Analistas de orientación socialista, como Leopoldo Puchi, plantean que las medidas del gobierno de Nicolás Maduro son un error dado que intentan destruir el capitalismo venezolano sin haber construido una economía socialista. Otros analistas de izquierda, como Luis Enrique Gavazut, interpretan que las medidas están bien orientadas porque buscan destruir el capitalismo que sobrevive en nuestro país.
La diferencia entre ellos está en que Puchi nos da un respiro y pide que, primero, se construya la economía socialista. Esta propuesta es un avance para los pueblos, como el venezolano, arrasado por una guerra ideológica de unos pocos dogmáticos de izquierda en contra del resto de la sociedad, porque al menos da la oportunidad de que primero se demuestre que esa economía socialista existe, antes de lanzarse a destruir la capitalista por un afán de concentrar el poder y no de bienestar. En cambio, en el caso de Gavazut no hay tregua: primero muerte, luego veremos.
Hasta ahora, la tal economía socialista no existe en términos viables si se le considera como antagónica al capitalismo: La China de Mao, la ex Unión Soviética, Europa Oriental y Cuba, ninguno de estos regímenes pudieron sobrevivir porque hambrearon a sus pueblos. Tuvieron que acogerse a una economía capitalista, bajo la cual el todavía comunismo chino se dio el lujo de que, en sólo 25 años, logró construir el segmento no pobre más grande del mundo. Por su parte, los países más desarrollados, casi todos han tenido o tienen gobiernos de partidos socialistas, pero de un socialismo aggiornado que incluye el capitalismo bajo múltiples fórmulas: privado, mixto, nacional y extranjero, y de Estado en algunos servicios públicos. En Noruega, hasta su empresa bandera, StatOil, es mixta y con amplio acceso de la población a acciones de esta compañía. Sus ganancias se ahorran, no se reparten; sólo se invierten los intereses, en infraestructura, educación y salud. Pero son mucho más y mejores socialistas que cualquier otro régimen del mundo.
Qué lástima que el increíble liderazgo de Hugo Chávez se haya desperdiciado en dividirnos en vez de integrarnos.