La imagen del niñito, sentadito dentro de una caja de cartón con una galleta de soda en la mano, regresaba a mí mente una y otra vez, para restregarme esta nueva realidad de pobreza, maltrato y abandono de niños que desde hace muchos años reporta Cecodap. Y, para recordarme que la dictadura, lejos de corregir esta distorsión, parece fomentarla gracias al sistema putrefacto que insiste en aplicar.
No es la primera vez que aparece un niño abandonado en la puerta de un edificio. No es la primera vez que oigo que madres desesperadas están regalando a sus hijos. Pero, sí es la primera vez que veo cómo los casos, lejos de disminuir, aumentan. Nuestra infancia, el elemento esencial de lo que algún día seremos como país, no está comiendo, no está estudiando, no está jugando, no está viviendo en un entorno sano, confiable y seguro que le permita florecer y desarrollarse como el futuro que necesitamos para construir nación.
Porque, el niñito abandonado en un edificio de El Márques dentro de una cajita de cartón, no ha sido el único caso de este año en Venezuela. ¡Es el tercero del que tengamos noticia! Pero, sin duda, son más. Son muchos más de tres los niños cuyas madres deciden regalarlos o abandonarlos a su suerte. Ocurre en las barriadas populares y pobres. Sucede en el interior del país, donde la desidia y las carencias propician estos casos sórdidos, en los que no falta el sufrimiento, el dolor y la angustia. La infancia venezolana, nacida en hogares cada vez más empobrecidos, no tiene tiempo de soñar en lo que serán cuando grandes. Se incrementan las cifras de madres pobres que, en medio de la desesperación y locura que produce la miseria, silencian el llanto de sus pequeños, como sea.
Por eso, es importante leer y revisar el informe que en días pasados presentó Cecodap, conjuntamente con el Observatorio Venezolano de la Violencia: “Muertes y otras Formas de Violencia contra Niños, Niñas y Adolescentes en un Contexto de Emergencia Humanitaria”. Tenemos que denunciar lo que está ocurriendo con nuestra infancia. Tenemos que apoyar activamente a las instituciones en sus iniciativas para ponerle fin a esta tragedia que vive un porcentaje muy alto de niños venezolanos. Las políticas del narcoestado, con sus veinte años a cuesta, han generado una realidad que cercena las esperanzas de vida de la infancia, nacida en los estratos más vulnerables. La niñez desamparada es otra forma de crueldad que, con una habilidad asombrosa, la dictadura suma a su lista de logros deshonrosos. Venezuela, la de los años por venir, será el reflejo de lo que hoy están viviendo nuestros niños nacidos en familias empujadas a la extrema pobreza. ¿En qué nos convertiremos si la población de relevo, la que el Estado con sus políticas debería atender, cuidar y proteger desde el seno de sus hogares, está siendo abandonada en una cajita de cartón, en las puertas de cualquier casa, basurero o iglesia? ¡Qué ironía que el destino final de las cajas Clap sea convertirse en el hogar temporal de una infancia abandonada a su suerte!
Volviendo a las páginas del informe de Cecodap y el OVV, destaca la clasificación que los expertos hicieron de la violencia contra los niños. En esta oportunidad, incluyeron la violencia institucional- producto de la actuación represiva y excesiva de los cuerpos de seguridad del Estado, durante las protestas ciudadanas- y la violencia estructural que, según explican, se genera por “la pobreza, la inflación, el grave desabastecimiento y el control en la distribución y venta de alimentos”. Esto, señalan en el informe, “ha afectado muy especialmente a niños, niñas y adolescentes, con saldos dolorosos e irreparables como la muerte de niños y niñas por desnutrición o enfermedades, graves casos de desnutrición, la pérdida de talla y peso en cifras considerables de la población, hasta situaciones inéditas en nuestro país como el retiro de los niños y niñas de la escolaridad por no tener alimentos o medios de transporte, la presencia de niños y jóvenes buscando comida en los contenedores de basura, la separación de los padres de sus hijos por no poderles mantener, incrementándose los casos de padres que emigran, dejando a sus hijos solos o acompañados por un familiar distante, con lo que se concretan situaciones de desintegración familiar, abandono y deterioro de la calidad de vida y del desarrollo de los llamados ?niños dejados atrás”.
Otra de las alarmas que quiere hacer sonar el informe es sobre los homicidios de menores. Resaltando el hecho de que, sin mayores averiguaciones, en un proceso que califican de discriminatorio, toda muerte de un adolescente, provocada por arma de fuego, que ocurra en una zona popular, es etiquetada como “ajustes de cuentas”.
El drama de nuestra infancia está allí, recogido y contabilizado en el informe: las situaciones de abandono de niños; el número de hijos que son entregados por sus padres a otros por no poder mantenerlos; incluso, la cantidad de veces que, durante el 2017, un niño fue vendido “al mejor postor”. Es lamentable que, mientras esta tragedia ocurre en el país, Nicolás esté regalando millones de dólares para ayudar a Indonesia. Una manera de lavarse la cara internacionalmente y desmontar el tema de la emergencia humanitaria en Venezuela, ¡porque aquí lo que sobra es dólares, drogas y corrupción!
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