Desde lo alto de un acantilado sobre el glaciar Helheim en Groenlandia, trataba de llamar a mi esposa en Nueva York a través de un teléfono satelital. Antes de que pudiera dejar un mensaje, una explosión rompió el silencio ártico.
Por Lucas Jackson/Reuters
Más explosiones se sucedieron.
Corrí a través de una tundra fangosa hasta una cámara de video en un trípode que apuntaba al glaciar y arranqué la bolsa de basura que había usado para protegerla. Apreté grabar en cuanto pude enfocar.
El sonido de la explosión mutó a una especie de estruendo sordo. Durante la siguiente media hora, el hielo se rompió y un trozo de más de 6 kilómetros de ancho cayó al mar en un proceso llamado desprendimiento, que es muy poco frecuente presenciar a esta escala.
Como fotógrafo de Reuters, capturé imágenes de volcanes en erupción, secuelas de huracanes y tornados, e incluso de la guerra, pero nunca me he sentido tan pequeño. Fue un final conmovedor para un proyecto de un mes de duración para examinar los efectos del cambio climático en Groenlandia.
La idea era seguir a los científicos que realizan investigaciones climáticas. Los expertos han tenido el poder computacional para comprender el calentamiento global en apenas unas pocas décadas, y las cifras son aleccionadoras. Pero, ¿de dónde provienen los datos?
Para averiguarlo, recurrimos a un equipo de científicos que realizaban vuelos desde Islandia para un proyecto de la NASA llamado Oceans Melting Greenland (Océanos Derritiendo Groenlandia). Los expertos buscan entender cómo los océanos cálidos están derritiendo el hielo de la isla desde abajo.
También pasamos tiempo con David Holland, oceanógrafo de la Universidad de Nueva York, quien estaba en la zona por otro proyecto de investigación y que también fue testigo del desprendimiento del glaciar Helheim.
Me di cuenta de la escala de este trabajo estando a bordo de un avión de la NASA con el investigador principal Joshua Willis y otros científicos, a 12.192 metros de altura, viendo el horizonte blanco aparentemente infinito de la capa de hielo que recubre Groenlandia.
El avión se inclinó y giró sobre los escarpados acantilados y las rocas del este de Groenlandia, que se están convirtiendo en polvo por efecto de los inmensos glaciares.
Me uní al equipo de la NASA durante una semana en marzo en Keflavik, Islandia. Cada día despegamos de las pistas heladas y sobrevolamos la costa de Groenlandia, mientras los científicos Tim Miller, Ron Muellerschoen y David Austerberry recogían una secuencia interminable de números, símbolos y letras en sus computadoras a partir de datos de radar sobre los glaciares.
Holland ha estado estudiando el Helheim y otro glaciar llamado Jakobshavn durante más de una década.
En junio, lo acompañé mientras visitaba Helheim, cerca de la localidad costera de Tasiilaq, que tiene una población de unos apenas 2.000 habitantes. El sitio se las ingenió para convertirse en algo así como un destino turístico, con solo dos hoteles que a veces sirven carne de ballena.
El transporte aquí se limita a barco o helicóptero en el verano y trineo de perros en el invierno. En verano, el sol aparece sólo un par de horas por día.
Holland reunió datos sobre actividad sísmica, temperatura y viento, junto con imágenes secuenciales.
Tanto para los periodistas como para los científicos, el cambio climático es difícil de documentar. A menudo sucede imperceptiblemente: un aumento de temperatura de un décimo de grado, unos pocos milímetros menos de lluvia, una capa de hielo que se derrite lentamente.
Es por eso que fue tan abrumador ver miles de millones de toneladas de hielo colapsar de una vez. De repente, no se sintió como un problema pequeño o distante.