Con el referéndum para la aprobación de la nueva constitución, una vez más el régimen de Maduro somete al país a la lógica falaz de la Pregunta Compleja.
Como toda falacia, la Pregunta Compleja es un argumento que presupone una verdad sobre la cual se puede demostrar un hecho. Un ejemplo de este tipo de falacia puede ser la pregunta: ¿Has dejado de pegarle a tu madre? Si respondes sí, reconoces que en el pasado le pegabas, si la respuesta es no, aceptas que aun la golpeas.
La cuestión del referéndum se sustenta básicamente en el mismo argumento falaz, si votas sí, apruebas la constitución, si votas no, validas el proceso por el mero hecho de participar.
Frente a esta trampa evidente, ¿Cuál debe ser la posición de los ciudadanos que aspiramos detener a Maduro y su proyecto?
En primer término, las preguntas complejas no pueden ni deben responderse pues se corre el riesgo de caer en el juego de quién las formula. Es decir, si los ciudadanos demócratas demandamos un cambio de la dramática realidad que nos agobia, no podemos ni debemos votar en el referéndum. Por otra parte, las falacias requieren un desmontaje previo al rebatimiento de su contenido; ¡no he dejado de pegarle a mi madre porque nunca lo he hecho!
De la misma forma, no participaré en el referéndum porque no convalidaré una constitución, independientemente si el voto es por el No o por el Sí.
La segunda falacia en este debate es la que se refiere a lo que algunos señalan como la “inacción” de no votar.
Antes de entrar en el fondo de este punto tengo que señalar que la abstención no es inacción, al contrario, es una posición política válida y poderosa. Si así no fuera, la ANC no estuviera calificada de ilegal e ilegítima nacional e internacionalmente y ni siquiera se hablaría de la ilegitimidad de Maduro a partir de su posible toma de posesión el 10 de enero de 2019. Como complemento, la abstención ha sido una causa activa para el reconocimiento del mundo entero sobre las perversiones del sistema electoral venezolano y la falta de garantías del CNE, al cual ya ni le preocupa guardar las apariencias.
Pero volviendo a la falacia de la inacción debo señalar que se llama sofisma del populista o argumento ad populum.
Dado que la mayoría está insatisfecha y está deseando participar en un cambio, y participar en un ejercicio electoral puede ofertarse como un medio para la acción, no hacerlo implicaría no querer el cambio. Apelar al argumento de las mayorías sería en este caso la peor decisión que podría tomarse porque llevaría a millones a votar No, y al mismo tiempo a convalidar el fraude, pero no a ganar el referéndum.
El tercer argumento falaz alrededor del voto por el No es quizás el más grave de todos. Si la mayoría sale a votar en contra entonces detendremos la aprobación de la nueva constitución. Si bien, ha quedado demostrado en el pasado que la masiva participación no implica el triunfo, supongamos que en esta oportunidad gana el No. El éxito significaría sólo que volveríamos a la constitución actual. Es decir, vuelta al punto de partida lo cual sería a todas luces un gran retroceso, pues, luego de toda esta gran farsa, no habrá pasado absolutamente nada manteniendo el modelo apaciguador de status quo, igualmente conveniente para Maduro.
Dicho todo esto, también debo señalar que no es suficiente el desmontaje a través de la abstención, se requiere una estrategia de mayor profundidad para tener éxito frente al régimen y así capitalizar la energía libre de todo aquel que se opone.
El éxito por tanto radica en lograr la mayor abstención activa de la historia de Venezuela y existen maneras de hacerlo. Una de ellas sería realizando un referéndum ciudadano, estilo 16J, paralelo unos días después que sirva para demostrar que la mayoría no aprueba esa constitución.
Pienso que tenemos que comprometernos a evitar que el debate por la constitución de reduzca a votar o no votar, partamos del análisis que asistir a esa elección favorece al régimen, y desde este punto diseñemos estrategias para detener esta nueva locura.
@seguritips