El economista Luis Caputo renunció este martes a la presidencia del Banco Central de Argentina, justo cuando el país negocia con el Fondo Monetario Internacional una ampliación del acuerdo alcanzado en junio por 50.000 millones de dólares, y en medio de una huelga general.
En su reemplazo fue nombrado el hasta ahora viceministro de Economía, Guido Sandleris, un economista que ha trabajado para el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, y cuenta con una amplia trayectoria académica, informó la presidencia.
La renuncia de Caputo fue anunciada en un momento en que el presidente Mauricio Macri se encuentra en Nueva York para la Asamblea General de Naciones Unidas, ante la cual debe intervenir en pocas horas. El presidente se reunió el lunes con inversionistas y cenó con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde.
“La renuncia de Caputo debe analizarse en el contexto de la negociación con el FMI. Él planteaba la necesidad de un aumento importante en el monto de asistencia o de los desembolsos, además de buscar mayor flexibilidad para intervenir en el mercado cambiario”, comentó a la AFP Matías Carugati, economista jefe de la consultora Management & Fit. “Su salida puede leerse como que esas cosas no van a suceder o, al menos, no en el grado que Caputo consideraba apropiado”, agregó.
Este cambio en el Banco Central llevó a una depreciación de 2,75% de la moneda, que cotizaba a 39,22 pesos por dólar a media jornada, en un día de poco movimiento, con los empleados de la banca privada adheridos a la huelga general.
En el centro financiero de Buenos Aires solo una casa de cambio está abierta, aunque con escasa clientela. “El día está muerto, no pasa nada”, dijo a la AFP una empleada del establecimiento.
Desde enero, la moneda argentina se ha depreciado alrededor de 50%.
– Huelga general –
La renuncia de Caputo se conoció en una jornada de huelga general en Argentina contra las medidas de ajuste y el acuerdo con el FMI, la segunda desde que se pactó el respaldo financiero en junio y la cuarta en la actual administración.
Sin transporte público, con las estaciones de trenes y los ingresos al metro clausurados, así como muchos comercios cerrados, los argentinos se movilizaron en sus autos particulares y algunos en bicicleta por las calles de Buenos Aires.
Con las cifras macroeconómicas en declive -una contracción del PBI del 2,4% para este año y una inflación ya proyectada por encima de 40%-, los sindicatos detienen además el tráfico aéreo, la carga terrestre, la banca y la administración pública, incluyendo escuelas, hospitales y universidades.
“El gobierno tiene que entender que no vamos a ser los trabajadores los que paguemos la crisis porque no somos los que la generamos. No nos enriquecimos con la especulación financiera, no somos los que especulamos con el dólar, sino que somos los que estamos sufriendo la devaluación brutal de nuestras condiciones de vida”, dijo a la AFP la docente Erica Seiter, en un piquete (bloqueo del tránsito) en el ingreso sur a la capital.
La jornada fue convocada como una huelga sin manifestaciones, pero sindicatos y partidos de izquierda radicalizados realizaron pequeños piquetes en distintas autopistas para bloquear la llegada de automovilistas desde la periferia hacia Buenos Aires, que en las jornadas laborales duplica su población de casi tres millones de habitantes.
Contingentes de la gendarmería fueron desplegados para impedir el cierre total de los accesos, que a media mañana ya habían sido despejados.
– Despidos –
“Hay muchos despidos. Mi situación económica es terrible. Hoy la canasta básica (de alimentos, para un hogar) ronda los 16.000 o 17.000 pesos y no llegas a cubrirlo. En mi caso, con dos trabajos en negro (informales) llego a 15.000 pesos, trabajando 17 horas por día. En Argentina no estamos viviendo, estamos sobreviviendo por todos estos ajustes que plantea el gobierno”, dijo cerca de uno de los bloqueos Juan Carlos Díaz, un camionero recientemente despedido.
El desempleo sigue al alza, con 9,6% en el segundo semestre de 2018, y se calcula que el índice de pobreza que se anunciará esta semana romperá la tendencia a disminuir que traía y que la ubicó en 25% al cierre de 2017.
Una huelga anterior, el pasado 25 de junio, dejó pérdidas por unos 29.000 millones de pesos, entonces equivalentes a unos 1.000 millones de dólares, según el gobierno.
Macri, un liberal de centroderecha, insiste en que Argentina no puede gastar más de lo que produce y se ha propuesto alcanzar un déficit primario cero para 2019. Para ello, necesita que el Congreso, en el que no cuenta con la mayoría, le apruebe el proyecto de presupuesto que introdujo la semana pasada.
La presión de los sindicatos, que exigen ajustes salariales acordes con la inflación, es uno de sus principales obstáculos.
AFP