados opositores hacemos un ridículo universal. No hace falta que Carolina lo escriba ni que yo lo confirme para saber que esa es nuestra siniestra realidad. Nos desguazamos unos a otros delirantemente por una ficción de transición política que no existe ni existirá si no luchamos unidos para lograrla.
La unidad de destino –ya que no de criterio– es la liberación nacional.

La única opción
Puedo estar equivocado, pero pienso que, a estas devastadoras alturas de crisis humanitaria y horror humano, frente a la criminal y despiadada tiranía chavista sólo nos queda una opción: la rebelión nacional total. Lamentablemente no creo que se logre de manera electoral (que más quisiera uno que así fuera), ni tampoco con previsibles y obedientes “tomas de calles” (ahí no hay rebeldía); no, esa rebelión popular liberadora –pienso– sólo se logrará con la toma de todos los poderes públicos: el poder constituyente (el pueblo) tomando “unido” los poderes constituidos usurpados por la tiranía (Miraflores, Fiscalía, gobernaciones, alcaldías, etcétera).
Las rebeliones sociales o políticas han sido así desde los orígenes de la civilización. Unos lo han hecho a través de la violencia (usando las armas); otros lo han hecho a través de la movilización noviolenta.

Violencia o noviolencia, no es el dilema
Aunque soy un activista convencido de la noviolencia, pienso que el drama venezolano, la inédita tragedia humanitaria y la despreciable indolencia de la tiranía frente a la ruina nacional, justifica la intervención militar humanitaria nacional e internacional para liberar al país del chavismo y su patético Estado fallido. La crisis sólo empeorará y empeorará. Lo que está viviendo el venezolano, dentro o fuera del país, es sencillamente inhumano.
El dilema no es la violencia o la noviolencia para salir del chavismo, el dilema es la conquista de la libertad que no puede ser sólo responsabilidad de quienes residen y luchan en Venezuela. Los venezolanos en el exilio nos tenemos que unir a la cruzada de la rebelión nacional. Es insolente pedir desde el destierro que otros hagan lo que es obligación de todos los venezolanos.
La fuerza, estoy convencido, será la unión.

Clandestinamente, para genios
He propuesto a activistas y políticos en el exilio que volvamos clandestinamente a Venezuela y nos unamos a los residentes para formar parte de la histórica movilización que produzca la rebelión y la liberación nacional. He pedido que coordinemos, actuemos y luchemos juntos en ese gran esfuerzo liberador y, aunque la moción ha sido mayoritaria y amplísimamente apoyada, no ha faltado el bufón, el exiliado acomodado, el residente insolente y protagónico, el descreído (a veces, cínico) o el nihilista, que señala que por ser una propuesta pública es imposible de realizar. Sé que se equivocan.

Pese a que, según Diosdi, Maduro o Rodríguez, soy un enemigo acérrimo de la tiranía, he entrado y salido clandestinamente del país con cierta facilidad. La clandestinidad es sólo para entrar, la lucha una vez en Venezuela en esta ocasión debe ser puntual (no prolongada) e implicaría la toma popular y masiva de todos los poderes públicos.

Sé que si luchamos unidos lo podemos lograr, la historia tiene demasiadas pruebas de ello. Creo en la libertad, también creo en el pueblo venezolano y en muchos de sus líderes. No soy un nihilista ni un idealista. Estoy convencido de que, sin protagonismos ni jefaturas, sin vanidades ni egocentrismos en el liderazgo opositor, nuestro bravo pueblo luchando unido nos llevará a la gloria de la libertad. Pero tenemos que creer, y creer es luchar. No es un sacrificio, es una obligación.

La nada –el nihilismo– que ha impuesto el chavismo no es opción.

 

 

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