Pareciera que ya nada es intempestivo en Venezuela. Todos esperan con la resignación acostumbrada, el golpe en el costado emocional y la variada estratagema para estar entretenidos con las tragedias.
Cómo se extrañan las noticias optimistas en una tierra con tantos derechos por cumplir y privilegios por recibir. Mientras más anuncios son vociferados con un temple destructivo desde Miraflores, en proporciones inimaginables se presenta el éxodo de venezolanos, con la fe extraviada en esa espera interminable porque la justicia constitucional, recobre los buenos modos democráticos.
No sé hasta qué punto el venezolano aprendió a ceder. Si dejó de ser impasible, férreo y determinante ante los riesgos y empecinado frente a los retos, cuando trataban de mancillar su democracia, que era ejemplo hemisférico. Posiblemente se enfrentó a nuevos hallazgos y estrenó su chaleco anti-desastres para emprender el duro camino de ser extranjero.
Revienta en el ánimo las noticias perturbadoras contra los venezolanos que emprenden los azarosos caminos de un destierro impuesto. La economía dislocada, la salud torcida, las angustias familiares, la delincuencia liándose a trompadas con la duda sobre qué robar y el desánimo excesivo ante la desvergüenza gubernamental, repercuten en una decisión irrevocable de salir despavoridos de esta catástrofe planificada desde Cuba.
No importa si deben andar trechos inmensos para llegar a su destino. Es una suerte de expedicionarios y de hallar una salida a la fractura total de la calidad de vida. Están determinados a afrontar esta única posibilidad. Reciben humillaciones variadas por las distintas fronteras, pero sus metas están trazadas.
Ya parece no importar las vagas comparaciones con los balseros cubanos o sirios. La semana pasada la agencia de migraciones de Naciones Unidas calificó a este éxodo de emigrantes de nuestro país como “un momento de crisis” comparable con los eventos que involucran a refugiados en el Mediterráneo.
Ya la Acnur señala que existen más de 2,3 millones de venezolanos viviendo fuera de nuestra nación. The Washington Post considera que este éxodo de refugiados de Venezuela es actualmente la mayor crisis del hemisferio. Y hay razones suficientes para sostener tal argumento.
Los países sudamericanos parecen romperse la crisma para encontrar soluciones imprevisibles ante la cuantiosa diáspora venezolana. Pese a tener conocimiento de causa de las dificultades monetarias y logísticas para obtener un pasaporte, naciones como Ecuador y Perú están empecinados en la idea de exigirlos como norma, convirtiéndose en una barrera para aquellos con menos recursos.
Mientras y por centésima vez, las medidas de Maduro siguen generando el caos. Todos los insumos comienzan a subir con el esmero de lo indetenible. No sería descabellado pensar que las proyecciones del FMI de un millón por ciento de inflación este año para a nuestro país quedasen cortas, pues el organismo no contaba con estos agrios anuncios para el desmayo.
Por su parte, el mandatario nacional obliga ahora a las empresas y comercios a registrarse en el Sistema de la Patria, para que puedan contar con el beneficio de que el Gobierno asuma sus nóminas por 90 días, frente a una imposibilidad lógica de pagar un incremento del salario mínimo de cinco a 180 millones. Lo más probable es que sus intenciones no sean las más sanas ni las más convenientes para el empresariado, ante los penosos antecedentes de querer apropiarse de todo.
Estoy convencido que nada es irreparable. Que los mensajes para la esperanza están servidos. Que un terremoto de 7,3 grados en Sucre la semana pasada, no provocara ni un muerto ni pérdidas materiales es un anuncio. Sí estamos confeccionados con la pasta de los valerosos. Contamos con un diálogo ingenioso para contrarrestar el guion para el caos. El tiempo sigue su marcha y pronto se encontrará la manija para resolver este problema que se ha vuelto continental.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
@Joseluis5571