Sobre la visita del dictador venezolano a las Naciones Unidas se ha dicho mucho. Pero hay todavía más que decir. Es curioso y quizás ello responda a la maniobra política perversa permanente de los regímenes como el de él, que hiciera su visita al mismo tiempo que varios presidentes se dirigen a la Fiscal de la Corte Penal Internacional para pedirle que abra una investigación formal para establecer la responsabilidad penal individual de los responsables de los crímenes que se cometen en Venezuela, lo que ya había sido solicitado por muchos, en base a una seria sustentación jurídica y a pruebas y evidencias indiscutibles, sobre lo que pasa en Venezuela y no solo desde el 2017, como lo pretende la misma Fiscal, de manera extraña, por cierto, sino desde el 2014.
Coincide también el intempestivo viaje que hace con la “combatiente” Cilia Flores, designada en una de las listas del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, con la adopción por primera vez de una resolución del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en la que se reconoce lo que tanto niega la dictadura: la crisis humanitaria y la necesidad de una ayuda humanitaria urgente, a la vez que se condena la violación de los Derechos Humanos en el país.
A esto último por cierto le acompaña una declaración de la Señora Bachelet, tibia pero significativa, en la que le pide al dictador que abra las puertas a los mecanismos de Derechos Humanos para que vayan al país y vean lo que pasa. Por supuesto, Maduro lo aceptó, rapidito, ante la tormenta en la que está, pero sabemos que no lo permitirá jamás pues de hacerlo ¡ardería Troya!
Maduro estuvo solo, aupado por sus íntimos, su representante en la ONU el comunista Moncada, hijo de un golpista de la época de los 60 contra Rómulo Betancourt, entonces militar de derecha que pasó a la izquierda lo que heredó su hijo; acompañado también de la insigne flores y jorgito rodríguez, el psiquiatra de la muerte, hijo de un subversivo que participó en numerosos actos en los que muchos murieron y sufrieron el ataque dirigido desde La Habana. No faltaba tampoco un Arreaza, incongruente como siempre y unos guardaespaldas que completaron la bancada venezolana.
Pero ningún Jefe de Estado lo acompañó, ni siquiera los ñángaras del Evo Morales ni el asesino y violador Daniel Ortega, muchos puestos vacíos. Apenas unos secretarios de Misiones estuvieron presentes, sin unirse al aplauso que el grupo de adulantes alzó al finalizar las sarta de cosas que dijo Maduro ante la Asamblea General, lo que no comento aquí pues ya todos sabemos lo que dijo. Una vez más responsabilizó al Imperio, pero le estiró la mano a Donald Trump mientras su hijito, un constituyente de pacotilla, anunciaba la toma de la Casa Blanca desde Caracas, con fusiles de la revolución. ¡Dios Santo!
Ya nadie oye a estos dictadores, pero siguen en el poder. Y es nuestro turno decir, “POR AHORA”, ya que le está llegando su final y ellos lo saben. Más vale que se acomoden y encuentren un sitio en donde el brazo de la justicia no les toque, lo que dudo encontrarán pues hasta en la Cuba de Díaz Canel, con quien oró en el Bronx ante algunos descamisados, las cosas van cambiando…
Robert Carmona-Borjas
www.carmonaborjas.com