“No se debe tener ni amor ni odio hacia los hombres que están en el gobierno. Se debe tener para ellos el mismo sentimiento que se tiene por un cochero; conduce bien, o conduce mal, eso es todo.”
Alfred De Vigny
Me ha llamado enormemente la atención la “batalla de los máster” que libran por estos días los cabecillas de la política española.
La dinámica política de los países medianamente desarrollados, indica que deben gobernar aquellos más aptos, es decir los mejor preparados, los mejor formados y por sobre todas las cosas los más probos (aunque no siempre sea así, quizás por la misma condición de imperfectibilidad del ser humano) y que ante el menor atisbo de falla en esa probidad una gestión queda sometida al ojo escrutador de los órganos contralores y de la misma opinión pública.
El que un funcionario publico haya mentido acerca de algo que para nosotros sería tan trivial como la autoría de un trabajo de grado lo expone al escarnio público y a la separación inmediata del cargo que ostenta, tal cual pasó hace pocos días con la Ministra de Sanidad del Reino de España, así como al duro tratamiento y rigurosa investigación a la que se está sometiendo al socialista presidente del gobierno Pedro Sánchez, por el presunto plagio de un párrafo en un libro de su autoría. Es decir el que miente acerca de su tesis, también puede mentir descaradamente a la hora de manejar los fondos de los ciudadanos y al entregarle cuentas a los mismos.
¡Qué inmensa diferencia! En Venezuela, para ser Presidente de la República no es ni siquiera necesario tener un título universitario, ni para ser ministro, ni constituyente, ni gobernador, ni alcalde. Solo hace falta ser muy popular, dársela de chistoso, si se puede, muy chabacano y no importa si se sabe escribir bien o no, total mientras peor se exprese “más parecido al pueblo se habla”.
Qué triste que los venezolanos no optemos por ser regidos por los mejores, sino por aquellos que nos dicen lo que queremos escuchar, que carajo importa si después nos cumplen o no.
En nuestro país han acabado en estos últimos 20 años con el sentido de la excelencia, de la buena formación, de la constante preparación y del trabajo duro, como únicos medios licitos para ganarse el pan y progresar como individuos en una sociedad prospera. No, eso es muy complicado, es mejor tener un pana bien conectado que nos ponga en un puesto clave o nos consiga unos contratos bien jugosos para resolvernos rapidito. “Qué nos pongan donde haiga” pues.
Como puede manejar la hacienda pública alguien que no sea un economista de comprobada trayectoria o llevar el timón de la principal industria del país; la petrolera alguien que no tenga la más mínima idea del producto estrella. Malamente puede ser ministro de salud alguien que no sea un médico o ministro de educación quien no tenga su ruta en el magisterio. Son cosas que van atadas unas a otras.
¿Será que hemos perdido el sentido lógico los venezolanos? ¿Hasta cuándo iremos los venezolanos a votar por lo que dice un candidato más allá de escrutar medianamente su preparación y su trayectoria?
¿Será por eso que estamos como estamos? Yo creo que sí, porque si llevamos a nuestra casa a un carpintero a revisar la instalación eléctrica, de seguro nos quedaremos sin luz.
Si aquí funcionara el sistema como no funciona en Venezuela, cuántos de los hoy ministros, gobernadores, alcaldes y paremos de contar tendrían que poner sus cargos a disposición por falsos, mentirosos e incapaces como la ministra de Sanidad española. Saque usted sus propias conclusiones amigo lector.
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